This entry was posted on lunes, abril 15th, 2024 at 10:39 and is filed under Divulgación. You can follow any responses to this entry through the RSS 2.0 feed. You can leave a response, or trackback from your own site.
Lourdes.Español 3,,15,4,23
PRIMERA APARICIÓN (11 de febrero)
El 11 de febrero de 1858 Bernardita fue con su hermana Toñita y su amiga Juana Abadie a buscar leña al bosque y a recoger huesos para venderlos. Juana Abadie declaró: Llegamos frente a la gruta. El canal llevaba agua hasta las rodillas… Vi un hueso en la parte opuesta del canal, en la grieta de la roca y en el mismo lugar algunas ramas que el agua había arrastrado 15.
Para llegar a la gruta había que atravesar el lecho del canal. Toñita y Juana tiraron sus zuecos a la parte opuesta y pasaron por el agua, que estaba muy fría por el deshielo de la nieve. Bernardita pensó en no seguirlas, pues el agua, que estaba muy fría, le podía hacer daño. Por otra parte, no quería que las dos se alejaran solas. Y le pidió a su hermana que pusiera algunas piedras gordas en el agua para pasar sobre ellas. Toñita no quiso. Entonces le pidió a Juana (que era alta y fuerte), si la podía llevar a hombros, pero ella respondió: Podrías hacer como nosotras; si no, quédate ahí. Y Toñita y Juana se pusieron a buscar huesos y leña y se alejaron del lugar. Bernardita estaba sola y sabía que eran las doce del mediodía, porque había oído las doce campanadas en la torre de la iglesia. Decidió pasar el canal y refiere: Casi no había llegado a quitarme una media cuando oí un rumor de viento, como cuando se acerca una tempestad. Me volví para mirar por todas partes de la pradera y vi que los árboles casi no se movían. Vislumbré, pero sin detener la vista, una agitación en las ramas y en las zarzas de la parte de la gruta
Seguí descalzándome y, cuando me disponía a meter un pie en el agua, oí el mismo ruido ante mí. Levanté los ojos y vi un montón de ramas y zarzas que iban y venían agitadas, por debajo de la boca más alta de la gruta, mientras nada se movía alrededor
Detrás de las ramas, dentro de la abertura, vi enseguida a una joven toda blanca, no más alta que yo, que me saludó con una ligera inclinación de cabeza, al tiempo que apartaba un poco del cuerpo los brazos extendidos, abriendo las manos, como las santas Vírgenes. De su brazo derecho colgaba un rosario. Tuve miedo y retrocedí. Quise llamar a mis compañeras, pero no me sentí capaz. Me froté los ojos varias veces, creía engañarme
Al levantar los ojos, vi a una jovencita que me sonreía con muchísima gracia y que parecía invitarme a que me acercase a ella. Pero yo aún sentía miedo. Sin embargo no era un miedo como el que había sentido otras veces, porque me hubiese quedado mirando siempre a aquella (Aquéro), y cuando se siente miedo una huye enseguida
Entonces me vino la idea de rezar. Metí la mano en el bolsillo, tomé el rosario que llevo habitualmente, me arrodillé e intenté santiguarme. Pero no pude llevarme la mano a la frente: se me cayó. Mientras, la joven se puso de lado y se volvió hacia mí. Esta vez tenía el gran rosario en la mano. Se santiguó como para empezar a rezar. A mí la mano me temblaba. Intenté santiguarme otra vez y pude hacerlo. Desde aquel momento no tuve más miedo
Yo rezaba con mi rosario. La joven deslizaba las cuentas del suyo, pero no movía los labios. Mientras rezaba el rosario, yo miraba cuanto podía. Ella llevaba un vestido blanco, que le bajaba hasta los pies, de los cuales sólo se veía la punta. El vestido quedaba cerrado muy arriba, alrededor del cuello. Un velo blanco, que le cubría la cabeza, descendía por los hombros y los brazos hasta llegar al suelo. Sobre cada pie vi que tenía una rosa amarilla. La faja del vestido era azul y le caía hasta un poco más abajo de las rodillas. La cadena del rosario era amarilla, las cuentas blancas, gruesas y muy apartadas unas de otras. La joven estaba llena de vida, era muy joven y se hallaba rodeada de luz. Cuando hube terminado el rosario, me saludó sonriendo. Se retiró dentro del hueco y desapareció súbitamente
Bernardita dirá: Quedé admirada, cuando al entrar en el agua, la encontré más caliente que fría. Y añade Toñita: Bernardita se puso las medias sentada en una piedra y sin tener frío. Luego nos preguntó: “¿Habéis visto algo?”. “No, ¿y tú qué has visto?”. “Nada”. La amiga Juana se fue a casa, porque tenía prisa. Y Toñita añade: Antes de pasar el puente viejo me dijo: “He visto una señora vestida de blanco con una faja azul y una rosa amarilla en cada pie
Al llegar a casa, Toñita se lo contó a su madre, quien pensando que eran cuentos de niñas, les dio unos golpes con una varilla. Toñita se quejó, diciendo a Bernardita: Tú eres la causante de que mamá me pegue. La madre les dijo que quizás fuera un alma de nuestros antepasados que estaba en el purgatorio, y era preciso rezar por ella. El papá, al enterarse, fue más directo y regañó a Bernardita, pensando que podía ser una cosa mala. Por ello, le prohibió que volviera a la gruta.
El sábado trece de febrero, Bernardita fue a confesarse y le contó todo al padre Pomian, vicario parroquial. Le dijo: “Yo he visto una cosa blanca que tenía la forma de una señora”. El confesor le pidió permiso para hablar de ello con el párroco. Avisado el párroco, que ignoraba todo, dijo solemnemente: “Hay que esperar”