Flora Cantábrica

Matias Mayor

TERESA NEUMANN, y LOS ESTIGMAS.3.5.23.


TERESA NEUMANN, y LOS ESTIGMAS

  

LOS ESTIGMAS

  

En la noche del jueves al viernes, del 4 al 5 de marzo de 1926, vio Teresa a Cristo arrodillarse en el huerto de los Olivos y lo oyó orar. Jesús la miró fijamente y en ese momento ella sintió en la región del corazón un dolor tan vivo que creyó morir. Al mismo tiempo fluyó sangre caliente de esa zona que continuó saliendo hasta el mediodía del viernes. Ella había sentido como si una espada puntiaguda le hubiera atravesado el corazón.

  

En la noche del Jueves santo al Viernes santo, del 1 al 2 de abril de ese año 1926, revivió la Pasión desde el huerto de los Olivos hasta la muerte de Jesús en la cruz. Ese día aparecieron por primera vez las llagas de las manos y los pies, pero en la parte externa. Sus padres las vieron y se asustaron, llamando al padre Naber, que también quedó impresionado. El día de Pascua, Teresa estaba radiante de felicidad, viendo a Jesús resucitado.

 

 El 15 de abril de 1927, las llagas se hicieron visibles también en la parte interna de manos y pies. Los médicos intentaron con todos los medios posibles tratar de curarlas, pero todo fue inútil. Cuanto más el doctor Seidl le ponía ungüentos y vendas, más dolor sentía y se le hinchaban más las manos y pies; de modo que terminaron por dejarla tranquila, pues, sin curaciones, las llagas no se hinchaban ni supuraban. Para evitar la curiosidad de la gente, se puso unos mitones o medio guantes para ocultar las llagas que tenían forma cuadrada. Estas llagas persistieron en ella hasta el fin de su vida y pudieron verse en su lecho de muerte.

 

A lo largo de 1927 recibió en distintas ocasiones las llagas de la corona de espinas alrededor de su frente.

 

 Durante la Cuaresma de 1928 recibió la llaga de la espalda derecha. El 29 de marzo de 1929 recibió por primera vez las llagas de la flagelación, que se reproducían cada año. A estas llagas hay que añadir las lágrimas de sangre que vertía en los éxtasis de los viernes; especialmente de Cuaresma. Los exámenes médicos no podían reconocer ninguna causa justificada para estas lágrimas de sangre, pues no había ninguna erosión en sus ojos.

  

Para ver sus llagas llegaban a su casa muchos médicos y eclesiásticos. Algunos llegaron a creer que eran producto de la histeria. En 1928 llegó a visitarla el padre Agostino Gemelli, franciscano, en calidad de enviado del Papa Pío XI. Era profesor y rector de la universidad católica de Milán. Su informe fue positivo: He llevado a cabo mis investigaciones con todo cuidado y declaro del modo más firme que no hay rastro alguno de histeria y que esos estados no pueden explicarse científicamente de modo natural10.

  

El mismo padre Naber tuvo que salir al paso de algunas publicaciones negativas. En una oportunidad le escribió una carta abierta al doctor Joseph Eberle, redactor de la revista Schönere Zukunft de Viena, respondiendo a un artículo publicado, en el que se decía que todo era pura histeria. El padre Naber escribió: Sin dudar un solo instante estaría dispuesto a dar mi vida por la veracidad de los fenómenos extraordinarios de Teresa Neumann tal como yo lo he observado y en especial por la ausencia de alimentación11.

  

Teresa vivió los dolores de la Pasión unas 700 veces en su vida. Muchos viernes desfilaban ante su lecho miles de personas. Algún Viernes santo llegaron hasta 10.000 personas. Pasaban de 10 en 10 y sólo durante uno o dos minutos para verla en éxtasis. Después de la segunda guerra mundial, muchos soldados norteamericanos, incluso no católicos, acudían a verla y muchos se convertían.

 

 

Otros, que no podían visitarla, le escribían. Recibía cientos de cartas para pedirle oraciones o consejos y ella leía personalmente todas las que podía, asegurando sus oraciones.

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