Flora Cantábrica

Matias Mayor

María Faustina Kowalska.BIOGRAPHY.22.7.22


BIOGRAPHY

Maria Faustina Kowalska

Mother Superior General Michaela Moraczewska

Memory of mother Michaela Moraczewska
Superior General of the Congregation of Sisters
of the Mother of God of Mercy in the years 1928-1946

 

One spring morning in 1924, when she was Superior in Żytnia Street, I was told that a young girl had come to the porter’s office to ask for her to join the Congregation. Then I went down to the parlor and opened the door a crack but that candidate, who was sitting in such a way that she could not see me, did not make a good impression on me at first glance because of her somewhat neglected physical appearance. I thought: hey, this girl is not for us! And I quietly closed the door with the intention of sending another sister to give her a negative answer.

 

At that precise moment I thought that, for love of her neighbor, it would be better to ask her a few questions and then say goodbye to her. So I went back to the parlor and started talking to her. I immediately realized that the girl made a better impression when you talked to her up close, because of her pleasant smile, the friendly expression on her face, her great simplicity and sincerity, also because of the common sense and good sense she showed. when expressing I soon changed my mind and wanted to accept it. The greatest difficulty was the material poverty of Helenka Kowalska, and leaving aside the question of the dowry, since the Holy See can release the contribution if necessary, she did not have any personal trousseau and we did not have funds for this finish. However, I suggested to her that for some time she could go to work as a domestic servant with some family and thus save a few hundred zlotys for the trousseau. She liked the proposal very much and we decided that the money saved was going to be brought successively to the goal to keep it. That was how we agreed what could be done for the moment, then I soon said goodbye to her and forgot everything.

 

That is why I was very surprised when a few months later they wrote to me in Vilnius, where I was then, explaining that a young girl had brought 60 zloty to be kept, and that she had referred to the indication that I had given her. Only after a while of trying to remember it, I understood who it was. From that moment the savings increased, so that after a year we had already collected several hundred zlotys, enough for a modest trousseau for a nun. During this year, Helenka was serving in the house of a lady (…), who was very satisfied with her, because later, after being admitted to the postulancy, she visited her several times. She then told her sisters that she was always very calm leaving her with her children, because she was such a safe person, worthy of trust. She was sorry that Helenka had entered the Congregation and as we know, because Sister Faustina told us, she even once tried to take her vocation out of her head.

 

Shortly after joining the Congregation of the Sisters of the Mother of God of Mercy, Helenka Kowalska was sent to Skolimów where in 1925 we rented a villa as a summer residence for the sisters from Warsaw and for the girls under our guardianship. In the autumn, only one of the sisters stayed there because she was convalescing, along with a companion and Helenka, who cooked for them doing this duty very well.

 

After entering the Congregation, Sister Faustina was under the tutelage of Mother Janina, one of our most eminent and well-educated sisters, who at that time (in 1925) was responsible for the postulants in Warsaw. Mother Janina liked the young woman very much, she valued her qualities and she quickly noticed her spirit of prayer and recollection, because after a few months of accompanying her spiritually she told me: Helenka is a soul very closely linked to the Lord Jesus. This information made me very happy, but I did not go into details. However, when Sister Faustina was already in the novitiate of ”Józefów”, she herself told me how once, in the house of Żytnia, while in her cell she had a revelation from the Lord Jesus, who came to assist her and help her fight a strong temptation against the vocation. It seems to me that she also referred to this event in her writings.

 

From that moment, she often used to tell me about her mystical experiences and she told me the inner words that she heard in her heart. On one occasion, when she was still a young professed in the house in Warsaw, she gave me the account of her inner revelations, written in pencil. However, I must admit that I did not pay too much attention to these stories, which I read very lightly. I have the impression that she included those notes in her diary, which she would later write at the direction of her spiritual director.

 

She made her first vows on April 30, 1928. A little later she traveled to Warsaw to reside that the Congregation has there, d

En Jozefów, Sor Faustina fue destinada a trabajar en el jardín, pero su actitud interior permanecía inalterada. Seguía teniendo muchas dudas: ¿debía permanecer en la Congregación o tenía que fundar una nueva?

 

Sor Faustina siguió manteniendo correspondencia con el Padre M. Sopoćko, que la visitó varias veces y pudo hablar con ella sobre el estado de su alma, pero sólo de vez en cuando, puesto que en Cracovia la acompañaba espiritualmente el Padre Andrasz SJ.

 

Al poco tiempo aparecieron síntomas de enfermedad pulmonar, por lo que a principios del otoño de aquel año, fue ingresada en la clínica de Prądnik. Aconsejada por el doctor que la trataba, permaneció allí todo el invierno, con lo que su estado de salud mejoró notablemente, hasta tal punto que pronto pudo volver a casa. Allí volvió a colaborar en las tareas del jardín.

 

Me informó de sus intenciones de encontrarse con cierta persona, que según el P. Miguel Sopoćko podría ser la persona apropiada para la futura congregación, y que en aquellos días debía ir a Łagiewniki. Le di permiso pero finalmente no llegó a tener aquel encuentro. Cuando en 1937 me preparaba para llevar a cabo la visitación del convento de Cracovia, pregunté a las consejeras del Consejo cómo veían la posibilidad de que Sor Faustina abandonara la Congregación, ya que ella seguía con aquella misma inquietud referente a la nueva congregación. Las consejeras me expresaron su conformidad, aunque a todas nos daba pena tener que perder a una hermana tan buena y fervorosa, pero por otra parte temíamos llevar la contraria a la voluntad de Dios.

 

Encontré a Sor Faustina muy tranquila, pero cuando tuvimos nuestro encuentro, de inmediato volvió a presentar su petición. Según nuestra resolución anterior, le respondí sin detenerme a pensar, que estaba de acuerdo. Me di cuenta entonces, que se quedó sorprendida y me preguntó si yo me ocuparía de realizar todas las formalidades que fueran necesarias. Cuando yo le dije que no sabía muy bien cómo justificar que el motivo para dejar la Congregación eran aquellas revelaciones interiores y apariciones, entonces ella me pidió que hablara con el Padre Andrasz SJ, el cual, como supimos más tarde, se encontraba ausente. Naturalmente accedí a su propuesta y nos separamos.

 

Aquel mismo día por la tarde, me fui a nuestra casa de Rabka para pasar allí algunos días, y al volver, seguí de cerca el comportamiento de Sor Faustina. Para mi mayor sorpresa, vi que realizaba todas sus obligaciones y deberes como si nada hubiera pasado, así que esperé un tiempo, y luego la llamé y le pregunté si la cuestión de su partida seguía en pie. Entonces ella me respondió con sinceridad y simplicidad, que al darle yo plena libertad para decidir y actuar, sintió en su alma como si estuviera ante un precipicio negro, completamente sola y abandonada, incapaz de dar ni un solo paso en este asunto, con lo que se le fueron por completo las ganas de dejar la Congregación. Hablamos de ello durante algún tiempo con cordialidad, y desde entonces ya nunca más volvimos a hablar sobre aquella cuestión. Hoy, me parece que aquella oscuridad repentina del alma era la señal de Dios que estábamos esperando.

 

Durante la Semana Santa de 1938 Sor Faustina volvió a ser ingresada en la clínica de Prądnik, pues su primera estancia allí le había ido bien. En el Sanatorio, como la primera vez, Sor Faustina dejó muy buena impresión, sorprendiendo a pacientes, enfermeras y a los médicos. Allí fue donde la vi por última vez. En Julio, estuve en „Józefów” y al saber que la enfermedad avanzaba rápidamente, fui a visitarla. Nuestro último encuentro me dejó la mejor impresión, y muy gratas memorias. Sor Faustina se puso muy feliz, llena de alegría. Ella me contó con entusiasmo varios episodios de su estancia en el hospital, así que la hora que tenía entre los dos autobuses se me pasó volando. No hablamos de sus asuntos interiores; pero en el momento de despedirnos, me dijo llena de gozo: Madrecita, podrá leerlo todo, y miraba hacia donde tenía sus notas, pero no daba la impresión de estar tan gravemente enferma, pues iba de su habitación a la capilla. En agosto, sin embargo, me informaron de que su estado de salud se había agravado mucho. Por eso le escribí unas rallas para mostrarle mi compasión por ella, y le recordé que el P. Sopoćko estaría en el Sínodo de Częstochowa, y que aprovechando la ocasión, seguro que la visitaría. Por lo visto aquellas palabras le dieron mucho consuelo, pues esta carta mía, después de su muerte, se la encontraron entre las cartas de sus padres espirituales en un pequeño cofre, y como respuesta me mandó una hermosa carta, que es la que pongo aquí a continuación. No tiene fecha, pero con certeza la escribió a finales de 1938.


J. M. J.
Queridísima Madrecita

 

Le agradezco cordialmente el „sekretnik”. Me agradó mucho. Le doy las gracias también por las noticias sobre el padre profesor Sopoćko. Es un sacerdote santo de verdad.

 

¡Queridísima Madrecita! Me parece que ésta es nuestra última conversación en la tierra. Me siento muy débil y estoy escribiendo con una mano temblorosa. Sufro tanto cuanto soy capaz de soportar. Jesús no da por encima de las fuerzas. Si los sufrimientos son grandes, la gracia de Dios es potente. Confío plenamente en Dios y en su santa voluntad. Me envuelve una añoranza de Dios cada vez mayor. La muerte no me aterroriza, mi alma abunda en una gran serenidad.

 

Hago todavía todos los ejercicios espirituales, me levanto también para la Santa Misa, sin embargo no asisto a toda, porque me mareo. Me aprovecho tanto cuanto puedo de las gracias que Jesús nos dejó en su Iglesia.

 

Queridísima Madrecita, le doy las gracias con el corazón lleno de agradecimiento por todo lo que he recibido de la Congregación, desde el primer momento hasta ahora. Le agradezco, Madrecita, especialmente, una sincera compasión y las indicaciones en los momentos difíciles que parecían imposibles de sobrevivir. ¡Qué Dios se lo pague generosamente!

 

Y ahora, en el espíritu de sumisión religiosa, humildemente le pido perdón por no haber observado las reglas con exactitud, por haber dado un mal ejemplo a otras hermanas, por la falta de celo en toda la vida de convento, por todos los desagrados y sufrimientos que hubiera podido causar a la Madrecita, aunque inconscientemente.

En los momentos difíciles, la bondad de la queridísima Madrecita era mi fuerza.

En el espíritu, me arrodillo a los pies de la queridísima Madrecita y le pido humildemente que me perdone todas mis transgresiones y le pido la bendición para la hora de la muerte.

Confío en la potencia de las oraciones de la Madrecita y las queridas hermanas. Siento que me soporta alguna potencia.

Perdone que escriba mal, pero la mano me tiembla y se entorpece.

Hasta la vista, queridísima Madrecita, nos veremos en el cielo, a los pies del trono de Dios. Y ahora, ¡que la Divina Misericordia sea glorificada en nosotros y a través nuestro!

Con el mayor respeto le beso las manitas de la Queridísima Madrecita pidiendo la oración.

La mayor miseria y nulidad, sor Faustina 

Seis semanas más tarde ya no vivía, y tres semanas antes de morir, volvió del hospital de Prądnik, para morir en casa entre sus hermanas de la Congregación, y así, el día 5 de octubre, el Señor la llamó para la Casa del Padre.

  1. Michaela Moraczewska
    „Józefów”, 1948

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