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María Faustina Kowalska.4.Español.13,1,22
María Faustina Kowalska
”Te llamé aquí”
De Ostrówek iba en tren a Varsovia para buscar lugar en un convento. Pero donde llamaba, la despedían. Por fin, llamó a la casa de la Congregación de las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia. Nada especial, un poco mayorcita, de complexión bastante débil, sirvienta, de profesión cocinera y con todo esto sin la dote, sin el más pequeño ajuar. Una delgaducha, enclenque, pobre, sin expresión, nada prometedora – relató la madre Margarita Gimbutt su primera impresión del encuentro con Elenita a la superiora general, la madre Leonarda Cielecka que con desgana adamitía a la Congregación a las personas procedentes de ese medio social. Escuchó este relato la superiora de la casa de Varsovia, la madre Micaela Moraczewska que propuso hablar personalmente con la candidata. Por la puerta entreabierta del locutorio vio una muchacha humilde, de apariencia un poco descuidada, por lo que en un primer momento pensó despedirla, pero después vino la reflexión de que el amor al prójimo le empujaba primero hablar con ella. Al comenzar la conversación notó que la candidata tenía muy buena presencia y tuvo ganas de recibirla, pero antes le ordenó ir al Dueño de la casa y preguntarle si la recibía. Elenita comprendió que debía ir a la capilla. Durante la oracin oyó estas palabras: Te recibo, estás en mi Corazón (Diario 14). Cuando regresó al locutorio repitió eso a la superiora y ella le contestó: Si el Señor te ha recibido, yo también te recibo. La pobreza era el principal obstáculo para la inmediata entrada de Elenita en el convento. La superiora le sugirió, pues, que trabajara todavía algún tiempo de sirvienta para ahorrar así una cnota para comprar el ajuar y para afirmarse en su vocación.
El 1 de agosto de 1925, en vísperas de la fiesta de la Madre de Dios de los Ángeles vino el momento deseado cuando Elena Kowalska pasó el umbral de la clausura del convento. Me sentía sumamente feliz – apuntó en el Diario – me pareció que entraba en la vida del paraíso. De mi corazón brotó una sola oración, la de acción de gracias (Diario 17). Sin embargo tres semanas después notó que en este convento había poco tiempo para la oración, por lo que quiso trasladarse „a un convento de regla más estricta”. Por la noche, cuando oraba postrándose en cruz en su celda, vio el rostro dolorido de Jesús y le preguntó: ¿Quién te ha causado tanto dolor?- Tú me vas a herir dolorosamente – contestó Jesús – si sales de este convento. Te llamé aquí y no a otro lugar y te tengo preparadas muchas gracias (Diario 19). Pidió perdón al Señor Jesús e inmediatamente cambió la decisión que había tomado.
Pocas semanas después de entrar en el convento, la superiora envió a la postulante Elenita, junto con dos otras hermanas, a la casa de descanso de Skolimów, en las cercanías de Varsovia, para que recuperase la salud deteriorada por severos ayunos practicados en casa y cuando trabajaba de sirvienta, así como por sus vivencias espirituales y el cambio de vida. En Skolimów preguntó a Jesús ¿por quién debía orar? En respuesta tuvo una visión del Purgatorio durante la cual conoció que el mayor tormento de las almas que están en este lugar nebuloso, lleno de fuego es la añoranza de Dios. En el fondo de su alma oyó estas palabras: Mi misericordia no lo desea, pero la justicia lo exige (Diario 20). A partir de aquel momento Elenita oró con más fervor por las almas del Purgatorio para ayudarlas y Dios le permitió tener una relación más estrecha con ellas.
En aquel entonces la madre Juana Olga Bartkiewicz era la maestra del postulantado que es el primer período de la vida religiosa. A las postulantes que se preparaban para la vida en el convento, les tenía mucho cariño, pero al mismo tiempo, era exigente y rigurosa para con ellas. Decía de Elenita que tenía una vida interior especial y que debía ser un alma agradable al Señor Jesús. La hermana Simeona Nalewajk que junto con Elenita estaba en el postulantado, la admiraba por tomar con humildad, sin discutir, todas las amonestaciones y humillaciones. Me sorprendía – escribió en sus memorias – que una postulante principiante tuviera tanta bondad y se dominara tanto. Elenita, guiada por una fe viva, se comportaba así para asemejarse a Jesús que confiaba en el Padre Celestial incluso en la cruz y que a lo largo de toda su vida fue manso y de corazón humilde, amaba a todos con un amor paciente, comprensivo y sacrificado.
Elenita pasó los últimos meses del postulantado en la casa del noviciado de Cracovia donde llegó el 23 de enero de 1926. Por aquel entonces la madre Margarita Gimbutt era la maestra del noviciado. Era una persona entregada a la oración que con celo practicaba mortificaciones. Mansa y humilde, educaba a las jóvenes, ante todo, con el ejemplo de su vida.Fue ella quien preparó a Elenita para la toma de hábito y la guió durante los primeros meses del noviciado