Flora Cantábrica

Matias Mayor

La actitud de la Misericordia 6,11.21


La actitud de la Misericordia

 

La palabra confianza en la escuela de espiritualidad de Santa Sor Faustina define la relación del hombre con Dios, mientras que la palabra misericordia caracteriza las relaciones entrehumanas, que tienen su fuente, modelo y causa en el amor misericordioso de Dios. Jesús dijo a Sor Faustina: Exijo de ti obras de misericordia que deben surgir del amor hacia mí. Debes mostrar misericordia al prójimo siempre y en todas partes.No puedes dejar de hacerlo, ni excusarte, ni justificarte.Te doy tres formas de ejercer misericordia al prójimo: la primera – la acción, la segunda – la palabra, la tercera – la oración.En estas tres formas está contenida la plenitud de la misericordia y es el testimonio irrefutable del amor hacia mí. De este modo el alma alaba y adora mi misericordia (Diario 742).

 

En nuestro tiempo funcionan muchas nociones falsas de misericordia, identificadas, muchas veces, con indulgencia, compasión y eliminación de la justicia. Merece la pena, pues, presentar una idea adecuada y profundizada de misericordia que tenía Sor Faustina. Para ella la misericordia humana se relaciona muy estrechamente con la misericordia de Dios, por lo tanto está basada sobre la verdad objetiva – la palabra de Dios; supone el cumplimiento de las exigencias de la justicia que es la medida fundamental de amor y da frutos en una acción concreta. La misericordia es la flor del amor (Diario 651) o una acción del amor (Diario 651) – escribió Sor Faustina. Su vida y sus escritos manifiestan que ejerciendo misericordia al prójimo, hay que tener en cuanta, ante todo, la dignidad del hombre necesitado y después las necesidades corporales y espirituales del mismo. La dignidad del hombre, dada por Dios, ya en virtud de la creación y redención, es un valor común del necesitado y la persona que hace el bien. Ver en la persona necesitada esta dignidad dada por Dios y destacada por Cristo tiene una importancia fundamental para practicar la misericordia y es lo que diferencia la escuela personalista de misericordia de Santa Sor Faustina de otros modelos que hay en la historia de la Iglesia.

 

Así comprendida, la misericordia que tiene su fuente, modelo y causa en Dios y se centra en la dignidad del hombre, para Sor Faustina era un estilo de vida. No se trata, pues, solamente de esporádicos u ocasionales actos de misericordia hacia los necesitados, sino de una actitud cristiana ante otra persona, en todas sus dimensiones, actitud orientada por el amor misericordioso. Deseo transformarme toda en tu Misericordia – oraba Sor Faustina – y ser un vivo reflejo de ti, oh Señor. Que este más grande atributo de Dios, es decir su insondable misericordia, pase a través de mi corazón al prójimo (Diario 163). Esta transformación de la vida en la misericordia significa, pues, un estilo de vida y no sólo un rasgo entre muchos otros.

 

Sor Faustina iba conociendo y penetrando cada vez más profundamente el amor misericordioso de Dios y lo experimentaba. Iba creciendo así su actitud de confianza de niña en Dios y nació un ardiente deseo de reflejar este atributo de Dios en su propio corazón y en sus acciones. Cada uno de tus santos – oraba – refleja en sí una de tus virtudes, yo deseo reflejar tu Corazón compasivo y lleno de misericordia, deseo glorificarlo. Que tu misericordia, oh Jesús, quede impresa sobre mi corazón y mi alma como un sello y éste será mi signo distintivo en esta vida y en la otra (Diario 1242).

 

En los diccionarios y manuales de teología encontramos la definición de amor y aparte la definición de la virtud de misericordia. Basándose en la enseñanza de Santo Tomás, la teología católica define el amor como una virtud que aspira a acrecentar el bien del prójimo, y la misericordia como una virtud que trata de eliminar el mal que le atormenta. La palabra Misericordia – escribe Santo Tomás – significa tener el corazón compasivo por la miseria de otro. Entonces, según Santo Tomás, lo que diferencia el amor de la misericordia es el objetivo: el amor aspira a acrecentar el bien y la misericordia a remediar el mal. En la teología tradicional, la misericordia es una de las virtudes morales. Entre todas las virtudes que hacen referencia al prójimo – escribió el Doctor Angélico – la más excelente es la misericordia, porque socorrer las deficiencias del otro, de por sí es cosa mayor y mejor.

 

El Santo Padre Juan Pablo II, en la encíclica „Dives in misericordia” arroja una nueva luz sobre la noción misma de misericordia. Según él la misericordia no es solamente una virtud, sino una actitud que supone la existencia de un conjunto de capacidades morales entre las cuales la primera es este amor creador que no se deja vencer por el mal sino que vence con el bien el mal.

 

 

Justamente este mismo enfoque de la misericordia aparece en la espiritualidad de Santa Sor Faustina. No se trata, pues, de una de las virtudes, sino de una actitud de vida en todas sus dimensiones ante otra persona, una actitud compuesta por un conjunto de capacidades morales. Al definir la misericordia Sor Faustina dijo que el amor es la flor y la misericordia es el fruto (Diario 949). En sus escritos la misericordia es una actitud que abarca todas las relaciones con el prójimo, debe penetrar y caracterizar cada contacto con otra persona, cada acción, pensamiento y palabra. Por lo tanto, con la ayuda de la gracia deseaba transformarse toda en misericordia (Diario 163) y en la oración pedía que sus ojos, oídos, lengua, manos, pies y ante todo su corazón fueran misericordiosos (Diario 163).

 

En la escuela de Santa Sor Faustina, la misericordia significa una actitud de vida en todas las dimensiones ante el prójimo, una actitud en que la sobrenatural virtud de amor juega el principal papel creador. Estas virtud impulsa a amar a Dios en el hombre y al hombre en Dios. Por eso a la actitud de misericordia se le puede atribuir las características con las cuales San Pedro define el amor. Parafraseando su himno al amor de la Primera Carta a los Corintios, podemos decir que: la misericordia es paciente, benigna, no es envidiosa, no es jactanciosa, no se hincha de orgullo … (1 Cor 13, 1-7).

 

El ardinte amor de Dios – escribió en el Diario – incesantemente ve la necesidad de darse a los otros con la acción, la palabra y la oración (Diario 1313). Este incesante darse a los prójimos, en la vida de Sor Faustina se aplicaba, ante todo, a las necesidades espirituales del hombre que se ha perdido, que ha perdido el sentido de la vida, se ha desviado del camino de la salvación. El amor a las almas llevó a Sor Faustina a ofrecerse como víctima. Como conocía profundamente el valor del alma humana que es inmortal, socorría particularmente a los que estaban amenazados por la pérdida de la salvación.

 

Cabe subrayar especialemente la estrecha unión entre el misterio de la misericordia de Dios y la misericordia humana. Según Sor Faustina, la actitud de misericordia ante el prójimo tiene su fuente, nace y brota del misterio de la misericordia de Dios, y en él también tiene su causa en la dimensión tanto de modelo como acción.

 

El Señor Jesús – Misericordia Encarnada, era para Sor Faustina el modelo para practicar la misericordia. De Jesús aprendo a ser Buena – escribió – para poder ser llamada hija del Padre Celestial (Diario 669). El ejemplo de Jesús, de quien sus contemporáneos decían que había caminado por la tierra haciendo el bien a todos y el ejemplo que Jesús dio inclinándose sobre el enfermo del alma, sobre el pecador, hasta ofrecerse como victima en la cruz, era para ella el modelo inalcanzable. En los momentos difíciles, cuando no sabía como comportarse ante el prójimo, preguntaba qué habría hecho Jesús en su lugar. La descripción de un encuentro de Sor Faustina con una persona seglar que abusó de su bondad, refleja perfectamente cómo imitaba el ejemplo de Jesús. Apenas la vi – escribió – se me heló la sangre en las venas, puesto que se me presentó ante los ojos lo que había sufrido por su culpa (…). Y me pasó por la cabeza la idea de hacerle conocer la verdad de modo decidido e inmediato. Pero en seguida se me presentó ante los ojos la Divina Misericordia y decidí comportarme como se hubiera comportado Jesús en mi lugar. Comencé a hablar con ella dulcemente y, como quiso conversar conmigo a solas, le hice conocer claramente y de manera delicada, el triste estado de su alma. Vi su profunda conmoción (Diario 1694).

 

En la vida de Sor Faustina, la misericordia de Dios es el fundamento de la actitud de misericordia ante el prójimo, tanto en la dimensión de modelo, como de acción. Según ella, ha de ser cierta participación en la misericordia de Dios. Sor Faustina era consciente de que a través de sus obras buenas hechas por amor a Cristo, participaba en este darse de la misericordia de Dios al mundo, porque Dios para mostrar su bondad, se sirve de los hombres. Deseaba, pues, transformarse toda en misericordia, ser un vivo reflejo de la misericordia de Dios, para que este más grande atributo de Dios, es decir su insondable misericordia, pase a través de su corazón y su alma al prójimo (Diario 163). De esta relación entre la misericordia humana y la misericordia de Dios le habló el Señor Jesús mismo. Has de saber, hija mía- enseñaba en una conferencia sobre la Misericordia – que mi Corazón es la Misericordia misma (…). Deseo que tu corazón sea la sede de la misericordia. Deseo que esta misericordia se derrame sobre el mundo entero a través de tu corazón. Cualquiera que se acerque a ti, no puede retirarse sin confiar en esta misericordia mía que tanto deseo para las almas (Diario 1777).

 

Para que la misericordia practicada a otra persona sea una participación en la misericordia de Dios, tiene que efectuarse en el espíritu de Cristo, por eso el Señor Jesús le decía a Sor Faustina que su corazón fuera la sede la misericordia de Él y que la misericordia de Él se derramara sobre el mundo a través de su corazón. Pues, aquí no se trata de cualquier caridad natural o de una filantropía motivada por alguna razón, sino de la misericordia practicada al prójimo por amor a Jesús y en el espíritu de Jesús. Eso requiere mirar a otra persona con los ojos de la fe, como a una criatura creada a la imagen y a la semejanza de Dios (Gen 1,26), redimida no con oro ni plata, corruptibles, sino con la Sangre preciosa de Cristo (1 P 1, 18), como a un hijo de Dios llamado a heredar los bienes del reino celestial y a participar en la vida de Dios Trino y Uno. Sor Faustina ejercitaba esta actitud ante los demás y cuanto más le costaba relacionarse con alguna persona, tanto más se empeñaba en ver en ella a Cristo que exhortaba a practicar la misericordia.

 

Sor Faustina veía también la dependencia recíproca entre la actitud de confianza en Dios y la actitud de misericordia ante el prójimo. Decía que cuando más plena es la confianza en Dios, tanto más abnegada y eficaz es la ayuda al prójimo. Una palabra de un alma unida a Dios – escribió en el Diario – procura más bien a las almas que elocuentes debates o prédicas de un alma imperfecta (Diario 1595). Sabía perfectamente que para practicar la misericordia en el espíritu de Cristo, hay que vivir en unión con Él. Para reconocerlo en los demás y servirle en ellos, hay que aprender, primero, a vivir con Él en su propia alma (Diario 503). Veía también otra relación: He conocido y he experimentado que las almas que viven en el amor se distinguen por una gran perspicacia en el conocimiento de las cosas divinas (Diario1191). Esto, en consecuencia, lleva a una actitud de confianza más plena.

 

Lo que se ha dicho hasta ahora sobre la confianza y la misericordia en la escuela de espiritualidad de Santa Sor Faustina, demuestra que se trata aquí de los fundamentos mismos de la vida cristiana. En la actitud de confianza de niña en Dios y de misericordia ante el prójimo, hasta ofrecerse como víctima, en la vida de Sor Faustina se realizó de modo perfecto el mayor mandamiento de amar a Dios y al prójimo, es decir la esencia misma del cristianismo.

 

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