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Palabras de la propia Lucia de Fatima 15.5,21
Apariciones en Fátima
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Palabras de la propia Lucia
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- El trece de junio
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Día 13 de junio de 1917. – Después de rezar el Rosario con
Jacinta y Francisco y algunas personas que estaban presentes,
vimos de nuevo el reflejo de la luz que se acercaba (y que llamábamos
relámpago), y en seguida a Nuestra Señora sobre la encina,
todo lo mismo que en Mayo.
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– ¿Qué quiere Usted de mí? – pregunté.
– Quiero que vengáis aquí el día 13 del mes que viene; que
recéis el Rosario todos los días y que aprendáis a leer. Después
diré lo que quiero.
Pedí la curación de un enfermo.
– Si se convierte, se curará durante el año.
– Quería pedirle que nos llevase al Cielo.
– Sí; a Jacinta y a Francisco los llevaré pronto. Pero tú quedarás
aquí algún tiempo más. Jesús quiere servirse de ti para darme
a conocer y amar. El quiere establecer en el mundo la devoción a
mi Inmaculado Corazón (14).
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–¿Me quedo aquí sola? – pregunté, con pena.
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– No, hija. ¿Y tú sufres mucho? No te desanimes. Yo nunca te
dejaré. Mi Inmaculado Corazón será tu refugio y el camino que te
conducirá hasta Dios.
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Fue en el momento en que dijo estas palabras, cuando abrió
las manos y nos comunicó, por segunda vez, el reflejo de esa luz
inmensa. En ella nos veíamos como sumergidos en Dios. Jacinta y
Francisco parecían estar en la parte de la luz que se elevaba al
Cielo y yo en la que esparcía sobre la tierra. Delante de la palma de
la mano derecha de Nuestra Señora estaba un corazón, cercado
de espinas, que parecían estar clavadas en él. Comprendimos que
era el Inmaculado Corazón de María, ultrajado por los pecados de
la Humanidad, que pedía reparación.
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……
He aquí, Exmo. y Reverendísimo Sr. Obispo, a lo que nos referíamos
cuando decíamos que Nuestra Señora nos había revelado
un secreto en el mes de junio. Nuestra Señora no nos mandó aún,
esta vez, guardar secreto; pero sentíamos que Dios nos movía a eso.
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- El trece de julio
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Día 13 de julio de 1917. – Momentos después de haber llegado
a Cova de Iría, junto a la carrasca, entre una numerosa multitud
del pueblo, estando rezando el Rosario, vimos el resplandor de la
acostumbrada luz y, en seguida, a Nuestra Señora sobre la carrasca.
(14) Aquí Lucia, tal vez por la prisa omite el final del párrafo, que en otros documentos
dice: A quien la abrazare, le prometo la salvación; y estas almas serán
amadas por Dios, como flores puestas por mi para adornar su trono.
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– ¿Qué quiere Usted de mí? – pregunté.
– Quiero que vengais aquí el día 13 del mes que viene; que
continuéis rezando el Rosario todos los días, en honor de Nuestra
Señora del Rosario, para obtener la paz del mundo y el fin de la
guerra, porque sólo Ella lo puede conseguir.
– Quería pedirle que nos dijera quién es Vd., que haga un
milagro para que todos crean que Vd. se nos aparece.
– Continuad viniendo aquí todos los meses. En octubre diré
quién soy, y lo que quiero y haré un milagro que todos han de ver
para creer.
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Aquí hice algunas peticiones que no recuerdo bien cuáles fueron.
Lo que sí recuerdo es que Nuestra Señora dijo que era preciso
rezar el Rosario para alcanzar esas peticiones durante el año. Y
continuó:
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– Sacrificaos por los pecadores, y decid muchas veces, en
especial cuando hagais algun sacrificio: «Oh Jesús, es por tu amor,
por la conversión de los pecadores y en desagravio por los pecados
cometidos contra el Inmaculado Corazón de María».
Al decir estas últimas palabras, abrió de nuevo las manos como
en los meses pasados.
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El reflejo parecía penetrar en la tierra y vimos como un mar de
fuego. Sumergidos en ese fuego, los demonios y las almas, como
si fuesen brasas transparentes y negras o bronceadas, con forma
humana que fluctuaban en el incendio, llevadas de las llamas que
de ellas mismas salían, juntamente con nubes de humo cayendo
por todos los lados, semejantes al caer de las pavesas en los grandes
incendios, sin peso ni equilibrio, entre gritos y gemidos de dolor
y desesperación, que horrorizaban y hacían estremecer de pavor.
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(Debe de haber sido a la vista de esto cuando di aquel «¡Ay!»,
que dicen haberme oído). Los demonios distinguíanse por formas
horribles y asquerosas de animales espantosos y desconocidos,
pero transparentes como negros carbones en brasa.
Asustados, y como para pedir socorro, levantamos la vista hacia
Nuestra Señora que nos dijo entre bondadosa y triste:
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– Habéis visto el infierno, a donde van las almas de los pobres
pecadores; para salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo
la devoción a mi Inmaculado Corazón. Si hicieran lo que os voy
a decir, se salvarán muchas almas y tendrán paz. La guerra va a
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acabar. Pero si no dejan de ofender a Dios, en el reinado de Pío XI
comenzará otra peor. Cuando veáis una noche alumbrada por una
luz desconocida (15), sabed que es la grande señal que Dios os da de
que va a castigar al mundo por sus crímenes por medio de la guerra,
del hambre y de persecuciones a la Iglesia y al Santo Padre.
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Para impedirla, vendré a pedir la consagración de Rusia a mi
Inmaculado Corazón, y la Comunión reparadora de los primeros sábados
(16). Si atendieran mis peticiones, Rusia se convertirá y habrá
paz; si no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras
y persecuciones a la Iglesia. Los buenos serán martirizados, el Santo
Padre tendrá que sufrir mucho, varias naciones serán aniquiladas.
Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará. El Santo Padre me consagrará
Rusia, que se convertirá, y será concedido al mundo algún
tiempo de paz (17).
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En Portugal se conservará siempre la doctrina de
la Fe, etc. Esto no se lo digáis a nadie. A Francisco, si podéis decírselo.
Cuando recéis el Rosario, diréis, después de cada misterio: ¡Oh
Jesus mío, perdónanos, líbranos del fuego del infierno, lleva todas
las almas al cielo, principalmente las más necesitadas!
Transcurrido un instante de silencio, pregunté:
– Usted ¿no quiere de mí nada más?
– No. Hoy no quiero nada más de ti.
Y, como de costumbre, comenzó a elevarse en dirección al naciente,
hasta desaparecer en la inmensa lejanía del firmamento.
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- El trece de agosto
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Dia 13 de agosto de 1917. – Como ya está dicho lo que pasó
en ese mes, no me detengo en eso, y paso a la Aparición, a mi
entender el día 15, al caer de la tarde. Como en aquella época aún no
sabía contar los días del mes, puede ser que sea yo la que esté
equivocada, pero tengo la idea de que fue el mismo día que llegamos
de Vila Nova de Ourém.
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Estando con las ovejas, en compañía de Francisco y de su
hermano Juan, en un lugar llamado Valinhos, y sintiendo que alguna
cosa sobrenatural se aproximaba y nos envolvía, sospechando
que Nuestra Señora viniese a aparecérsenos, y dándome pena
que Jacinta se quedase sin verla, pedimos a su hermano Juan que
fuese a llamarla. Como no quería, le ofrecí veinte centavos, y allá
se fue corriendo.
Entretanto vi, con Francisco, el reflejo de la luz que llamábamos
relámpago, y habiendo llegado Jacinta, un instante después, vimos
a Nuestra Señora sobre una carrasca.
– ¿Qué es lo que Vd. quiere de mí?
– Quiero que sigáis yendo a Cova de Iría el día 13; que continuéis
rezando el Rosario todos los días. El último mes haré un
milagro para que todos crean.
– ¿Qué es lo que Vd. quiere que se haga con el dinero que la
gente deja en Cova de Iría?
– Que hagan dos andas: una, llévala tú con Jacinta y dos niñas
más, vestidas de blanco; y otra, que la lleve Francisco y tres
niños más. El dinero de las andas es para la fiesta de Nuestra Señora
del Rosario; lo que sobre es para ayudar a una capilla que
deben hacer.
– Quería pedirle la curación de algunos enfermos.
– Sí; a algunos los curaré durante el año.
Y tomando un aspecto más serio dijo:
– Rezad, rezad mucho, y haced sacrificios por los pecadores,
pues van muchas almas al infierno, por no tener quien se sacrifique
y pida por ellas.
Y como de costumbre comenzó a elevarse en dirección al
naciente.
- El trece de septiembre
Dia 13 de septiembre de 1917. – Al aproximarse la hora, fui allí
con Jacinta y Francisco, entre numerosas personas que apenas
nos dejaban andar. Los caminos estaban apiñados de gente. Todos
nos querían ver y hablar. Allí no había respetos humanos. Numerosas
personas, y hasta señoras y caballeros, consiguiendo romper
por entre la multitud que alrededor nuestro se apiñaba, venían
a postrarse de rodillas delante de nosotros, pidiéndonos que pre179
sentásemos a Nuestra Señora sus necesidades. Otros, no consiguiendo
llegar hasta nosotros, clamaban desde lejos.
–¡Por el amor de Dios! ¡Pidan a Nuestra Señora que me cure a
mi hijo inválido!
Otro:
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– ¡Que me cure el mío, que es ciego!
Otro:
– ¡El mío, que está sordo!
– ¡Que me devuelva a mi marido…!
– ¡…a mi hijo, que está en la guerra!
– ¡Que convierta a un pecador!
– ¡Que me dé la salud, que estoy tuberculoso!
Etc., etc…
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Allí aparecían todas las miserias de la pobre humanidad. Y
algunos gritaban desde lo alto de las árboles y paredes, donde se
subían con el fin de vernos pasar. Diciendo a unos que sí, y dando
la mano a otros para ayudarles a levantarse del polvo de la tierra,
ahí íbamos andando gracias a algunos caballeros que nos iban
abriendo el paso por entre la multitud.
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Cuando ahora leo en el Nuevo Testamento esas escenas tan
encantadoras del paso del Señor por Palestina, recuerdo éstas que,
tan niña todavía el Señor me hizo presenciar en esos pobres caminos
y carreteras de Aljustrel a Fátima y a Cova de Iría. Y doy gracias
a Dios, ofreciéndole la fe de nuestro buen pueblo portugués. Y
pienso: si esta gente se humilla así delante de tres pobres niños,
sólo porque a ellos les es concedida misericordiosamente la gracia
de hablar con la Madre de Dios, ¿qué no harían si viesen delante
de si al propio Jesucristo?
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Bien, pero esto no pertenece aquí. Fue más bien una distracción
de la pluma que se me escapó por donde yo no quería.
¡Paciencia! Una cosa más de sobra; pero no la quito, por no inutilizar
el cuaderno.
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Llegamos, por fin, a Cova de Iría, junto a la carrasca, y comenzamos
a rezar el rosario, con el pueblo. Poco después, vimos
el reflejo de la luz y, seguidamente, a Nuestra Señora sobre la
encina.
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– Continuad rezando el Rosario, para alcanzar el fin de la guerra.
En octubre vendrá también Nuestro Señor, Nuestra Señora de
los Dolores y del Carmen y S. José con el Niño Jesús para bende180
cir al mundo. Dios está contento con vuestros sacrificios pero no
quiere que durmáis con la cuerda; llevadla sólo durante el día,
– Me han solicitado para pedirle muchas cosas, la curación de
algunos enfermos, de un sordomudo.
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– Sí, a algunos los curaré; a otros no. En octubre haré el milagro
para que todos crean.
Y comenzando a elevarse, desapareció como de costumbre.
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- El trece de octubre-
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Día 13 de octubre de 1917.
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–- Salimos de casa bastante temprano,
contando con las demoras del camino. El pueblo estaba en
masa. Caía una lluvia torrencial. Mi madre, temiendo que fuese el
último día de mi vida, con el corazón partido por la incertidumbre
de lo que iba a suceder, quiso acompañarme. Por el camino se
sucedían las escenas del mes pasado, más numerosas y conmovedoras.
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…………
Ni el barro de los caminos impedía a esa gente arrodillarse
en la actitud más humilde y suplicante. Llegados a Cova de Iria,
junto a la carrasca, transportada por un movimiento interior, pedí al
pueblo que cerrase los paraguas para rezar el Rosario. Poco después,
vimos el reflejo de la luz y, seguidamente, a Nuestra Señora
sobre la encina.
– ¿Qué es lo que quiere Vd. de mí?
– Quiero decirte que hagan aquí una capilla en mi honra; que
soy la Señora del Rosario; que continúen rezando el Rosario todos
los días. La guerra va a acabar y los soldados volverán con brevedad
a sus casas..
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– Tenía muchas cosas que pedirle: si curaba a algunos enfermos
y si convertía a algunos pecadores; etc…
– Unos, sí; a otros no. Es preciso que se enmienden; que pidan
perdón por sus pecados.
Y tomando un aspecto más triste:
– No ofendan más a Dios Nuestro Señor, que ya está muy
ofendido.
Y, abriendo sus manos, las hizo reflejarse en el sol. Y, mientras
se elevaba, continuaba el reflejo de su propia luz proyectándose
en el sol.
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He aquí, Exmo. Señor Obispo, el motivo por el cual exclamé
que mirasen al sol. Mi fin no era llamar la atención de la gente hacia
él, pues ni siquiera me daba cuenta de su presencia. Lo hice sólo
llevada por un movimiento interior que me impulsaba a ello.
Desaparecida Nuestra Señora en la inmensa lejanía del firmamento,
vimos al lado del sol, a S. José con el Niño y a Nuestra
Señora vestida de blanco, con un manto azul. S. José con el Niño
parecían bendecir al Mundo, con unos gestos que hacían con la
mano en forma de cruz.
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Poco después desvanecida esta aparición, vimos a Nuestro
Señor y a Nuestra Señora, que me daba idea de ser Nuestra Señora
de los Dolores. Nuestro Señor parecía bendecir el Mundo de la
misma forma que S. José.
Al desvanecerse esta aparición me pareció ver todavía a Nuestra
Señora en forma parecida a Nuestra Señora del Carmen..
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EPÍLOGO
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He aquí, Exmo. y Rvmo. Señor Obispo, la historia de las apariciones
de Nuestra Señora en Cova de Iría, en 1917. Siempre que,
por algún motivo, tenía que hablar de ellas, procuraba hacerlo con
las mínimas palabras, con la intención de guardar para mí esas
partes más íntimas que tanto me costaba manifestar. Pero como
ellas son de Dios y no mías, y Él ahora por medio de V. E. Rvma.
me las reclama, ahí van. Restituyo lo que no me pertenece.
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Advertidamente no me reservo nada. Me parece que deben faltar
sólo algunos pequeños detalles referente a peticiones que hice.
Como eran cosas meramente materiales no les dí tanta importancia
y tal vez por eso no se me grabaron tan vivamente en el alma. Y,
además eran tantas, tantas… Debido tal vez a preocuparme con el
recuerdo de tan innumerables gracias que tenía que pedir a Nuestra
Señora, caí en el error de entender que la guerra acababa el
mismo día 13 (18).
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No pocas personas se han mostrado bastante sorprendidas
por la memoria que Dios se dignó darme. Por una bondad infinita,
la tengo bastante privilegiada, en todos los sentidos. Pero en estas
cosas sobrenaturales no es de admirar, porque ellas se graban en
(18) Lucía parece que fue inducida a errar por las personas que se acercaban y le
urgían sobre que la guerra acababa en aquel día.
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