Flora Cantábrica

Matias Mayor

Frases del día16,1, 20


Fray María Rafael

Una virulenta diabetes y la Guerra Civil lo obligaron a abandonar en tres ocasiones el monasterio, con los subsiguientes reingresos. Falleció el 26 de abril de 1938 a la edad de 27 en la enfermería del convento, tras un coma diabético

 

Cartas

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11 de junio de 1934 – lunes

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Al Padre Marcelo León, Maestro de novicios, desde Oviedo

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Reverendo Padre Marcelo León.

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Respetable y querido Padre Maestro: Le ruego disculpe mi tardanza en escribirle dándole noticias de mi salud, pero a un enfermo se le puede perdonar esa pequeña falta.

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Sigo mejorando, aunque muy lentamente, y ya voy recobrando las perdidas fuerzas… Estos últimos días, he podido ir a recibir al Señor, claro está, que no puedo ir a pie, a pesar de la corta distancia de la iglesia a mi casa, y esta tarde saldré por primera vez, a dar un paseo en coche.

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Sigo un plan de alimentación muy severo, pesándome las cantidades escrupulosamente, para saber el número de “hidratos de carbono” que tolera mi organismo y relacionarlos con la cantidad de “insulina” que me tienen que poner… Me hacen dos análisis diarios de la orina y me dan tres inyecciones también diarias de “insulina”. Le aseguro, Padre, que estoy pasando más hambre que en Cuaresma.

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El médico dice que tendré que estar así todo el verano, pero que me curaré… Eso es lo que yo deseo para volver a mi monasterio, aunque ha de pasar tiempo hasta que yo pueda seguir normalmente el plan de alimentación de la Trapa… Mientras tanto, todo está en manos de Dios. El es quien puede resolver, y estoy en sus manos.

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Mi estado de ánimo varía… Ha sido todo esto tan repentino, y tan rápido, que he estado unos días como atontado y sin saber lo que pasaba dentro de mi, y estaba como aturdido. El cambio de vida es tan radical, que no podía ser por menos… Creí que Dios me llevaba al cielo, pero parece ser que no es todavía la hora de mi liberación y que me quiere aquí en la tierra todavía un poco más de tiempo… Cúmplase su voluntad y no la mía.

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Cuando me fui a la Trapa, a Él le entregué todo lo que yo tenía y todo lo que yo poseía: mi alma y mi cuerpo… Mi entrega fue absoluta y total, muy justo es, pues, que Dios ahora haga de milo que le parezca y lo que le plazca, sin que haya por mi parte ni una queja ni un movimiento de rebeldía.

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Dios es mi dueño absoluto y yo soy su siervo, que obedece y calla… A veces me pregunto ¿qué querrá Dios de mí pero como dice David: “¿Quién es el hombre para conocer los designios de Dios?”. Por tanto, lo mejor es cerrar los ojos, y dejarse llevar por Él, que Él sabe lo que nos conviene.

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Yo era demasiado feliz en la Trapa; la prueba que me ha exigido es dura, pero con su auxilio saldré adelante y aquí, allí o donde sea, seguiré adelante sin retroceder. “He puesto la mano en el arado y no puedo mirar atrás”.

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Dios no solamente aceptó mi sacrificio, cuando dejé el mundo, sino que me ha pedido mayor sacrificio todavía, que ha sido volver a él… ¿Hasta cuándo?… Dios tiene la palabra. Él da la salud, y Él la quita… Los hombres nada podemos hacer más que confiar en su divina providencia sabiendo que lo que El hace, bien hecho está, aunque a primera vista a nosotros nos contraríe nuestros deseos, pero yo creo que la verdadera perfección es no tener más deseos que, “que se cumpla su voluntad en nosotros”.

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Dios en su infinita sabiduría, no pregunta al hombre lo que desea para otorgárselo inmediatamente, pues generalmente éste no sabe lo que le conviene para su salvación, sino que, obrando por encima de la razón y los designios de la criatura, la lleva, la trae y la prueba de mil maneras… y el hombre dice: “Señor, ¿por qué hacéis esto” , y Dios parece que dice: “Confía en mi, vosotros sois como niños, y para llegar el reino de mi Padre, no podéis ir solos, ni señalar el camino; yo os conduciré… Seguidme, aunque contraríe vuestros deseos… El reino de Dios sufre violencia.., y para llegar al término, no ha de ser por donde el hombre dispone, pues como niño que es a los ojos de Dios, apenas sabe andar… Confía en mi, dice Jesús, y yo te llevaré”.

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Querido Padre Maestro: Yo me dejo llevar por Jesús… Cuando era más feliz… Cuando veía claro mi porvenir de monje cisterciense, cuando ya no deseaba nada del mundo y mi único deseo era estar hasta morir con mis hermanos en religión…, dice Jesús: “Ahora una enfermedad y afuera”… Pues bien, “fiat”, ¿qué más puedo hacer?

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Por tanto, ya ve Padre, que estoy tranquilo, que las circunstancias por que atravieso no dependen de mi y que, por tanto, como ha sido Dios el que me ha sacado, del noviciado, si El quiere, Él me volverá a llevar.

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Cuántas cosas le diría para los Padres, y los novicios, y oblatos… Mi silencio creo yo que será más elocuente que todo lo que yo por carta pueda decir… He dejado en la Trapa tanto cariño sincero que eso no se olvida nunca. No le doy recuerdos en particular para nadie, porque tendría que ir nombrando a toda la comunidad; aunque corporalmente estoy aquí, espiritualmente estoy muy a menudo en el coro.

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Me levanto tarde, me acuesto tarde, estoy todo el día en casa sin hacer nada, pues el leer me cansa ….

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El hábito no me lo pongo para no llamar la atención, y lo tengo cuidadosamente guardado; para mi fue un consuelo el traérmelo.

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No recibo a nadie; los primeros días, porque la gente me mareaba realmente, y ahora porque lo que me digan no me interesa lo más mínimo, como usted fácilmente comprenderá, y aunque hay gente que verdaderamente me aprecia también hay mucha curiosidad, pues un trapense no se ve todos los días.

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El otro día estuvo en casa el Padre Felipe que yo no conocía; vino a ver a su familia y de paso se detuvo a conocerme. Es muy simpático y debe ser muy bueno.

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Nada más tengo que contarle… Perdóneme lo mal pergueñadas que van estas líneas, pero ya sabe usted cómo escribo, mucho, deprisa y mal, pero ese soy yo; las cartas de cumplido las guardo para otra persona que no sea mi Padre Maestro.

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Confío en las oraciones que le dirigirán por mi a [la] Santísima Virgen los novicios y los oblatos; desde luego, fío más en ellas que en los médicos a quien Dios perdone el hambre que me están haciendo pasar…, le aseguro, Padre, que es tremenda, pues además es una característica de la enfermedad.

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Sin más que decir presente mis respetos al reverendo Padre Abad, mi sincero afecto a los novicios y de usted espera recibir su bendición y sus oraciones, su novicio

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