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Frases del dia 2. 12, 17
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SANTA GEMA GALGANI
FURIOSA GUERRA INFERNAL:
Jesús dijo cierto día a Gemma: «Prepárate, pues el demonio será quien dé la última mano a la obra que en ti deseo ejecutar». Y estas palabras del Señor se cumplieron al pie de la letra. El demonio detestaba a Gema; le daba golpes, la tentaba contra la pureza con pensamientos e imágenes sugestivas y grotescas; trataba de impedir que comulgase e incluso llegó a aparecérsele bajo la apariencia del mismo Jesús.
Por todos los medios trataba de privarla de dirección espiritual, insinuándole cosas malas acerca de sus confesores, o haciéndose pasar por ellos. Era una guerra constante y continua que duró hasta su misma muerte. Era de esperar esta guerra de parte del demonio ya que serían muchas las almas que se beneficiarían de los sufrimientos y oraciones de Santa Gemma, y mas aún, ella solo quería conformarse con la voluntad de Dios para su vida. Esto hacía que el demonio se revolcara de rabia, porque no podía vencerla.
Tanta era la rabia que sentía hacia la pureza de Santa Gemma que un día la tentó visiblemente, de tal modo que, no pudiendo huir de él, hizo la señal de la Cruz y se arrojó en un pozo de agua helada en el jardín. Su ángel la sacó y la felicitó por su gran amor a la pureza, por su valentía y por su triunfo.
En otra ocasión, cuando la santa, por orden del P. Germán, escribía su vida: «dándose cuenta el demonio del fruto que podía hacer (el libro de su vida), se lo robó gritando: `¡Guerra, guerra a tu Padre!, tu escrito está en mis manos`; y se relamía y se revolcaba en el suelo de la satisfacción.»
El P. Germán, enterado por una carta de Gemma, se fue al sepulcro de San Gabriel de la Dolorosa y allí, leyó los exorcismos, ordenando al demonio que volviese el manuscrito a su lugar. El demonio lo devolvió todo chamuscado, aunque perfectamente legible, como se conserva todavía hoy en el Convento de los Pasionistas de Roma, produciendo honda impresión en cuantos lo ven.
Escribe la santa: «El demonio me hace sufrir mucho, pero siempre terminan por vencerle Jesús y María, o bien el àngel o San Pablo de la Cruz o el hermano Gabriel; siempre son estos tres.
«¡Si viera cómo escapa tan luego como se presenta alguno de ellos!..»
¡PADRE!… ME VOY CON JESÚS:
Gemma estaba enferma. El P. Germán que no quería que muriese aún, le ordenó que sanara. Jesús la sanó pero le dijo: «Escribe a tu padre que será por poco tiempo». Gemma comunicó a doña Cecilia que deseaba verle, y ésta le escribió: «Venga pronto a indicarnos que debemos hacer».
Gemma ya había vuelto a enfermar. Llegando el Padre Germán, se sentó junto a ella y se produjo este diálogo: -«Pero…¿qué es lo que hacemos, Gemma?»
-«¡Padre!», contestó Gemma llena de gozo, «Me voy con Jesús. Me lo ha dicho claramente. ¡Al cielo, padre, al cielo con Jesús!».
-«¿Y los pecados cometidos cuándo se van a pagar?»
-«¿Me ha dicho Jesús que me enviará sufrimientos para purificarme…El me aplicará los méritos de su Pasión…y me llevará con El al Paraíso».
Esa misma tarde el P. Germán escuchó su confesión y llorando decía que Gema había mantenido intacta su inocencia bautismal. Al siguiente día le administró el Viático.
El P. Germán tenía urgencia de volver a Roma y preguntó a Gema: «¿Cuánto durará esto? …Gema le contestó: «Esta enfermedad será la última, pero me dice Jesús que aún no ha llegado mi hora». Añade el P. Germán: «Por última vez bendije aquel ángel de la tierra, al que no había de ver más, y me retiré».
Tenía que retirarse, pues Jesús había dicho a Gemma que el demonio sería quien diese la última mano a su virtud y…, estando él, el demonio no se hubiera atrevido a hacerle nada. Pero…, tan luego como el P. Germán se fue, no reconoció límites su bestialidad durante siete largos meses. Perturbaba su imaginación con horribles fantasmas con el fin de producirle estados de ansiedad, tristeza, amargura y temor, que la indujeran a la desesperación. Le decía muchas veces: «Ahí tienes lo que has conseguido con tus fatigas en el servicio de Dios»; y le presentaba tales figuras contra la pureza, que escribió al P. Germán: «Padre mío, pídale a Jesús que me cambie esta cruz por cualquier otra. Haga desde ahí los exorcismos para que este perverso se vaya, o mande a su ángel para que lo ahuyente».
Viendo que con tentaciones no podía vencerla, empezó a maltratarla con los golpes más brutales y en forma de bestias feroces, que amenazaban despedazarla. Dirigiéndose entonces a María Santísima, le decía: «Madre mía; me encuentro bajo el poder del demonio que quiere arrancarme de las manos de Jesús. Ruéguele por mí. ¡Viva Jesús!».
Jesús y María, complacidos al ver como luchaba, le enviaban a San Pablo de la Cruz o a San Gabriel para animarla. El mismo Jesús le dijo: «Hija mía; humíllate bajo mi mano poderosa y lucha, que tu lucha te conducirá a la victoria».
ENTREGA SU VIDA POR UN PECADOR