This entry was posted on sábado, septiembre 10th, 2011 at 22:03 and is filed under Etnopaisaje. You can follow any responses to this entry through the RSS 2.0 feed. You can leave a response, or trackback from your own site.
Como los ricos destruyen el planeta. That way the rich are destroying the planet
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Como los ricos destruyen el planeta. That way the rich are destroying the planet
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Hervé Kemp
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Vamos a la tertulia del University College
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Etnopaisaje.com
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Comenta el moderador: Para el autor de este libro en el que ha seleccionado y organizado lo mejor de su reflexión sobre el tema, no se resolverá la crisis ecológica sin antes atacar la crisis social. Hoy es la oligarquía quien controla las finanzas, la economía y la política, además de los medios de comunicación en el mundo, la que amenaza el planeta.
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La visión del mundo de las clases dirigentes, que consiste en pensar que la única vía imaginable es aquella que conduce a acrecentar más y más la riqueza, no solamente es siniestra , también es ciega
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. Según él, la ausencia de real solución a la crisis ecológica tiene su origen en la profunda desigualdad que reina en el período actual. Estima que el capitalismo ha adoptado, desde 1980, un régimen nuevo en relación al período anterior, considera que la exacerbación del individualismo ha transformado la cultura colectiva. Desde esta perspectiva, la solución a la crisis ecológica pasa por un retorno al sentimiento colectivo y, por ende, a la salida de la cultura capitalista.
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The moderator says: For the author of this book that has been selected and organized the best of his reflection on the issue will not solve the ecological crisis without attacking the social crisis. Today is the oligarchy who controls the finances, economics and politics, in addition to the media in the world, threatening the planet.
The worldview of the ruling class, which consists in thinking that the only way imaginable is that which leads to increase more and more wealth, not only is left, is also blind
According to him, no real solution to the ecological crisis is rooted in the profound inequality that prevails in the current period. Estimated that capitalism has taken since 1980, a new regime in relation to the previous period, finds that the exacerbation of individualism has transformed the corporate culture. From this perspective, the solution to the ecological crisis passes for a return to collective sentiment and hence the output of capitalist culture
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Recogemos una entrevista que le hizo Luisa Corradini
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Periodista del diario francés Le Monde , especialista en temas ecológicos desde hace más de 20 años, Kempf analiza con cifras y argumentos precisos las razones de esa urgencia. En su libro, que acaba de ser publicado en la Argentina por Libros del Zorzal, denuncia el papel de los ricos en ese proceso de destrucción: «Son ellos quienes crean los modelos que imita el resto del planeta», afirma. A su juicio, la necesidad de consumo material se transmite de los opulentos hacia abajo hasta llegar a los más pobres de los países más miserables. Kempf no pretende privar a los pobres de la posibilidad de desarrollarse. Para él, es imprescindible regresar a la noción de «bien común«. «Es una cuestión de sentido común. Es necesario regresar a la sobriedad», dice este parisino afable, de 51 años, que se desplaza en bicicleta y cuyos cinco hijos viven felices en el corazón de la quinta potencia del mundo sin teléfono celular ni televisión.
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Cuando publicó su libro, la ecología estaba lejos de tener la importancia que alcanzó ahora. ¿Usted esperaba esa aceleración brutal de la crisis?
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– Sí. Yo sabía que era inminente. Pero lo que más me sorprendió fue la toma de conciencia del aspecto social de la cuestión ecológica que se ha producido. En Francia, la gente, en particular la de izquierda, terminó por entender que la ecología no es una preocupación de burgueses, sino que realmente forma parte de la política; que ya no se puede interpretar el mundo sin la ecología. Por su parte, los ecologistas han comprendido que es imposible pensar la ecología sin tener en cuenta las desigualdades sociales. Es evidente que el encuentro entre la ecología y lo social se está haciendo en forma muy clara.
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¿Por qué se produce esa conjunción?
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– Por la realidad. La gente ve que la crisis no está en el futuro, sino en el presente. El aumento de los precios del petróleo, la crisis alimentaria. Desde la canícula de 2003 en Francia, que provocó 15.000 muertos (cerca de 70.000 en Europa), el continente pasa sin cesar de sequías a inundaciones. China soportó este año las peores tempestades de nieve de los últimos 50 años. En cada lugar del planeta ha ocurrido alguna catástrofe climática. Y lo mismo sucede con las desigualdades sociales. Desde hace tres o cuatro años cada vez hay más manifestaciones de protesta. La gente se está dando cuenta de hasta qué punto el desarrollo del capitalismo en los últimos 30 años se hizo profundizando las desigualdades. No lo sabían. Yo terminé por verlo hace tres o cuatro años. En Francia la gente supo hace poco que los presidentes de las 40 mayores empresas cotizadas en la bolsa se aumentaron sus ingresos en más de 50%, cuando el salario promedio del país no aumentó en el mismo período.
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– Usted dice en su libro que los ricos tienen que volver a la mesura. Que «la solución es detener el crecimiento material». ¿No es un delirio?
¿Qué es un delirio? Hay hipermillonarios que quieren comprarse cohetes para ir al espacio y yates de 110 metros de largo. ¿Son ellos los que deliran o deliramos los que decimos: «Hay una crisis ecológica tan profunda que habría que limitar la presión de la sociedad humana sobre el medio ambiente y reducir el consumo»? . Si queremos hacer avanzar las cosas debemos articular la cuestión ecológica a la restructuración de la relación de poder, de la acumulación de riquezas. Yo no digo que los ricos o los empresarios deben desaparecer. Por el contrario, creo que tienen un papel muy importante que desempeñar. Pero hay estudios que muestran que en los años 70 los ejecutivos ganaban 30 veces más que sus empleados. Ahora hemos superado la proporción de 120 por uno. No se trata de denunciar. Pero es necesario decir que hay que volver a una relación social más humana y normal.
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– ¿Y eso cómo puede hacerse?
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– Políticamente, redescubriendo el bien común.
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– Usted es un optimista sin límites.
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No. Después de ese libro di varias conferencias en Francia y me doy cuenta de que hay mucha gente que tiene necesidad de descubrir la política, de cambiar las cosas, de imaginar otro mundo en el cual podrían participar. La gente normal conoce la realidad, mucho más que los hiperricos o los oligarcas, como yo los llamo. Hay dos fenómenos simultáneos. El primero son esos individuos que discuten, proyectan y hacen cosas para ir en una dirección diferente de aquellos que buscan el enriquecimiento desenfrenado o la acumulación de bienes. El segundo es que la gente quiere hacer política. La gente recupera ese bien común. En los años 60 el concepto de bien común estaba -por lo menos en Francia- mucho más presente que ahora. Cuando yo era niño todos los adultos hablaban de política, fueran comunistas o gaullistas . Estos últimos 30 años consiguieron convencernos de que la política no sirve para nada, de que todos los políticos son corruptos. En Francia, la izquierda tiene mucha responsabilidad en esto. En ese proceso hemos perdido la idea del bien común. Ahora, cada individuo piensa que uno es lo que tiene. Si uno tiene un hermoso Mercedes es porque ha trabajado muy bien y se merece un auto mejor que el de los otros.
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– En esa crítica durísima que hace de los hiperricos dice que no tienen proyecto de sociedad.
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– Efectivamente. No lo tienen. En los años 60, las elites mundiales, sobre todo en Estados Unidos, tenían un proyecto que era el de defender el mundo libre del comunismo soviético. Y tenían razón. La clase dirigente (que entonces llamábamos burguesía) tenía como objetivo no sólo hacer mucho dinero, sino defender Occidente y sus valores. Desde el derrumbe de la Unión Soviética, la clase dominante no tiene proyecto. Lo único que defiende es el crecimiento, la acumulación de bienes y, sobre todo, la preservación de la relación de fuerzas establecidas desde el poder. Cuando uno lee sus libros o sus revistas, es imposible encontrar alguna visión de futuro. Y, si existe, es una visión apocalíptica, que imagina que los más ricos terminarán aislados, protegidos por muros y milicias privadas, frente a las amenazas desencadenas por la crisis ecológica y social. Tenemos una clase dirigente que ha dejado de tener legitimidad. Porque ¿qué confiere legitimidad al poder? La capacidad de proponer a una sociedad una forma de pensar el futuro. No tenemos eso. Lo único que les interesa es acumular para ellos.
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¿Y la clase política?
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– La clase política está al servicio de ese gran capital. Los ejemplos de Berlusconi, Sarkozy y George Bush son claros: Bush es el amigo de todos los hipermillonarios estadounidenses; Sarkozy, el de todas las grandes fortunas francesas, y Berlusconi es un multimillonario que posee infinitas empresas. Actualmente tenemos una clase política que está totalmente engarzada en esa oligarquía económica y que comparte sus valores.
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– Usted afirma que, además de carecer de proyecto político, son ignorantes y que, incluso, tratan de llevar el planeta al cataclismo
– Por lo menos una parte de ellos tiene la tentación de ir hacia el límite aceptable. Mire la forma en que se comportó la presidencia de George Bush, que fue una de las más catastróficas de la historia de Estados Unidos
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– ¿Cómo imagina un mundo sin crecimiento?
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– No estoy en contra del crecimiento, sino a favor de la reducción del consumo material. Imagino un mundo donde no habría más evasión fiscal de los más ricos. Esa evasión significa varios miles de millones de dólares que están depositados en Liechtenstein, en las islas Caimán, en Guernesey o en otros sitios. Europa tiene una responsabilidad enorme y podría comenzar a hacer un esfuerzo en ese sentido. Se podría recuperar una gran parte de la riqueza colectiva que, por el momento, es robada por esos hiperricos y que volvería a la sociedad. No pretendo la igualdad perfecta, no creo en eso, pero se terminaría todo ese consumo desenfrenado de gastos inútiles; sería el fin de ese modelo cultural de superconsumo que empuja a la gente normal a imitar esas conductas (tener una 4×4, una pantalla extraplana de TV o el último modelo de cualquier cosa). Imagino un mundo donde la parte ahorrada del hiperconsumo serviría para financiar actividades sociales que toda comunidad necesita. En Francia necesitamos educación, salud pública. El mundo necesita otra agricultura, más ecológica, que produzca más y emplee más gente; necesita eficacia energética, con menos derroche; otra política de transporte. Imagino un mundo donde seguiríamos creciendo, pero donde ya no existiría el crecimiento material. Hay que instaurar una actividad económica centrada en la necesidad de la gente, orientada hacia los lazos sociales y el intercambio. Por fin, teniendo en cuenta que soy ciudadano de una gran potencia, quizás estas naciones ricas deberían ser más generosas y utilizar parte de esa enorme riqueza para ayudar a esos países que, por el momento, hemos explotado descaradamente.
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¿Cómo se les pide a los países emergentes como China o India que dejen de consumir?
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– Yo no puedo hacerlo. Por eso me dirijo, sobre todo, a los grandes países del Norte que son los más ricos y los principales contaminadores. Además, son ellos los que definen el modelo cultural que se ha impuesto en el planeta a través de la mundialización. Las clases medias indias tienen ganas de consumir más, de tener autos más potentes, porque miran en la TV cómo viven los estadounidenses y los europeos. Con los rusos sucede lo mismo. Lo que pido a europeos y norteamericanos es que cambien el modelo. En todo caso, China, India o Brasil se están dando cuenta rápidamente de la amplitud de la crisis ecológica. Y ven que en sus países también hay fenómenos de desigualdad, que serán cada vez más insoportables a medida que la crisis se agrave. En esos países hay conflictos sociales que se organizan en torno al control de los elementos esenciales a la supervivencia (agua, propiedad de la tierra). Las contradicciones que hemos descrito a escala mundial, se están manifestando también a nivel nacional en el sur. El crecimiento en esos países no durará mucho tiempo. El crecimiento actual de China y de India (entre el 9 y 10%) no durará mucho. Es demasiado violento, tanto desde el punto de vista ecológico como social. También allí se producirán profundos movimientos de transformación. Sin embargo, a ellos les será menos difícil ir hacia un modelo de sociedad que consuma poco materialmente. Los habitantes de los países ricos padeceremos más ese proceso, porque hemos perdido la costumbre de la sobriedad.
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