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Ciudadanía ecológica. Ecológical citizienship
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Ciudadanía ecológica
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DEMOCRACIA, CIUDADANÍA Y ECOLOGISMO
POLÍTICO (*)
Por ÁNGEL VALENCIA SÁIZ
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ETNOPAISAJE.COM
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Vamos a la tertulia del University College
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Interviene el moderador: A diferencia de otras nociones de ciudadanía,la ecológica no se basa tanto en los derechos como en las obligaciones; en su ámbito de actuación es tan importante la esfera de lo privado, como la de lo público; y se dirige a un sujeto que va más allá del Estado-nación, siendo por ello una suerte de ciudadanía global o cosmopolita.
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Se viene hablando desde mediados de la década de los noventa de la ciudadanía ecológica como una noción que pretende contribuir a la formulación del proyecto ecologista desde una perspectiva que asume temas como las circunscripciones medioambientales, las generaciones futuras y la transformación de los conceptos de participación y representación políticas en el marco de construcción de un modelo democrático diferente.
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Está claro que el concepto de “Ciudadanía ecológica” presupone profundos cambios en los sistemas democráticos actuales. Pues el concepto de ecología es muy complejo y hay que explicarlo muy bien para que se entienda que los problemas ecológicos a nivel mundial deben condicionar las decisiones democráticas
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The moderator intervenes: Unlike other notions of citizenship, the ecology is not based so much on rights as the obligations, in its scope is so important private sphere, like the public, and addresses a subject that goes beyond the nation-state, being therefore a kind of global or cosmopolitan citizenship.
Been talking about since the mid-nineties of ecological citizenship as a concept that aims to contribute to the formulation of the environmentalist perspective that takes issues like environmental constituencies, future generations and the transformation of the concepts of participation and political representation in the context of building a democratic model different.
It is clear that the concept of «ecological citizenship» requires profound changes in the current democratic system. For the concept of ecology is very complex to be explained very well so they understand that ecological problems worldwide must determine the democratic decisions
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1. DEMOCRACIA Y ECOLOGISMO POLÍTICO: ¿UNA RELACIÓN CONTINGENTE O
NECESARIA?
Una de las características fundamentales tanto de la teoría política verde como
del ecologismo político, ya sea como movimiento social o como partido político, es
que su concepción de la naturaleza determina un modelo de sociedad (sociedad
sustentable) y un modelo de democracia (democracia participativa) específicos que
están estrechamente relacionados (1). Hay, pues, dentro de los principios del ecolo-gismo una relación entre las nociones de sustentabilidad y democracia que determinan
una visión específica de la política y de la sociedad, que se derivan, a su vez,
de una determinada concepción de la naturaleza, cuyas características (2) no son
siempre compatibles en el ámbito de lo político
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En efecto, la importancia de la naturaleza para el ecologismo no se agota en las razones de su
preservación. «El naturalismo total del ecologismo descansa en la convicción de que los seres humanos
son criaturas naturales»
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En el fondo, la relación entre el ecologismo y la democracia es problemática no
sólo por la disyunción existente entre teoría e ideología sino que la clave reside,
como afirma Giddens, en que «la política ecologista es una política de pérdidas —la
pérdida de la naturaleza y la pérdida de la tradición—, pero también es una política
de recuperación.
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(5) A. GIDDENS: Más allá de la izquierda y la derecha. El futuro de las políticas radicales. Cátedra,
Madrid, 1996, pág. 234. Esta concepción de la política ecologista como una «política de pérdidas» y como
«política de recuperación» se basa en una la relación del hombre y la naturaleza concebida como una
dimensión institucional de la modernidad dentro de un mundo caracterizado por la «incertidumbre
fabricada». Una dimensión de la modernidad vinculada al impacto de la industria, la ciencia y la tecnología
en el mundo moderno. De este modo, la influencia del desarrollo social en los ecosistemas mundiales es
uno de los contextos en los que nos enfrentamos a riesgos de «grandes consecuencias» procedentes de la
expansión de la «incertidumbre fabricada».
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En consecuencia, algunos de los riesgos actuales tienen «grandes consecuencias» y sus peligros
potenciales nos afectan a todos pero tienen un origen social. Así, por ejemplo, «los riesgos vinculados al
calentamiento global, el agujero en la capa de ozono, la contaminación a gran escala o la desertización
son producto de actividades humanas»
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Serían riesgos de «grandes consecuencias» vinculados a esta dimensión de la modernidad
y que ponen de manifiesto que nuestra relación con el medio ambiente se ha vuelto problemática en varios
aspectos. Sin embargo, lo relevante en términos políticos de esta «problemática» relación entre el hombre
y la naturaleza es la aparición de una toma de conciencia de una naturaleza amenazada por el ser humano,
enfrentada a sus propios límites como consecuencia de la propia modernidad. Este hecho es significativo
políticamente porque nos ayuda a situar la crisis ecológica, la teoría política verde y la acción política de
los movimientos y partidos ecologistas como «manifestaciones de una modernidad que, a medida que se
hace universal y «se vuelve contra sí misma», se enfrenta a sus propios límites»
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Lo que une
a las corrientes del pensamiento ecologista (…) es su postulación de un nuevo modelo
de sociedad alrededor de unos nuevos valores que establezcan una relación armónica
entre el ser humano y la naturaleza y, por tanto, diferente a la establecida por una
evolución perversa de la modernidad que es responsable de la crisis ecológica que
padecemos hoy. Esto exige un cambio ético y político profundo en las sociedades
actuales,
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En este contexto, la democracia liberal concebida como un vehículo para la
representación de intereses se torna insuficiente para resolver las aspiraciones de la
teoría política verde, siendo necesaria lo que Giddens denomina una «democracia
dialogante», entendida «como un modo de crear un terreno público en el que —en
principio— se puedan resolver o, al menos, abordar cuestiones controvertidas a
través del diálogo, y no mediante formas preestablecidas de poden (7) y es aquí
donde los movimientos sociales, y el movimiento ecologista en particular, pueden
jugar un papel decisivo en el impulso de este concepto de democracia
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«las cualidades democráticas de los movimientos sociales y los grupos de apoyo
proceden, en gran parte, de que abren espacios para el diálogo público en relación con
los problemas de los que se ocupan. Pueden forzar la introducción, en el terreno de
debate, de aspectos de la conducta social que anteriormente no tenían discusión, o se
«resolvían» con arreglo a las prácticas tradicionales.
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Y desde el ámbito de lo político,
porque los propios principios en que se basa el ecologismo político exigen una
transformación política y social tan profunda como difícil de articular dentro del
modelo democrático liberal.
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En el ecologismo hay una fuerte opinión
de que la «sociedad sana» (metáfora orgánica intencionada) es aquella en la que un
abanico de opiniones no sólo es tolerado, sino celebrado, por cuanto esto proporciona
un depósito de ideas y formas de conducta del cual echar mano cuando se afrontan
problemas políticos o sociales» (9).
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En cualquier caso, para la teoría política ecologista más reciente parecen ir unidas
democracia participativa y sociedad sustentable (15). Como afirma Dobson, «es una
máxima verde que a las voces discrepantes se les permita hablar, y en este sentido el
ecologismo suscribe el principio democrático de gobierno por acuerdo. Tampoco es
una vaga especie de acuerdo que se considera suficientemente bueno: la mayoría de
los verdes son partidarios de una forma de sociedad radicalmente participativa en la
cual tenga lugar la discusión y donde el acuerdo explícito sea pedido y alcanzado en
el abanico más amplio posible de cuestiones políticas y sociales. Todo esto supone el
tipo de política descentralizada a menudo asociada con la sociedad sustentable» (16).
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véase A. DOBSON: Pensamiento político verde, op. cit., págs. 106-108— existen
cuatro grandes posturas: a) La posibilidad de un «nuevo orden mundial» dispuesto para hacer frente a los
problemas de coordinación mundial que presenta la naturaleza internacional de la crisis medioambiental.
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b) el «autoritarismo centralizado»; sus partidarios también creen que existe una crisis medioambiental y
como no es probable que nadie se someta voluntariamente a las medidas necesarias para afrontarla, tendrán
que ser obligados a ello. La autoridad se identifica con los Estados nacionales y no se consideran
necesarios cambios político institucionales importantes
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2. LA DEMOCRACIA LIBERAL: UN MODELO DEMOCRÁTICO INSUFICIENTE PARA LA
TEORÍA POLÍTICA VERDE
El punto de partida de una teoría de la democracia verde es el siguiente: Si la
democracia liberal parece incapaz de darnos una solución última a la crisis ecológica
pero, al mismo tiempo, la democracia es un elemento fundamental para el pensamiento
y la praxis políticas del ecologismo. ¿Cómo pueden los verdes conseguir sus
fines políticos dentro de un marco democrático?
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Desde esta perspectiva, lo primero que hay que aclarar es por qué la democracia
liberal resulta insuficiente para las prescripciones políticas del ecologismo (33) y esto
es así, fundamentalmente, porque la teoría de la democracia liberal no se plantea las
cuestiones que preocupan al ecologismo de manera específica.
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El objetivo de Eckersley (34) es definir los principios de la democracia liberal
que deben de cambiar dentro de ese cambio de la relación de la sociedad con la
naturaleza, centrándose en una institución democrática prototípica: los derechos de
protección del medio ambiente, en particular aquellos que afectan a los seres humanos
(Derechos Humanos Medioambientales)
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Uno de esos «déficit» de la democracia liberal es el concepto de ciudadanía. En
ese sentido, la aspiración del pensamiento verde es lo que Peter Christoff ha denominado
«ciudadanía ecológica»
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¿cómo establecer una conexión entre ecología
y democracia?
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Eckersley (38) señala dos vías:
a) Postular la existencia de una serie de precondiciones medioambientales para la
democracia —es decir, un conjunto de precondiciones básicas para la supervivencia
del ser humano que sean indiscutibles—, lo cual implica la idea de que la «racionalidad
ecológica» es superior o compatible con la «racionalidad democrática (39); y
b) postular los derechos medioambientales como prioritarios o previos a los derechos
políticos. En este punto la tesis de Eckersley es que «los derechos sociales, ecológicos
y políticos están estrechamente relacionados y deben ser vistos como una parte
de los derechos de la ciudadanía»
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3. LA PROBLEMÁTICA DE LA CIUDADANÍA: EL CONCEPTO DE «CIUDADANÍA
ECOLÓGICA
Los dos problemas del concepto de ciudadanía dentro de los Estados democráticoliberales
en relación con la ecología son dos: a) una subrepresentación de los
ciudadanos en temas ecológicos
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b) Los intereses ecológicos
de la ciudadanía no están debidamente representados por que los protección
ambiental, en el fondo, depende de la persuasión política que puedan ejercer los
partidos políticos en pos de la búsqueda de votos en la competición partidista
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La causa fundamental de estos problemas es que la trascendencia de los problemas
ecológicos debido a la globalización y la toma de decisiones políticas exigen
un cambio fundamental en nuestros conceptos de representación y participación
políticas, anclados todavía en criterios de territorialidad circunscritos al viejo concepto
de Estado-nación. Las preguntas que pueden formularse son las siguientes:
¿Cómo incorporar a los seres humanos con «intereses vitales» en decisiones que van
más allá de los límites del Estado-Nacional?
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Lo que hoy resulta claro es que nuestros conceptos de participación y representación
políticas resultan obsoletos en relación con la ecología y con los problemas
medioambientales actuales
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En muchas de nuestras sociedades postindustriales el movimiento ecologista
ha transformado la esfera pública permitiendo a los ciudadanos plantear al Estado
demandas ético-ecológicas que son vistas cada vez más como una extensión de
los derechos civiles y sociales
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La labor de los «ciudadanos ecológicos» se centra, tanto en la transformación
del Estado como en la de la sociedad civil. Se trata de una labor «más allá» y
«alrededor», tanto como «en y contra» del Estado. De hecho, a través del uso de los
medios de comunicación el movimiento verde ha creado un espacio público aparte
del Estado donde los temas ecológicos son debatidos
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«la ciudadanía ecológica —dependiendo de qué forma adopte— cambia, amplía o
extiende las nociones existentes de una ciudadanía social y política
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La ciudadanía
ecológica es definida, fundamentalmente, por su intento de ampliar el discurso del
bienestar social reconociendo los principios relativos a los derechos medioambientales
e incorporándolos al derecho, la cultura y la política. En parte, busca hacer presión
para el reconocimiento de las necesidades de los seres humanos «no ciudadanos» (en
un sentido territorial y jurídico) en la toma de decisiones. También promueve la
incorporación y consideración fundamental intereses de otras especies y de las generaciones
futuras dentro del proceso democrático. Esto supone cambios que amplían los
límites de la ciudadanía política existente más allá de las nociones de «Estado-nación»
y «comunidad nacional» que han determinado la ciudadanía «formal»»
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Incluimos por su interés un resumen de un articulo de Andrew Dobson
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Ciudadanía ecológica: ¿una influencia
desestabilizadora? *
Andrew Dobson
Keele University, UK
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¿puede articularse
una política de la ecología en términos de
ciudadanía? Mi respuesta a esta pregunta
es afirmativa, presentando una propuesta
de «ciudadanía ecológica»
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Tipología
tripartita de Marshall (ciudadanía civil,
política y social) —a la que Van Steenbergen
quiere añadir una cuarta categoría
bajo el nombre de ciudadanía ecológica
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En su libro (1998), Mark Smith
se sitúa ya mucho más cerca de lo que
yo considero interesante e importante en
la idea de ciudadanía ecológica (que él mismo
denomina así), cuando se refiere a una
«nueva política de obligaciones» (Smith,
1998:99). Muchos ecologistas políticos
estarían de acuerdo con Smith en que «los
límites que esto supone sobre la acción
humana son severos» y, seguramente también,
en que, «en la actualidad, no hay
vocabulario político que haya logrado capturar
esta transformación en la relación
entre sociedad y naturaleza»
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Ciudadanía ecológica:
deberes y responsabilidades
Actualmente está sobradamente consolidado
y ampliamente aceptado que «la
visión de la ciudadanía que está implícita
en gran parte de la teoría política posterior
a la guerra… se define casi por completo
en términos de la posesión de derechos»
(Kymlicka y Norman, 1994:354, y véase
también Roche, 1992:20).
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Como resultado, existe una tendencia
cultural a hablar exclusivamente de dos
tipos bastante radicales de relación humana:
por un lado, los intercambios contractuales
discretos entre equivalentes; por el
otro, la caridad unilateral y no sujeta a
reciprocidad alguna» (Fraser y Gordon,
1994:91).
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Lo que distingue más claramente
a la ciudadanía ecológica de las formas de
ciudadanía dominantes en las sociedades
democráticas liberales, es la naturaleza no
recíproca y unilateral de las obligaciones
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El deber fundamental del ciudadano
ecológico es actuar con cuidado y compasión
hacia los desconocidos y distantes
(humanos y también no-humanos) tanto
en el espacio como el tiempo
La ciudadanía ecológica y la división
entre lo público y lo privado
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Seguramente no es ninguna exageración
afirmar que la ciudadanía siempre ha estado
asociada con lo que se conoce como
el «ámbito público».
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Para la ciudadanía ecológica, esta separación
entre lo público y lo privado no se
sostiene. Y esto por dos razones. La primera
es que el hogar es el espacio de gran
parte de la actividad del ciudadano ecológico.
La segunda es que, posiblemente,
incluso las virtudes de la ciudadanía ecológica
se aprenden dentro de él.
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En relación con su categoría de «ciudadano profundo»,
escribe que «lo que convierte a una acción
en virtud cívica, es el grado en que, a pesar
de ser posiblemente privada en cuanto a
su origen, y particular en cuanto a su objeto,
se aleja del egoísmo, del sectarismo y
del faccionalismo, constituyendo un tipo
de actividad dirigida a lo universal»
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Varias veces a lo largo de este artículo,
me he referido al cuidado y a la compasión
como constitutivos de la ciudadanía ecológica.
En parte, estas virtudes se originan
por la peculiar naturaleza de los deberes
ligados a la ciudadanía ecológica. Los
deberes del ciudadano ecológico se dirigen
a desconocidos lejanos
Como proyecto político, la
ciudadanía ecológica debe atender a las
condiciones y a los mecanismos necesarios
para su promoción. Por mi parte, he tratado
de presentar la ciudadanía ecológica
como un desafío desestabilizador respecto
a las nociones tradicionales de ciudadanía
Conclusiones
Hasta
ahora habrá quedado claro que la ciudadanía
ecológica se refiere más a las obligaciones
que a los derechos; que dichas
obligaciones están dirigidas principalmente
a desconocidos, distantes tanto en el
tiempo como en el espacio; y que implican
las virtudes del cuidado y de la compasión,
puestas en marcha tanto en el ámbito privado
como en el público.
El reconocimiento de que la actividad
propia de la ciudadanía ecológica se realiza
en el ámbito privado es, quizás, la contribución
más peculiar al desarrollo de la
noción de ciudadanía
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