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“Crisis de la política” y Egipto.
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“Crisis de la política” y Egipto
Vamos a la tertulia del University College
EL moderador interviene: Los acontecimientos de estos últimos días en Egipto, señalan claramente el camino que va seguir la política en el presente siglo, allí no se va a producir un cambio de gobierno por un golpe de estado, sino por “Un golpe ciudadano”, generado por las nuevas tecnologías. Pero a los Egipcios, no les preocupaba la pluralidad de partidos políticos, sino mas bien su ansia de libertad, una injusta distribución de la riqueza y la corrupción del poder. Está claro que también los occidentales tenemos que modernizar nuestra maquinaria democrática, y no quedarnos en esa partidocracia de unos pocos políticos profesionales, que al final terminan corruptos, como por desgracia salen a diario en los medios de comunicación.
Vamos a poner unas palabras de Takis Fotopoulos que nos propone otro tipo de democracia:
Hoy en día nos enfrentamos a una crisis multidimensional muy seria. Esta crisis afecta a todas las esferas de la vida. En otras palabras, es una crisis económica, una crisis social, una crisis ecológica, e incluso una crisis cultural. Así que la cuestión es ¿existe un hilo conductor? Quiero decir, ¿podemos encontrar una causa común para los diversos aspectos de la crisis? Y la respuesta, en mi opinión, es sí. La causa es siempre la concentración de poderes en varios niveles. Es la concentración de poder económico, que lleva a la crisis económica, del poder político, que lleva a la crisis política, etc., etc.
La crisis política es una consecuencia de las dinámicas de la democracia representativa. La gente no milita en los partidos como lo hacía en el pasado. Y no sólo eso: hoy en día mucha gente ni siquiera se molesta en votar. Así que esto es una muestra de la inmensa crisis política que atraviesa el sistema de la democracia representativa.
Por tanto, si uno se fija en todos los aspectos de la presente crisis, verá que la causa última detrás de ella es la concentración de poder de una forma u otra. Y es por esto que necesitamos una democracia inclusiva, porque la democracia inclusiva es la abolición de esta concentración de poder a nivel institucional, la abolición de esta concentración de poder en todas sus formas, y la creación de condiciones para compartir el poder de forma equitativa, el poder político, el poder económico, etc.
Otros defensores de la democracia inclusiva nos dicen lo siguiente:
La desafección de la ciudadanía hacia las instituciones políticas dominantes es hoy un fenómeno conocido en todo el mundo. Habitualmente, entre el treinta y el sesenta por ciento de las personas, en la mayoría de los países, no vota. La abstención electoral ha tendido al alza en las últimas décadas, alcanzando numerosos récords históricos, particularmente en Europa y en los Estados Unidos.
También aumentan, por regla general, el voto en blanco y el voto nulo , mientras que el porcentaje de ciudadanos afiliados a un partido político disminuye considerablemente . Cataluña no es una excepción en estas tendencias: la insatisfacción con la «política» se situaba recientemente en su máximo histórico y en las últimas elecciones al Parlamento el número de personas que ha optado por la abstención ha sido casi el doble del número de votos obtenidos por el partido preponderante.
Resulta evidente que todos estos síntomas caracterizan una «crisis de la política» que pone de manifiesto que muchas personas perciben, en la mayoría de casos intuitivamente, que la participación que nos ofrece el sistema político actual es baladí en el mejor de los casos y un engaño en el peor. Esta es la razón por la cual o bien no vamos a votar o bien acudimos a las urnas con poco convencimiento y con una gran dosis de desconfianza y escepticismo.
Sin embargo, esta desafección hacia lo que se hace pasar oficialmente por «política» no debe entenderse como una apatía política general. El descrédito de las instituciones políticas dominantes tiene su reverso positivo en un claro aumento de la participación política de otro tipo. Buena muestra de ello es la emergencia de diversos movimientos sociales y la multiplicación de las incitativas y colectivos de carácter político desde mediados de los años 90
La institución de la «democracia» representativa fue concebida como un complemento funcional del sistema de la economía de mercado capitalista que estaba emergiendo: para mantener los privilegios de la oligarquía económica era necesaria una forma de oligarquía política, es decir, un aparato político centralizado y separado de la ciudadanía
Pero también en la historia reciente podemos observar algunos procesos significativos que explican el agravamiento de la «crisis de la política» que se ha producido en los últimos 40 años. La progresiva internacionalización de la economía de mercado (el resultado inevitable de la dinámica de «crecer o morir» propia de este sistema) requirió, a partir de 1970, la apertura y liberalización de los mercados y la retirada de los controles sociales y la intervención estatal activa sobre la economía nacional .
Esto ha dado lugar a que, especialmente en el último cuarto del siglo XX, las políticas de todos los partidos hayan ido confluyendo en el que se ha llamado el «consenso neoliberal», una orientación política que responde directamente a las necesidades de expansión internacional y mercantilización del sistema y los intereses de las élites transnacionales que lo controlan y de él se benefician.
De esta manera, las viejas diferencias ideológicas entre la izquierda y la derecha han ido disminuyendo hasta casi desaparecer y las elecciones se han convertido en concursos de belleza entre personajes «carismáticos» y las maquinarias de los partidos que los apoyan, que pugnan entre ellos por atraer la atención del electorado, para implementar políticas que constituyen ligeras variantes de una misma tendencia: maximización de la libertad de las fuerzas del mercado a expensas del estado del bienestar (que es constantemente erosionado) y del compromiso estatal con el pleno empleo (que ha sido irrevocablemente abandonado).
Así, la socialdemocracia, es decir, la estrategia de transformación social que aboga por la conquista del poder del estado como forma de implementar reformas políticas (introducir controles sociales sobre los mercados, aumentar la protección del empleo, redistribuir las rentas , socializar la propiedad, etc.) que gradualmente conducirían hacia una sociedad más justa, igualitaria y libre, ha fracasado estrepitosamente a lo largo del siglo XX: si primero los socialdemócratas perseguían reformas parciales del sistema como pasos graduales hacia el socialismo, se conformaron después con el bienestar y el pleno empleo en el capitalismo y finalmente, en las últimas décadas, han aceptado la reducción gradual del primero y el fracaso total de la segunda, convirtiéndose en parte constitutiva del consenso neoliberal. Esta inoperancia de la socialdemocracia también ha contribuido, de forma justificada, al actual descrédito de la «política» estatista, ya que cada vez más personas han captado la ineficacia de este tipo de «política» para hacer frente a problemas fundamentales como el paro masivo, la pobreza, la creciente concentración de ingresos y riqueza y la continua destrucción del medio ambiente.
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Euphorbia dracunculoides Flora of the Spain
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