Revueltas en el norte de África.
30 enero, 2011 Autor: admin
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Revueltas en el norte de África
Vamos a la tertulia del University College
El moderador interviene: está claro que ante la casi segura caída de las dictaduras en el Norte de África, se esté cuestionando si los árabes están capacitados para vivir en democracia, ponemos un fragmento de la entrevista del el sociólogo y filósofo Sami Naïr, profesor en ciencias políticas en la Universidad de París VIII, presidente del Instituto Magreb-Europa de la misma Universidad.
La llamada Revolución de los Jazmines que estalló en Túnez hace unas semanas prendió como un reguero de pólvora en varios países árabes, y no de los más pequeños. Yemen y sobre todo Egipto viven hoy revueltas que tienen acentos revolucionarios. Se trata de un fenómeno tanto más único cuanto que el discurso occidental siempre trató a los países árabes como incapaces de asumir colectivamente un destino democrático. Túnez, Argelia, Mauritania, Yemen y Egipto no sólo desmienten esos argumentos sino que hacen temblar desde la raíz a las dictaduras que gobiernan desde hace décadas con mano de hierro y privilegios exorbitantes.
“Si estas revueltas llegan hasta el final en estas autocracias árabes estaríamos viviendo una auténtica revolución mundial, un giro decisivo en la historia de nuestra concepción de los sistemas políticos mundiales. Siempre se creyó que los países árabes eran incapaces de asumir una forma de democracia popular y participativa.”
–Eso corresponde a un discurso muy despreciativo construido por los países occidentales, por el capitalismo internacional cuya sede es la OCDE (Organización de Cooperación y de Desarrollo Económico), Estados Unidos y la Comisión Europea. Estos actores quieren que en los países árabes haya estabilidad y para ello necesitan regímenes fuertes, dictatoriales, porque lo que les importa son dos cosas: en primer lugar que esa gente no emigre y, en segundo, que las fuentes de recursos petrolíferos estén garantizadas. Por eso han desarrollado ese discurso en sintonía total con los dictadores, quienes siempre repitieron “nuestros pueblos carecen de madurez política y cultural y, por consiguiente, no pueden acceder a la democracia”. Sabemos que todo eso es falso, que las aspiraciones democráticas son muy fuertes en esta región del mundo
–Usted señala que lo que empezó a ocurrir en Túnez y luego se extendió a otros países es que la costumbre del miedo cambió de campo. Se acabó el miedo.
–Eso ha sido muy importante en este proceso. Yo estaba en Túnez cuando todo esto empezó y vi cómo el miedo cambiaba de campo. La revuelta tunecina estalló en la localidad de Sidi Bouzid con la inmolación del joven Mohamed Bouazizi. A partir de allí todo se trastornó. Hasta ese momento, el régimen tunecino estaba basado en el temor. Pero la inmolación de Mohamed Bouazizi dio vuelta la situación, sobre todo por la actitud del presidente de entonces, Ben Alí, quien acudió a ver a la familia de la víctima. La gente se dio cuenta ahí de que quien tenía miedo era el poder. Lo mismo está ocurriendo en Egipto. Lo más importante en estas revueltas es la victoria de lo imaginario que significa que han transformado la relación con el poder: ahora son los dictadores quienes deben temer a sus pueblos. Eso no significa que mañana vamos a tener una revolución en todas partes, no. El movimiento puede avanzar, se va a retrasar, no sabemos lo que va a ocurrir. Pero lo que sabemos, y ello ha sido integrado por la población, es que los poderes se pueden cambiar cuando los pueblos anhelan cambiar sus condiciones de vida y osan enfrentar al poder para elegir su propio destino. Por eso pienso que estamos ante una ola que se va a desarrollar. No podemos ocultar que lo que está ocurriendo es también una consecuencia de la globalización. La globalización es mala socialmente pero tiene algo bueno, que es la globalización de los valores democráticos en las sociedades civiles.
Interviene el primero: Según los intelectuales mediáticos y muchos expertos en “seguridad”, la “amenaza islámica” supuestamente inherente a nuestros pueblos calificados como frustrados y violentos no puede ser manejada sino por regímenes autoritarios aunque fueren todo lo sanguinarios, ineptos y corruptos que fueren. Otro consenso político legitima esta posición: no existen fuerzas democráticas de oposición creíbles y solo el islamismo en su versión “taliban” constituye una alternativa a los regímenes existentes.
El segundo nos dice: No es menor el mérito en consecuencia que la revolución tunecina haya mostrado al mundo la imagen de un pueblo digno y valiente que tomo en sus manos su destino y derrocó pacíficamente a una implacable dictadura. El sacrificio de Mohamed Bouazizi ha puesto también en evidencia ante la opinión europea cuidadosamente desinformada la desesperanza de una juventud privada de libertad y de perspectivas. La reacción popular derribó el muro del miedo construido con la ayuda de las buenas conciencias mediáticas. ¿Quién osaría decir hoy en día que el pueblo tunecino no es apto para la democracia?
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Jasione amethistina Flora Cantabrica
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