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Virgen de Guadalupe de Estremadura
Estremadura
Virgen de Guadalupe de Estremadura
Gil Cordero, acostumbraba a pastorear sus vacas junto con otros pastores de la tierra en la zona de la Sierra de las Villuercas. Un día del año de 1326 de nuestro señor Jesucristo, terminada la jornada diaria de pacer de las vacas, al ir a reunir el rebaño y hacer el recuento de sus vacas blanca cacereñas, se dio cuenta que le faltaba una de sus preciadas vacas. Preocupado pues las vacas que criaba y cuidaba eran de su propiedad y su medio de vida, salió presuroso en su busca.
Tres días anduvo buscando la res extraviada por toda la sierra sin encontrar rastro alguno, y cuando ya volvía de regreso dando por perdida la vaca, paró para descansar y saciar su sed en la ribera del rio Guadalupe (palabra de origen árabe) cerca de la sierra de Altamira (Cáceres), y al levantar la vista de nuevo, a lo lejos entre la vegetación pudo distinguir la res perdida. Raudo se acercó hacia ella hallándola tumbada sin signo alguno de magulladuras ni heridas en su piel, pero señales de vida tampoco el vaquero halló, muerta la vaca yacía. Como no sabía la razón de su muerte (pudiera ser por envenenamiento) la carne ya no le sería útil, pero si podría aprovechar su piel. De su vaina sacó un cuchillo para desollarla y cuando se disponía para practicarle una incisión en forma de cruz en el pecho del animal, como era costumbre entre los matarifes, la vaca se levantó, vivía. El vaquero no daba crédito a dicho suceso, temeroso y extrañado retrocedió unos pasos, y ante mayor asombro un rayo de luz le cegó por unos instantes, y al volver a mirar distinguió la figura aparecida de una mujer que le miraba con dulzura y amor, y así le habló:
“No temas pues María Santísima madre de Dios soy, y ante ti me aparezco de buena fe, toma tu vaca y reúnela con las otras pues sana y viva esta por gracia de Dios. Vuelve con ellas a tu Villa y divulga entre todos el milagro que aquí has presenciado –el pastor cacereño, arrodillado escuchaba atónito las palabras de la Virgen- y a los clérigos y ministros de la fe cristiana diles, que yo te he enviado para que junto a ti vengan a este lugar, pues aquí debajo de estas piedras donde encontraste muerta a tu vaca, me hallo en imagen. Y cuando me saquen de mi entierro diles, que ni me muden ni me lleven de este lugar, que aquí mismo me hagan una casilla para refugiarme y con el tiempo una iglesia edifiquen en dicho lugar donde el pueblo de mi hijo podrá venir a rezar y ofrecer adoración, y por tal devoción, milagros se obrará a ruegos míos. Así házselo saber.”
El vaquero temeroso y tímido, santiguase primero y le respondió:
“Mi señora María Santísima, alabado sea tu nombre, y tu palabra tal como me la has desvelado divulgaré por todos los lugares, mas pastor y hombre humilde soy, y si así de palabra he de hablar, por loco o hechizado mis gente me han de tomar.”
“No temas, -le dijo de nuevo la imagen aparecida- pues en el momento que mis palabras por ti sean pronunciadas ante todos, otro milagro yo realizaré dando fe de la veracidad de dichas palabras, así será por obra y gracia de Dios Jesucristo, hijo en mi concebido. Ve pues, y cumple mi voluntad.”
Y tras decir estas palabras la imagen se desvaneció. Presto el vaquero, agarró su vaca y tomo dirección hacia la villa a cumplir la buena nueva.
Día y noche sin descanso anduvo, y cuando por fin llegó a la Villa de Cáceres, al Cabildo y a los clérigos reunidos relató lo que en la Sierra le había sucedido, mas como había dicho no le creyeron y por loco fue tomado: “Loco, –decían unos- sacrílego, -otros-.”
Hasta el mismo párroco de su colación, le recriminó:
“Déjate de sandez y ve a tu casa pues tu hijo pequeño falleció esta mañana al despuntar y sepultura la van a dar.”
El pastor al enterarse de tan trágica noticia, corrió desesperado hacia su casa y al entrar encontrase a su mujer, Mencía, llorando ante el cuerpo yaciente de su hijo. El pastor con los ojos llorosos y arrodillado, pero con gran devoción y fe, ante el cuerpo de su hijo, invocó a la Madre de Dios:
“Virgen Santísima, esclavo tuyo soy y fiel cumplidor de tu palabra, mas nadie creyó lo que dispusiste, perdóname, y no te lleves ante ti por mis pecados a mi pequeño hijo. Obra ahora tu milagro, resucita a mi vástago, como nuestro Señor todopoderoso Jesucristo resucitó a Lázaro, y yo te serviré hasta el fin de mis días.”
Y cuando los clérigos vinieron a llevarse el cuerpo para sepultarlo, ante todos los allí presente, el milagro se produzco y el niño resucitó, como recién despertado de un apacible sueño y así a su padre le habló:
“Padre ruego me lleves donde la Madre de Dios se te apareció, que darle gracias y rezarle quiero.”
Muchos presentes quedaron estupefactos, otros se santiguaron y comenzaron a rezar y voces se oyeron gritar:
«¡Milagro, milagro, el Señor ha obrado un milagro!»
Pronto la noticia recorrió toda la villa y los alrededores. Y todos creyeron los mandatos dados por la Virgen al pastor, ante el milagro ahora obrado.
Y guiados por el pastor hacia las Sierra de las Villuercas fueron en profesión, clérigos, autoridades y gentes de toda clase social, y allí cerca del rio Guadalupe en el lugar indicado:
“He aquí el lugar”- Dijo el vaquero y comenzaron a excavar y a pocos metros bajo tierra hallaron dentro de un antiguo sepulcro de mármol, una imagen incorrupta de Nuestra Señora Santísima, tal como ella al vaquero le había manifestado. –
«El milagro se ha cumplido, recemos y cumplamos su voluntad,»- Gritaron los clérigos.-
Pastor y clérigos de Cáceres descubren la Imagen de la Virgen. Lienzo de Juan de Santa María, siglo XVII. |
La imagen era una pequeña talla de una Virgen morena con un niño en madera de cedro. Junto con la imagen hallaron una campana, joyas, piedras preciosas y un manuscrito con la historia de la Sagrada Imagen. Según éste, la imagen fue obra del mismísimo evangelista San Marcos en siglo I, que a su muerte fue enterrado con ella, ya en el año 590 en Roma, el Papa Gregorio Magno se convierte en un gran devoto de la imagen, poco después es traslada a Sevilla como regalo de dicho Papa al arzobispo San Leandro y allí estuvo hasta la invasión árabe en el 711; en el año 714 unos clérigos que huían de Sevilla por culpa de la invasión se llevan consigo reliquias eclesiásticas y la imagen, que enterraría poco después en la ribera del rio Guadalupe para protegerla de los sarracenos y así estuvo enterrada 600 años. En honor al lugar donde fue hallada la imagen se llamó Santa María de Guadalupe.
Allí mismo como pidió la Virgen María se construyó la primera ermita, pequeña, pobre y humilde, que se convirtió en lugar peregrinaje. Peregrinos tan ilustres como los Reyes Católicos, Carlos V, Miguel de Cervantes, Cristóbal Colón, Hernán Cortés o Santa Teresa de Jesús mostraron su devoción a la Virgen de Guadalupe.
El vaquero Gil Cordero permaneció en dicho santuario hasta su muerte, tal como había prometido a la Virgen, allí fue enterrado y se cuenta que su cuerpo cuando fue trasladado a la Capilla Mayor, aun se conservaba entero, habían pasado 270 años desde su entierro. Fue el primer poblador de la Villa, y por mandato del Rey Alfonso XI, que viendo el estado ruinoso de la ermita, comienza a la construcción del Real Monasterio de Guadalupe corría el año 1340 d. C., será llamado desde entonces Don Gil de Santa María de Guadalupe.