Flora Cantábrica

Matias Mayor

Santa teresa de Avila. y SAN PEDRO DE ALCÁNTARA


Santa teresa de Avila Y SAN PEDRO DE ALCÁNTARA

 

SAN PEDRO DE ALCÁNTARA :Con este gran santo franciscano tuvo la Madre Teresa mucha amistad y se encontró varias veces. Él le recomendó fundar conventos sin renta y le aseguró que iba por buen camino. De él nos habla en el libro de su Vida.

 

 

Este sa nto hombre de este tiempo era: estaba grueso (en) el espíritu… Díjome a mí y a otra persona… paréceme fueron cuarenta años los que me dijo había dormido sola hora y media entre noche y día, y que éste era el mayor trabajo de penitencia que había tenido en los principios, de vencer el sueño, y para esto estaba siempre o de rodillas o en pie; lo que dormía era sentado, y la cabeza arrimada a un maderillo que tenía hincado en la pared; echado, aunque quisiera, no podía, porque su celda —como se sabe— no era más larga de cuatro pies y medio. En todos estos años jamás se puso la capilla, por grandes soles y aguas que hiciese, ni cosa en los pies ni vestido; sino un hábito de sayal, sin ninguna otra cosa sobre las carnes, y éste tan angosto como se podía sufrir, y un mantillo de lo mismo encima. Decíame que en los grandes fríos se lo quitaba, y dejaba la puerta y ventanilla abierta de la celda, para que con ponerse después el manto y cerrar la puerta, contentaba al cuerpo, para que sosegase con más abrigo. Comer a tercer día, era muy ordinario; y díjome que de qué me espantaba, que muy posible era a quien se acostumbraba a ello. Un su compañero me dijo que le acaecía estar ocho días sin comer. Debía ser estando en oración, porque tenía grandes arrobamientos e ímpetus de amor de Dios, de que una vez yo fui testigo.

 

………….

Su pobreza era extrema y mortificación en la mocedad, que me dijo que le había acaecido estar tres años en una casa de su Orden y no conocer fraile, si no era por el habla; porque no alzaba los ojos jamás, y así a las partes que de necesidad había de ir no sabía, sino íbase tras los frailes. Esto le acaecía por los caminos. A mujeres jamás miraba; esto muchos años; decíame que ya no se le daba más ver que no ver; mas era muy viejo cuando le vine a conocer, y tan extrema su flaqueza, que no parecía sino hecho de raíces de árboles.

 

 

Con toda esta santidad era muy afable, aunque de pocas palabras, si no era con preguntarle. En éstas era muy sabroso, porque tenía muy lindo entendimiento… Fue su fin como la vida, predicando y amonestando a sus frailes. Como vio ya se acababa, dijo el salmo “Laetatus sum in his quae dicta sunt mihi” (Me he alegrado en lo que se me ha dicho: Sal 121, 1) e, hincado de rodillas, murió…

 

 

Hele (lo he) visto muchas veces con grandísima gloria. Díjome la primera que (se) me apareció, que bienaventurada penitencia que tanto premio había merecido y otras muchas cosas. Un año antes que muriese, (se) me apareció estando ausente (en bilocación en otoño de 1561) y supe se había de morir, y se lo avisé, estando a algunas leguas de aquí. Cuando expiró, se me apareció y dijo cómo se iba a descansar. Yo no lo creí, y díjelo a algunas personas, y desde a ocho días vino la nueva cómo era muerto, o comenzado a vivir para siempre 63.

 

 

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