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TERESA NEUMANN,español.7,11.23
TERESA NEUMANN
ENFERMEDADES Y CURACIONES CIEGA, SORDA Y MUDA
Su padre regresó de la guerra el 9 de marzo de 1918 y ella ya soñaba con irse de misionera, pero los planes de Dios eran diferentes. Al día siguiente, 10 de marzo, estalló un incendio en la finca contigua y Teresa fue de las primeras en acudir. Se subió a un banco y cogía los cubos llenos de agua que la gente le pasaba y los entregaba al amo de la finca incendiada. Su esfuerzo fue demasiado grande y en un determinado momento se cayó y se torció la columna vertebral. La segunda y tercera vértebra lumbar se salió de su lugar, aplastando el cordón nervioso central, lo que la llevó a un entumecimiento progresivo, debiendo guardar cama. Las tentativas de curación en el hospital de Waldsassen no dieron resultado.
El 17 de marzo de 1919 quedó además totalmente ciega y, por períodos, quedaba también totalmente sorda y muda por otitis purulenta. Lo que más le hacía sufrir era ser carga para su familia y no poder valerse por sí misma. Ella, que había sido siempre la más fuerte, ahora estaba totalmente inutilizada y sin posibilidades de curación de acuerdo a la opinión de los médicos. Le costó un par de años comprender su misión de misionera orante y sufriente, y aceptar el plan de Dios. Fueron siete largos años de inmovilidad total en los que creció espiritualmente y en los que rezaba continuamente a su gran amiga Teresita del niño Jesús, pidiendo por su beatificación.
CURACION DE SU CEGUERA Y ÚLCERAS
El día de la beatificación de sor Teresita de Lisieux o del niño Jesús, el 29 de abril de 1923, sin que ella se diera cuenta de la coincidencia, le pareció ver en sueños a alguien que tocaba su almohada. Se despertó y podía ver. Entonces llamó con su bastón, con unos golpes, desde el segundo piso donde estaba. Al llegar su madre, le dio la gran noticia. Su madre, un poco incrédula, le hizo describir unas flores que había en su habitación y se pudo convencer de que era cierto. Toda la familia se sintió feliz. Pero eso era solo un paso. Todavía seguía paralizada y con fuertes calambres. La pierna izquierda se retrajo y, por una contracción muscular, quedó debajo de la parte superior del muslo derecho
Teresa sólo podía estar acostada de espaldas, lo que le ocasionó úlceras en la espalda y en las piernas. El pie izquierdo le supuró durante medio año. El médico temió que hubiera que amputar el pie (abril de 1925). Su madre estaba angustiada y lloraba constantemente. Teresa, conmovida por el llanto de su madre, pidió su curación y se hizo colocar por su hermana Zenzl, a primeros de mayo, una hoja de rosa que había tocado las reliquias de santa Teresita. Al retirar la venda, se pudo comprobar que la hoja de rosa estaba fija en la venda con todo el pus y que la herida estaba completamente curada y en su lugar había piel fresca. En una carta a su amiga la señorita Simson, antigua maestra de escuela de Konnersreuth, Teresa le explicó la curación de su ceguera: La Semana Santa la pasé muy enferma. Ese estado se prolongó hasta el 25 de abril. Recibí por la tarde los santos sacramentos de los moribundos… El 29 de abril volví a abrir los ojos un poco, pero estaba realmente muy agotada. De repente, cuando abrí los ojos, pensé que estaba soñando.
Ante mis ojos, estaba todo claro y llamé a mi madre. Vino enseguida, pensando que me encontraba peor. Apenas podía decirle mi felicidad y mi alegría. Le dije: “¡Qué flores blancas tan hermosas!”… Imagínese la alegría de aquel domingo. El sábado era todo negro y el domingo todo lo veía nítido y bien. Mil gracias a Dios y a la querida Teresita. Un año antes el doctor Seidl le decía a mi tía: “Con los ojos está perdida toda esperanza y sería necesario un milagro para sanar”… El día anterior, 28 de abril, el médico había dicho: “Contigo no hay nada que hacer”. Pero los médicos no pueden ver el futuro. Eso es algo que Dios se ha reservado únicamente para nuestro bien. Yo me abandono a la providencia divina. El buen Dios puede hacer conmigo lo que quiera. Si me quiere curar, bien está; si me deja 50 años más sufriendo en mi cama, también está bien para mí; si vuelve a quitarme la luz de los ojos, eso es también cosa suya; si me deja morir, sería mi alegría mayor. A veces tengo mucha añoranza del cielo, pero quizás tengo todavía que subir muchos escalones en mi empinado vía crucis5 .
CURACIÓN DE SU INMOVILIDAD
El 17 de mayo de 1925 Teresa se puso a gritar y todos acudieron a ver. Estaba en éxtasis y, de pronto, se incorporó sin ayuda de nadie, pudiendo caminar. Le refirió al padre Naber que había visto una luz maravillosa desde la cual una voz le preguntaba si quería curarse. Ella respondió que todo lo que viene del buen Dios está bien y que Él sabía lo que era mejor para ella. La voz le volvió a preguntar: ¿Te alegrarías si pudieras hoy levantarte y caminar?. Ella dijo: “Me alegro de todo lo que viene del buen Dios. Me alegra todo: las florecillas, los pájaros y hasta un nuevo sufrimiento. Lo que más me alegra es mi querido Salvador”. La voz le explicó: “Hoy puedes experimentar una pequeña alegría. Puedes levantarte. Haz la prueba, yo te ayudo”6 . La misma voz le dijo: Hermana mía, los comienzos de tu apostolado están marcados por el sello de la cruz. El Señor te trata como a una privilegiada, pues prefiere reafirmar su reinado en las almas por el sufrimiento más que por predicaciones brillantes. Esto ya lo he escrito antes. El padre Naber buscó y encontró que estas palabras eran de santa Teresa del niño Jesús, que se las dirigía a su hermano espiritual, el padre Roulland el 9 de mayo de 1897.
……………….
Santa Teresita era la que la sanó de nuevo en ese día, 17 de mayo de 1925, que era el mismo día de su canonización. El 11 de junio sus padres la llevaron, después de siete años, a la iglesia. Era el día del Corpus Christi, gran fiesta de la Eucaristía. Medio pueblo se había reunido en la plaza para verla del brazo de su padre, pues sus piernas estaban todavía un poco débiles. El 30 de setiembre, aniversario de la muerte de santa Teresita, estaba ella en cama, recitando las letanías en honor de la santa, cuando se le presentó de nuevo en una luz maravillosa y la voz amiga le dijo que podía caminar sin ayuda. Al día siguiente, fue ella sola a la iglesia.
En una carta que le escribió a una religiosa de Oberschönenfeld, excompañera de clase, el 16 de junio de 1925, Teresa le dice: El dolor principal, el de la columna vertebral, ha desaparecido por completo. La parte mala, gracias a Dios, está completamente bien, los cartílagos están bien derechos. Te lo voy a contar. El 17 de mayo, día de la canonización de santa Teresa, estaba completamente sola en mi habitación haciendo el mes de mayo y rezando el rosario. De pronto, todo se hizo claro y bellamente luminoso delante de mí. Al principio me asusté y lancé dos gritos que oyeron y vinieron a verme. Pero, cuando subieron, yo no vi ya ni oí a mis queridos padres. Al ver aquella luz, comenzó enseguida a hablar una voz muy dulce, que me preguntó si quería ser curada. Yo dije: “Para mí todo está bien, vivir y morir, estar sana o estar enferma; lo que el buen Dios quisiera hacer conmigo, está bien para mí. Entonces la voz me dijo: – ¿Te gustaría valerte por ti misma? – Yo siempre tengo alegría en todo. – Al Señor le agrada que estés tan entregada. Ahora puedes vivir tú también una pequeña alegría. Pero tendrás que sufrir todavía mucho y largo. Yo siempre estoy a tu lado y seguiré ayudándote. Ningún médico puede ayudarte. Ahora puedes sentarte, pruébalo, yo te ayudaré… Después la voz me habló del sufrimiento y me dijo: “Esto ya lo he escrito antes”. Más tarde mi confesor reconoció que la frase era de de santa Teresita, pues la encontró en sus escritos7 .
CURACIÓN DE APENDICITIS PURULENTA
Los días de Todos los santos y de Todos los difuntos, 1 y 2 de noviembre del año 1925, los pasó en la iglesia, ganando indulgencias para las almas del purgatorio. Se enfrió y tuvo que guardar cama. Tenía fiebre alta. El doctor Seidl diagnosticó el 13 de noviembre que tenía una apendicitis con riesgo de perforación y ordenó su ingreso inmediato en el hospital de Waldsassen para operarla. Él se adelantó para preparar las cosas de la operación mientras su padre buscaba un coche para llevarla cómodamente en camilla.
Su madre lloraba y Teresa, conmovida, oró a santa Teresita y se hizo poner una reliquia suya sobre la parte que le dolía. Y de nuevo se le apareció la luz y la voz amiga le dijo: Tú plena entrega y gozo en el sufrimiento nos alegra. Y para que el mundo conozca que hay una intervención superior, ahora no tienes necesidad de ser operada. ¡Levántate y vete enseguida a la iglesia a dar gracias a Dios!8 .
I nmediatamente, se sintió curada y se vistió para ir a la iglesia a dar las gracias como le había dicho la voz. Al día siguiente fue con el padre Naber al hospital de Waldsassen para que la viera el doctor Seidl, quien no podía entender los hechos, confirmando, como ella le había informado, que el pus había sido evacuado durante la noche por la vía natural del intestino. Sobre esta curación le escribió a un padre carmelita a fines de 1925 o principios de 1926: En noviembre tuve durante algunos días fuertes dolores abdominales. El 13 de noviembre se agravaron y llamaron al médico, quien dijo que había que operar a toda prisa y que a la mañana siguiente sería demasiado tarde.
Mis padres estaban muy asustados, especialmente mi madre, que se lamentaba pensando que estaba demasiado débil para soportar una operación y que podría morir en manos extrañas. Eso era durísimo para mi madre… Por orden del médico, mi padre se procuró un coche en que pudiese ir echada. El médico telefoneó a las hermanas de Waldsassen para que preparasen todo lo necesario para la operación. Ya estaba todo listo para la partida. Cuando le médico salió, le dije al párroco: “Pienso si debería decírselo a santa Teresa, que seguro me ayudaría, pero no sé si debo hacerlo y si está bien a los ojos del buen Dios; no por mí, sino por mi madre”. Él me dijo que podía hacerlo.
Después me pusieron sobre la parte dolorida la reliquia de la santa que llevo siempre al cuello e invocamos a santa Teresita. De repente, me encontré en el mismo estado que el 17 de mayo. Vi de nuevo la misma luz, una mano derecha y la voz querida que me dijo: “Me alegra tu entrega completa y tu alegría en el sufrimiento. Para que el mundo conozca que existe una intervención superior, no necesitas operarte ahora, pero enseguida debes alabar y dar gracias al Señor”
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La luz desapareció y me senté en la cama después de convencerme de que estaba curada. Me vestí y el señor párroco hizo abrir la iglesia después de haberle dicho que santa Teresita quería que yo fuese enseguida a la iglesia. Fuimos juntos. Yo me sentía completamente bien. Por la noche salió mucho pus a través del intestino. El sábado el párroco me acompañó al médico, que quedó sorprendido al examinarme y no encontrar rastro alguno de la enfermedad
LAS LLAGAS
En la noche del jueves al viernes, del 4 al 5 de marzo de 1926, vio Teresa a Cristo arrodillarse en el huerto de los Olivos y lo oyó orar. Jesús la miró fijamente y en ese momento ella sintió en la región del corazón un dolor tan vivo que creyó morir. Al mismo tiempo fluyó sangre caliente de esa zona que continuó saliendo hasta el mediodía del viernes. Ella había sentido como si una espada puntiaguda le hubiera atravesado el corazón
En la noche del Jueves santo al Viernes santo, del 1 al 2 de abril de ese año 1926, revivió la Pasión desde el huerto de los Olivos hasta la muerte de Jesús en la cruz. Ese día aparecieron por primera vez las llagas de las manos y los pies, pero en la parte externa. Sus padres las vieron y se asustaron, llamando al padre Naber, que también quedó impresionado. El día de Pascua, Teresa estaba radiante de felicidad, viendo a Jesús resucitado
El 15 de abril de 1927, las llagas se hicieron visibles también en la parte interna de manos y pies. Los médicos intentaron con todos los medios posibles tratar de curarlas, pero todo fue inútil. Cuanto más el doctor Seidl le ponía ungüentos y vendas, más dolor sentía y se le hinchaban más las manos y pies; de modo que terminaron por dejarla tranquila, pues, sin curaciones, las llagas no se hinchaban ni supuraban. Para evitar la curiosidad de la gente, se puso unos mitones o medio guantes para ocultar las llagas que tenían forma cuadrada. Estas llagas persistieron en ella hasta el fin de su vida y pudieron verse en su lecho de muerte
A lo largo de 1927 recibió en distintas ocasiones las llagas de la corona de espinas alrededor de su frente. Durante la Cuaresma de 1928 recibió la llaga de la espalda derecha. El 29 de marzo de 1929 recibió por primera vez las llagas de la flagelación, que se reproducían cada año. A estas llagas hay que añadir las lágrimas de sangre que vertía en los éxtasis de los viernes; especialmente de Cuaresma. Los exámenes médicos no podían reconocer ninguna causa justificada para estas lágrimas de sangre, pues no había ninguna erosión en sus ojos.
Para ver sus llagas llegaban a su casa muchos médicos y eclesiásticos. Algunos llegaron a creer que eran producto de la histeria. En 1928 llegó a visitarla el padre Agostino Gemelli, franciscano, en calidad de enviado del Papa
Pío XI. Era profesor y rector de la universidad católica de Milán. Su informe fue positivo: He llevado a cabo mis investigaciones con todo cuidado y declaro del modo más firme que no hay rastro alguno de histeria y que esos estados no pueden explicarse científicamente de modo natural
El mismo padre Naber tuvo que salir al paso de algunas publicaciones negativas. En una oportunidad le escribió una carta abierta al doctor Joseph Eberle, redactor de la revista Schönere Zukunft de Viena, respondiendo a un artículo publicado, en el que se decía que todo era pura histeria. El padre Naber escribió: Sin dudar un solo instante estaría dispuesto a dar mi vida por la veracidad de los fenómenos extraordinarios de Teresa Neumann tal como yo lo he observado y en especial por la ausencia de alimentación1
Teresa vivió los dolores de la Pasión unas 700 veces en su vida. Muchos viernes desfilaban ante su lecho miles de personas. Algún Viernes santo llegaron hasta 10.000 personas. Pasaban de 10 en 10 y sólo durante uno o dos minutos para verla en éxtasis. Después de la segunda guerra mundial, muchos soldados norteamericanos, incluso no católicos, acudían a verla y muchos se convertían.
BILOCACIÓN
Escribe el padre Naber el 14 de diciembre de 1930: La semana pasada estuve en Berlín por un asunto urgente. Por dos veces ha seguido Teresa mi misa en Berlín. De ello me ha hablado inmediatamente después de mi regreso… Ha hablado atinadamente de las dimensiones de la iglesia y especialmente de su altar. Me ha dicho cómo yo, de primeras, no podía abrir el sagrario y que el acólito tuvo que darme algunas instrucciones. Y que la segunda vez me había ayudado a misa un señor párroco.
Escribe el padre Naber el 14 de diciembre de 1930: La semana pasada estuve en Berlín por un asunto urgente. Por dos veces ha seguido Teresa mi misa en Berlín. De ello me ha hablado inmediatamente después de mi regreso… Ha hablado atinadamente de las dimensiones de la iglesia y especialmente de su altar. Me ha dicho cómo yo, de primeras, no podía abrir el sagrario y que el acólito tuvo que darme algunas instrucciones. Y que la segunda vez me había ayudado a misa un señor párroco.
La segunda misa, a la que Teresa asistió, como no había ningún acólito, me ayudó efectivamente el párroco de san Ansgar12 .
El 19 de abril de 1931 escribió el mismo padre Naber: Hoy domingo me ha comunicado Teresa por carta desde Eichstät que ha asistido a la misa parroquial (de Konnersreuth) que yo he celebrado a las 9 con sermón, diciéndome que lo ha visto todo y que ha participado y que también ha escuchado el sermón y después me lo contaba. Desde el momento de la comunión ha sido fotografiada repetidas veces13
INEDIA
Es el don de Dios por el que una persona puede vivir durante años sin comer ni beber, alimentándose únicamente de la comunión diaria. Y lo asombroso es que esa persona, como en el caso de Teresa Neumann, pueda hacer normalmente los trabajos más fuertes de la casa o del campo sin cansarse, como si estuviera bien alimentada. Ella ni siquiera tenía la sensación de hambre o de sed.
Desde las Navidades de 1926, Teresa se negó a tomar ningún alimento. Sólo le daban algunas gotas de agua para recibir cada día la comunión. Desde setiembre de 1927, ni siquiera tomó esas gotas de agua; y hasta el fin de su vida, durante 35 años, se mantuvo con la sola alimentación de la comunión diaria, confirmándose así la palabra de Jesús: Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida (Jn 6, 55). La presencia viva y real de Jesús en la Eucaristía es la fuerza que alimenta el cuerpo y el alma.
Para comprobar la autenticidad de su inedia, el obispo de Ratisbona instituyó una Comisión compuesta de médicos y de cuatro religiosas enfermeras que se turnaron de dos en dos durante quince días para no dejarla nunca sola. El control fue en su propia casa desde el 14 de julio al 28 de julio de 1927. Cuando entró, pesaba 55 kilos y, al salir, también.
Sólo recibía la comunión cada día. El día 15, viernes, en que revivió la Pasión de Cristo, perdió cuatro kilos y pesaba 51. El viernes siguiente pesó 52.5 kilos. ¿De dónde recuperaba su peso normal de 55 kilos, que permaneció normal a lo largo de su vida, si no tomaba ningún alimento y además perdía mucha sangre los viernes de cada semana al revivir la Pasión? Las hermanas enfermeras que la vigilaron escribieron su testimonio, asegurando bajo juramento que en ningún momento de los 15 días de vigilancia había tomado alimento ni bebida alguna.
SU ÁNGEL CUSTODIO
Era su gran amigo, quien le aconsejaba frecuentemente sobre las personas que venían a visitarla y sobre lo que debía hacer y cómo debía hacerlo. También le decía cosas de las personas que la visitaban. Ella lo veía como un hombre luminoso a la derecha de las personas. Aseguraba que, en ocasiones, hacía sus veces y se iba en su lugar y con su figura a distintos lugares para consolar y ayudar a otras personas. También la ayudaba en sus luchas contra el demonio.
El padre Naber escribe en su “Diario”: El 24 de mayo de 1931 (domingo de Pentecostés) Teresa se sentía mal y su ángel la ayudó a meterse a la cama. Otras veces había ocurrido que Teresa, presa de fuertes dolores, se había caído de la cama, permaneciendo en el suelo sin fuerzas, y que finalmente se encontraba de nuevo en la cama sin que nadie hubiera acudido y sin que ella misma hubiera podido ayudarse. Cuando en 1927 Teresa estuvo algún tiempo en la casa parroquial, una noche descendió un tramo de la escalera, pero su debilidad la obligó a quedarse allí. Nadie acudió, ni ella misma podía alzarse, pero de repente se encontró de nuevo en la cama. En tales casos, decía ella durante el éxtasis, era su ángel de la guarda el que la ayudaba48 .
VISIONES
Una de las manifestaciones sobrenaturales más importantes en la vida de Teresa fueron las visiones. Durante la vivencia de la Pasión de los viernes asistía a todo el proceso de la Pasión desde el huerto de los Olivos hasta el momento de la muerte de Jesús. Ella, no solo veía cómo vestía la gente o cómo eran las casas o los paisajes de Palestina. Sentía el calor, el frío y los olores del ambiente. Además oía a los personajes hablar en su lengua original: el arameo. Por ello el padre Wutz, famoso orientalista y muy amigo de Teresa, pudo reconocer muchas palabras dichas por Jesús como auténticas, incluso en la manera de pronunciarlas