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María Faustina Kowalska.6 ,Español.28.9.23.
”Pinta una imagen”
Sor Faustina llegó al convento de Płock en mayo o junio de 1930 y fue allí donde empezó su gran misión profética. Era domingo, 22 de febrero de 1931. Al anochecer, cuando llegó a su celda vio al Señor Jesús con una túnica blanca. Tenía la mano derecha levantada para bendecir y la mano izquierda tocaba la túnica sobre el pecho del que salían dos rayos: rojo y pálido. Después de un momento Jesús le dijo: Pinta una imagen según el modelo que ves, y firma: Jesús, en Ti confío. Deseo que esta imagen sea venerada primero en vuestra capilla y [luego] en el mundo entero. Prometo que el alma que venere esta imagen no perecerá. También prometo, ya aquí en la tierra, la victoria sobre los enemigos y, sobre todo, a la hora de la muerte. Yo mismo la defenderé como mi gloria (Diario 47- 48).
Cuando Sor Faustina contó lo ocurrido durante la confesión, el sacerdote le dijo que pintara la imagen de Jesús en su alma. Pero cuando salió del confesionario, el Señor Jesús le explicó: Mi imagen está en tu alma. Deseo que haya una fiesta de la Misericordia. Quiero que esta imagen que pintarás con el pincel, sea bendecida con solemnidad el primer domingo después de la Pascua de Resurrección; ese domingo debe ser la Fiesta de la Misericordia. Deseo que los sacerdotes proclamen esta gran misericordia que tengo a las almas pecadoras (Diario 49- 50). Asegurada por Jesús de que se trataba de una imagen material, se lo dijo a la superiora local, la hermana Rosa Kłobukowska que pidió una señal como prueba de la veracidad de esas revelaciones. Jesús dijo a Sor Faustina que daría tal señal a través de las gracias que concedería por medio de esta imagen. Sor Faustina no sabía pintar, pero para cumplir el deseo de Jesús pidió a la hermana Bożenna Pniewska que la ayudara. Yo no sabía pintar – recuerda la hermana Bożenna – y sin saber que se trataba de una nueva imagen, le propuse escoger una estampita de entre muchas estampitas bonitas que tenía. Me dio las gracias por lo que le había ofrecido, pero no lo aceptó.
En el convento de Płock se empezó a murmurar sobre alguna revelación de Sor Faustina. Las hermanas comenzaron a tratarla con escepticismo: algunas le advertían de una ilusión, otras la regañaban por ser histérica y exaltada y otras todavía decían con admiración que estaría cerca de Jesús, visto que soportaba tanto sufrimiento con tanta calma. Decidí soportar todo en silencio y no dar explicaciones a las preguntas que me hacían – apuntó Sor Faustina en el Diario – A algunas les irritaba mi silencio, especialmente, a las más curiosas. Otras, de pensamiento más profundo, decían que seguramente Sor Faustina estaría muy cerca de Dios, visto que tenía la fuerza de soportar tantos sufrimientos (Diario 126).
Pero el mayor sufrimiento lo causaba la incertidumbre referente a la procedencia de las revelaciones. Las superioras la enviaban a los sacerdotes y los sacerdotes a las superioras. Sor Faustina anhelaba que algún sacerdote solucionara esa cuestión con autoridad y le dijera esta única palabra: Quédate tranquila, estás en un buen camino, o bienrechaza todo eso, porque no viene de Dios (Diario 127). En tal situación trataba de evitar al Señor y cuando Él venía, le preguntaba: Jesús, ¿eres Tú mi Dios o eres un fantasma? Las Superioras me dicen que existen ilusiones y toda clase de fantasmas. Si eres mi Señor, te pido, bedíceme. De repente, Jesús hizo una gran señal de la cruz encima de mí, y yo me santigüé. Cuando pedí perdón a Jesús por haberle hecho esa pregunta, Jesús contestó que con esa pregunta no le causé ningún disgusto y el Señor me dijo que mi confianza le agradaba mucho (Diario 54).
La falta del director espiritual permanente y la imposibilidad de cumplir las tareas encomendadas hicieron que Sor Faustina tratara de evitar estas inspiraciones extraordinarias, pero Jesús le explicaba pacientemente la magnitud de la obra para la cual la había elegio: Has de saber – decía – que si descuidas la cuestión de pintar esta imagen y de toda la obra de la misericordia, en el día del juicio responderás de un gran número de almas (Diario 154). Estas palabras llenaron su alma de gran temor. Se dio cuenta de que era responsable no solamente de su propia salvación, sino también de la salvación de otras personas, por eso decidió hacer todo lo que estaba en su poder y pidió que Jesús le concediera las gracias necesarias para cumplir su voluntad o que colmara con estas gracias a otras personas, porque ella solamente las malgastaba.
En noviembre de 1932, Sor Faustina abandonó Płock y fue a Varsovia a la llamada „tercera probación”, para prepararse a los votos perpetuos. Las superioras la mandaron primero a la casa de la Congregación del cercano Walendów, donde habían empezado los ejercicios espirituales anuales de ocho días, bajo la dirección del jezuita, el padre Edmundo Elter, profesor de ética, homiléctica y retórica en la Universidad Gregoriana de Roma. Durante la confesión, el padre Elter le aseguró de que estaba en el buen camino y de que su comunión con Jesús no era ninguna histeria, ni un sueño, ni una ilusión. Le recomendó ser fiel a estas gracias y prohibió evitarlas. Le dijo que pidiera a Dios un director espiritual que le permitiera reconocer y cumplir los designios de Dios. Después de los ejercicios espirituales, llena de agradecimiento y gozo espiritual, regresó a Varsovia para, durante la tercera probación, junto con dos otras hermanas y bajo la dirección de la madre Margarita Gimbutt, prepararse a los votos perpetuos.
A finales de abril de 1933 fue a Cracovia para hacer los ejercicios espirituales de ocho días y emitir su profesión perpetua. Cuando pienso – confesó – que dentro de pocos días voy a hacerme una sola cosa con el Señor por medio del voto perpetuo, un gozo tan inconcebible inunda mi alma que no logro describirlo en absoluto (Diario 231). El 1 de mayo de 1933 tuvo lugar la ceremonia de los votos perpetuos, presidida por el obispo Estanislao Rospond. Durante el acto, Sor Faustina encomendó a Jesús toda la santa Iglesia, su Congregación, su familia, todos los pecadores, los agonizantes y las almas sufrientes en el Purgatorio. Agradeció por la inconcebible dignidad de la esposa del Hijo de Dios y pidió a la Madre de Dios una protección especial, aludiendo a su nuevo título. Oh, Madre de Dios, Santísima María, Madre mía – le dijo – Tú ahora eres mi Madre de modo muy particular y eso porque Tu amado Hijo es mi Esposo, pues los dos somos Tus hijos. Por consideración a Tu Hijo, debes amarme (Diario 240). En señal de los votos perpetuos,de las manos del obispo recibió el anillo con el nombre de Jesús grabado. A partir de aquel momento sus relaciones con Dios se hicieron tan estrechas como nunca antes. Sentía que amaba a Dios y que Él la amaba.