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María Faustina Kowalska.5.EspañoL.26.9.23.
”A partir de hoy te llamarás Sor María Faustina”
A partir de hoy no llevarás tu nombre de bautismo, sino que te llamarás Sor María Faustina – estas palabras oyó Elena durante la ceremonia de la toma de hábito, el 30 de abril de 1926. Durante el acto se desmayó dos veces. La hermana Clemensa Buczek que la ayudó a quitarse el vestido blanco y el velo y ponerse la ropa de monja, pensó que el desmayo se debió a las vivencias relacionadas con abandonar el mundo. Pero, como resultó después, Dios le dio a conocer lo mucho que iba a sufrir. Ella vio claramente a lo que se estaba comprometiendo. Ese sufrimiento duró un minuto y Dios volvió a colmar su alma con muchos consuelos.
El 20 de junio de 1926, dos meses después de haber entrado Sor Faustina en el noviciado, cambió su maestra. La madre Margarita Gimbutt fue sustituida por la madre Josefa Brzoza que se había preparado para esa función en Laval, de donde la fundadora de la Congregación, la madre Teresa Eva de los príncipes Sułkowski, condesa Potocka, recogió los modelos de la vida conventual y de trabajo apostólico en Polonia. La maestra era una persona de saber profundo y de mucha experiencia personal que introducía a las novicias en la vida conventual enseñándoles el profundo conocimiento de Dios, la oración y la adecuada ascesis para que su piedad no fuera „blanda”, basada en sentimientos, sino sólida y encaminada a la cada vez más profunda unión con Dios a través de la obediencia, la humildad, el amor sacrificial por el prójimo y el celo por la salvación de las almas confiadas al cuidado apostólico de la Congregación. Sor Faustina era una alumna aplicada que cumplía fiel y exactamente sus deberes. Estuvimos juntas en el noviciado un año – recuerda la hermana Crescencia Bogdanik – y vi que Sor Faustina cumplía sus deberes con mucho celo. Siendo yo mayor que ella en el noviciado, era su tutora (su „ángel” como decíamos en el convento). La introducía en la vida del convento y admiraba la facilidad con la que asimilaba todo.No tenía que repetirle nada dos veces, como es frecuente con otras novicias.Y siempre se notaba una alegría de niña en su cara. En aquel entonces Sor Faustina hablaba mucho de la misericordia de Dios – recuerda la hermana Simeona Nelewajk – y yo, para contrastarla, acentuaba la justicia Divina. Pero con sus argumentos ella vencía siempre. Bromeando, las hermanas la llamaban „jurista”, porque sabía encaminar la conversación hacia las verdades de Dios. La querían y durante el recreo la rodeaban y cada una quería estar cerca de ella, porque sus pensamientos y charlas se referían a Dios, pero al mismo tempo estaba alegre.
Su alegría decayó un poco al final del primer año de noviciado, cuando en su vida empezó el período de muy dolorosas experiencias espirituales, las llamadas „noches pasivas”. Al final del primer año de noviciado – apuntó en el Diario – en mi alma empezó a oscurecer.No sentía ningún consuelo en la oración, la meditación venía con gran esfuerzo, el miedo empezó a apoderarse de mí. Penetré más profundamente en mi interior y lo único que vi fue una gran miseria. Vi también claramente la gran santidad de Dios, no me atrevía a levantar los ojos hacia Él, pero me postré como polvo a sus pies y mendigué su misericordia. No entendía lo que leía, no podía meditar. Me parecía que mi oración no agradaba a Dios. Cuando me acercaba a los santos sacramentos, me parecía que ofendía más aún a Dios . Sin embargo el confesor no me permitió omitir ni una sola Santa Comunión. Dios actuaba en mi alma de modo singular. No entendía absolutamente nada de lo que me decía el confesor. Las sencillas verdades de la fe se hacían incomprensibles, mi alma sufría sin poder encontrar satisfacción en alguna parte. Hubo un momento en que me vino la fuerte idea de que era rechazada por Dios. Esta terrible idea atravesó mi alma por completo. En este sufrimiento mi alma empezó a agonizar.Quería morir, pero no podía (Diario 23).
En estas experiencias tan dolorosas, Sor Faustina tuvo la ayuda de la maestra del noviciado que no sólo reconoció perfectamente el estado de alma de su novicia, lo que no fue nada fácil, sino que también adoptó medios correspondientes. Le encomendó que, en vez de largas oraciones que necesitaban más recogimiento y empeño, rezara jaculatorias y de este modo se sometiera a la voluntad de Dios. Le explicó que Dios es siempre Padre, aunque someta a pruebas, pero estas experiencias habían de prepararla para una estrecha unión con Dios.
En aquellas noches pasivas de espíritu había momentos de luz y gozo, cuando Dios le permitía sentir su amor o cuando venía a su auxilio la Madre de Dios. Fue feliz también en la ceremonia de los primeros votos, presidida por el obispo Estanislao Rospond, el 30 de abril de 1928. Al convento de Cracovia-Łagiewniki llegaron entonces los padres de Sor Faustina. Fue su primer encuentro desde hacía algunos años. Encontraron a su hija feliz y muy alegre. Ves, papále – dijo al padre que se oponía categóricamente a que entrara en el convento – Éste, a quien he votado, es mi esposo y tu yerno. Tal argumento y la felicidad de su hija, convencieron a los padres y en aquel momento aceptaron su vida de monja.
Tras los primeros votos Sor Faustina se quedó en Cracovia unos meses más.En octubre de 1928, la Congregación celebró el Capítulo General, durante el cual fue elegida la nueva superiora general, la madre Micaela Olga Moraczewska que era una persona instruida (estudió en el Conservatorio de Música, hablaba varios idiomas), tenía gran espíritu (ofreció su vida por la salvación de las almas), durante 18 años guió la vida espiritual y apostólica de toda la Congregación. Después de las revelaciones de Sor Faustina, la madre Micaela dejó llevar el timón de la Congregación a María, Madre de la Misericordia – la Superiora General Celestial. La madre Micaela gozaba de gran confianza de Sor Faustina para quien era una gran ayuda en la realización de su vocación y una persona providencial para reconocer su profética misión.
En los primeros años de juniorado, es decir, después de la primera profesión, Sor Faustina trabajó en muchas casas de la Congregación. Primero en Varsovia, en la calle Żytnia. En 1929 fue a Vilna para sustituir a la hermana Paulina Basiura que iba a tener su tercera probación. Después regresó a la calle Żytnia de Varsovia para trasladarse después a la nueva casa de la Congregación, en el barrio varsoviano de Grochów, en la calle Hetmańska. Ese mismo año fue también a Kiekrz, cerca de la ciudad de Poznań para sustituir en la cocina a la hermana Modesta Rzeczkowska que estaba enferma. Más tarde regresó otra vez a Varsovia, a la calle Żytnia, pero allí se quedó poco tiempo. Las circunstancias se disponían de este modoexplicó estas frecuentes mudanzas la superiora general – que a menudo debía trasladar a Sor Faustina de una casa a otra, así que trabajó en casi todas las casas de la Congregación. Después de estar poco tiempo en Varsovia, en la calle Żytnia y en el barrio de Grochów, volvió otra vez a Płock y de allí fue a Biała que es una colonia agrícola de la casa de Płock. En Płock, hasta su tercera probación trabajó, sobre todo, en una tienda vendiendo pan de la panadería local.