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Edith Stein,Español,3.4,1,21
Visión del judaísmo[editar]
La visión del judaísmo de Edith Stein fue evolucionando a lo largo de toda su vida. Nacida en el seno de una familia judía, abandonó su fe y pasó a ser atea y, en todo caso, no practicante y agnóstica desde la adolescencia. Este ateísmo fue abandonado debido a su encuentro con Cristo. Esta conversión condujo a Edith Stein a una profundización de su fe, a realimentarse de sus raíces judías gradualmente y a expresar su fe cristiana de una manera original.122
Edith Stein no renegó nunca de su origen judío y se tenía en cuenta siempre a sí misma como perteneciente al pueblo judío. Consideraba que Cristo fue un judío practicante, como sus discípulos de los primeros tiempos. Él es la misma Iglesia con el grupo de sus discípulos. La Iglesia debe ser plenamente consciente de este enraizamiento y del deber de ser solidaria con el pueblo judío perseguido.123 Esta reflexión y esta filiación fueron las que condujeron a Edith Stein a escribir al papa Pío XI acerca del antisemitismo124 y a actuar contra el mismo a lo largo de toda su vida.125 También reivindicaba su herencia judía, por ejemplo, en 1932. Durante una estancia en París, decía «con nosotros» o «nosotros» cuando hablaba de sus amigos filósofos judíos y lo haría de forma continua a lo largo de su vida.126
En su obra Vida de una familia judía, que se presenta como autobiográfica, Edith Stein quiere, según el prólogo, conseguir una refutación del antisemitismo nazi a través de la presentación de la vida de su familia y sus amigos judíos, donde ella es totalmente solidaria, buscando la manera de hacer desaparecer los prejuicios antisemitas. Esta herencia es experimentada por Stein de una forma muy personal; Edith escribió en 1932: «yo había oído hablar de severas medidas adoptadas contra los judíos, pero en ese momento me vino de repente la idea de que Dios había puesto de nuevo su mano fuertemente en mi pueblo y el destino de las personas también era el mío».127 Escribió La oración de la Iglesia, donde reafirma el profundo vínculo, vital, entre el catolicismo y los judíos, y afirmaba que «Cristo rezaba a la manera de un judío piadoso, fiel a la Ley».128 Edith dice, con la misma lógica, que hay un rico pasado y presente de la liturgia judía, riqueza que prefigura la riqueza de la liturgia católica.1
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Finalmente en su muerte, que ella quiso vivir como un holocausto por «su pueblo», mostraba su profundo apego a la relación entre el cristianismo y el judaísmo.130 Sin embargo nunca renegó de su fe católica y se identificaba con Cristo, que murió por sus discípulos. Por eso, Stein hizo lo mismo, entrando en los campos como judía. El papa Juan Pablo II, en la homilía de la beatificación, afirmó que no hay contradicción en la fe de Edith Stein: «para Edith Stein, el bautismo cristiano no era una forma de romper con su legado judío. Por el contrario, dijo: «yo había renunciado a la práctica de la religión judía desde la edad de catorce años. Mi regreso a Dios me permitió sentirme judía de nuevo». Ella siempre fue consciente de que estaba obligada a Cristo no solo por la espiritualidad, sino también por la propia sangre. En los campos de exterminio murió como hija de Israel» para la gloria del Santísimo Nombre y, a la vez, como la hermana Teresa Benedicta de la Cruz, que viene a decir: «bendecida por la Cruz».131
Teología de la Cruz[editar]
Stein desarrolló una espiritualidad particular en torno a la Pasión de Cristo. Desde el principio de su conversión fue golpeada por el misterio del sufrimiento a través de la muerte de su amigo Adolf Reinach. Descubrió cómo su joven viuda asumió la prueba mediante la esperanza cristiana. Una vez ingresada en el Carmelo, tomó el nombre de sor Teresa Benedicta de la Cruz, lo que demostraba la importancia en ella de la teología de la cruz. La redacción de La ciencia de la cruz sobre la espiritualidad de san Juan de la Cruz permitió a Edith Stein desarrollar una teología de la cruz. La Cruz es, según Edith Stein, «… la verdad enterrada en el alma como un grano de trigo que empuja a sus raíces y crece. Marca el alma con una impronta especial que determina su conducta, hasta tal punto que tanto que el alma irradia a su alrededor y da a conocer mediante su comportamiento». Para Edith Stein la ciencia de la cruz consiste en la imitación de Cristo, Varón de dolores.132
El sufrimiento descrito por san Juan de la Cruz en La noche oscura del alma es una participación en la Pasión de Cristo y tiene «el más profundo sufrimiento, el del abandono de Dios». Juan de la Cruz dice que para entrar en «la riqueza de la sabiduría de Dios, es necesario entrar por la puerta: esta puerta es la cruz y es estrecha».133
Para Edith Stein, la ciencia de la cruz es la posibilidad de unirse a Dios; el alma solo puede unirse a ella «si fue purificada previamente por un fuego de sufrimientos internos y externos y de acuerdo con los planes de la sabiduría divina. Nadie puede en esta vida entrar en este conocimiento, siempre limitado, de estos misterios, sin haber sufrido mucho».133 Estos sufrimientos eran considerados por Edith como «el fuego de la expiación». Jesús vino a la tierra a cargar con el fardo de los pecados del hombre. Los sufrimientos de Cristo a lo largo de su vida y acentuados en el Huerto de los olivos son el signo del dolor que siente en este abandono de Dios. La muerte de Cristo, la cima del sufrimiento, marcó también el final de su sufrimiento y la posibilidad de unión con el Amor eterno, la unión con la Santísima Trinidad.134
Según Edith Stein, después de la noche oscura que es la purificación del corazón, el ser humano accede a la unión con Dios.135. Afirma también que «solo se puede adquirir la ciencia de la cruz si se empieza a sufrir verdaderamente el peso de la cruz. En un primer instante, tenía la convicción íntima y dije desde el fondo de mi corazón: Ave Crux, spes unica».136137 Esta ciencia de la cruz condujo a Edith Stein a desear ofrecerse y sufrir en unión con Cristo. En 1930 escribió: «siento cómo es débil la influencia directa, que agudiza en mí el sentimiento de holocaustum personal.»138