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FRASES DEL DIA 3,11 20
Aparición de la Virgen de Fátima a los tres pastorcillos
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Memorias dela Hermana Lucia
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El trece de mayo
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Día 13 de mayo de 1917. – Estando jugando con Jacinta y
Francisco encima de la pendiente de Cova de Iría, haciendo
una pared alrededor de una mata, vimos, de repente, como un
relámpago.
– Es mejor irnos ahora para casa –dije a mis primos–, hay
relámpagos; puede venir tormenta.
– Pues sí.
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Y comenzamos a descender la ladera, llevando las ovejas en
dirección del camino. Al llegar poco más o menos a la mitad de la
ladera, muy cerca de una encina grande que allí había, vimos otro
relámpago; y, dados algunos pasos más adelante, vimos sobre
una carrasca una Señora, vestida toda de blanco, más brillante
que el sol, irradiando una luz más clara e intensa que un vaso de
cristal, lleno de agua cristalina, atravesado por los rayos del sol
más ardiente. Nos detuvimos sorprendidos por la aparición. Estábamos
tan cerca que nos quedábamos dentro de la luz que la
cercaba, o que Ella irradiaba. Tal vez a metro y medio de distancia
más o menos..
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Entonces Nuestra Señora nos dijo:
– No tengáis miedo. No os voy a hacer daño.
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– ¿De dónde es Vd.? – le pregunté.
– Soy del Cielo.
– ¿Y qué es lo que Vd. quiere?
– Vengo a pediros que vengáis aquí seis meses seguidos, el
día 13 a esta misma hora. Después os diré quién soy y lo que
quiero. Después volveré aquí aún una séptima vez (12).
–
Y yo, ¿también voy al Cielo?
– Sí, vas.
– Y, ¿Jacinta?
– También.
– Y ¿Francisco?
– También; pero tiene que rezar muchos Rosarios.
Entonces me acordé de preguntar por dos muchachas que
habían muerto hacía poco. Eran amigas mías e iban a mi casa a
aprender a tejer con mi hermana mayor.
– ¿María de las Nieves ya está en el Cielo?
– Sí, está. (Me parece que debía de tener unos dieciséis años).
– Y, ¿Amelia?
– Estará en el Purgatorio hasta el fin del mundo (13). Me parece
que debía de tener de dieciocho a veinte años).
–¿Queréis ofreceros a Dios para soportar todos los sufrimientos
que El quisiera enviaros, en acto de desagravio por los
pecados con que es ofendido y de súplica por la conversión de los
pecadores?
– Sí, queremos.
– Tendréis, pues, mucho que sufrir, pero la gracia de Dios será
vuestra fortaleza.
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……
Fue al pronunciar estas últimas palabras (la gracia de Dios,
etc…) cuando abrió por primera vez las manos comunicándonos
una luz tan intensa como un reflejo que de ellas se irradiaba, que
nos penetraba en el pecho y en lo más íntimo del alma, haciéndonos
ver a nosotros mismos en Dios que era esa luz, más claramente
que nos vemos en el mejor de los espejos. Entonces por un
impulso íntimo, también comunicado, caímos de rodillas y repetíamos
íntimamente: «Oh Santísima Trinidad, yo Os adoro. Dios mío,
Dios mío, yo Os amo en el Santísimo Sacramento».
Pasados los primeros momentos, Nuestra Señora añadió:..
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– Rezad el Rosario todos los días, para alcanzar la paz para el
mundo y el fin de la guerra.
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En seguida comenzó a elevarse suavemente, subiendo en dirección
al naciente, hasta desaparecer en la inmensidad de la lejanía.
La luz que la rodeaba iba como abriendo camino en la bóveda
de los astros, motivo por el cual alguna vez dijimos que habíamos
visto abrirse el Cielo.
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Me parece que ya expuse en lo escrito sobre Jacinta o en una
carta, que el miedo que sentíamos, no fue propiamente de Nuestra
Señora, sino de la tormenta que supusimos iba a venir, y de la cual
queríamos huir. Las apariciones de Nuestra Señora no infunden
miedo o temor, pero si sorpresa.
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Cuando preguntaban si habíamos sentido miedo, y decía que sí,
me refería al miedo que habíamos
tenido de los relámpagos y del trueno que suponía vendría próximo;
y de eso fue de lo que queríamos huir, pues estábamos habituados
a ver relámpagos sólo cuando tronaba.
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Los relámpagos tampoco eran propiamente relámpagos, sino
el reflejo de una luz que se aproximaba. Por ver esta luz es por lo
que decíamos a veces que veíamos venir a Nuestra Señora; pero a
Nuestra Señora propiamente sólo la distinguíamos en esa luz cuando
estaba ya sobre la encina. El no sabernos explicar o el querer
evitar preguntas fue lo que dio lugar a que algunas veces decíamos
que la veíamos venir; otras que no. Cuando decíamos que sí,
que la veíamos venir, nos referíamos a que veíamos aproximarse
esa luz que al final era Ella. Y cuando decíamos que no la veíamos
venir, nos referíamos a que Nuestra Señora sólo la veíamos propiamente
cuando estaba ya sobre la encina.
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