Flora Cantábrica

Matias Mayor

Frases del dia 10 3 18


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Alexandrina Maria da Costa

 

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Motivos de la pasión de Alejandrina

 

 

 

Hija mía, hija mía, ven, escucha lo que te digo, tu dolor es para salvar las almas, el Divino Espíritu Santo te prende a mí con sus rayos de amor y con el amor me atrae hacia ti, te llena de su fuego y amor divino para que me des almas. Escúchame, hija mía, tu obedeciste, tu obediencia te hace crecer mucho en la virtud y aumentó tu gloria. Yo también obedezco a tu Director, pero ya no, lo que hago es disminuir mis coloquios”.

 

 

 

Es preciso que Yo continúe esa obra a través de mis víctimas… Acude al mundo. Yo continúo diciéndoles que están en peligro, grave peligro, urgente peligro. La maldad desafía a la Justicia del Padre Eterno. Escucha al Mendigo que toca, dale limosna a Jesús que te la pide, acepta la cruz, llévala con alegría, dame el dolor, dame el fruto de tu Calvario, lo quiero para las almas”. (17-10-1947)

 

 

Esta página de Alejandrina revela luminosamente la misión importante del Crucificado y especialmente de las generosas víctimas, que perpetúan a través del tiempo la Pasión redentora de Cristo.

 

 

Inmolación que Él valora con su mérito infinito a favor de las almas ¡Invento de una sabiduría divina! ¡Empeño de un amor inagotable!

 

 

Escribe todo –le dice Jesús- y todo entrega a quien cuida de ti y de mi causa divina, esto basta, ellos resuelven todo. Amada, dile al mundo que oiga la voz de Jesús resonando en la más alta montaña, en medio de la más tremenda tempestad.

 

 

“.

 

 

Pero démosle  la palabra a Alejandrina:

 

 

“El fuego eterno” (Mat., 25, 41)

 

 

“Que el Cielo sea conmigo –escribe el 13-8-1945- me siento como si estuviera condenada al infierno, mi alma siente horrorosos suplicios, son los ojos del alma que ven a los demonios atormentadores y en todo el cuerpo me parece sentir aquel fuego negro que me consume; mis oídos oyen los gritos de los demonios y todo el desespero infernal y a veces quedo como si parara aterrorizada en medio del viaje, no sé que hacer. ¡Dios mío, condenada al infierno! Espero que tu bondad infinita no me falte, cuando siento que estoy en esa desesperación eterna, siento sobre mí el peso de la Justicia divina. ¡Querer ver a Dios y no poder! Es más,  millones de veces más doloroso que todo el tormento del infierno, mi alma asustada tiembla de miedo, cuantos sufrimientos indecibles pasan sobre mí!”.

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