Flora Cantábrica

Matias Mayor

Frase del dia 19,2 18


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,,TERESA NEUMANN

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CURACIÓN DE APENDICITIS PURULENTA

 

Los días de Todos los santos y de Todos los difuntos, 1 y 2 de noviembre del año 1925, los pasó en la iglesia, ganando indulgencias para las almas del purgatorio. Se enfrió y tuvo que guardar cama. Tenía fiebre alta. El doctor Seidl diagnosticó el 13 de noviembre que tenía una apendicitis con riesgo de perforación y ordenó su ingreso inmediato en el hospital de Waldsassen para operarla. Él se adelantó para preparar las cosas de la operación mientras su padre buscaba un coche para llevarla cómodamente en camilla.

 

 

Su madre lloraba y Teresa, conmovida, oró a santa Teresita y se hizo poner una reliquia suya sobre la parte que le dolía. Y de nuevo se le apareció la luz y la voz amiga le dijo: Tú plena entrega y gozo en el sufrimiento nos alegra. Y para que el mundo conozca que hay una intervención superior, ahora no tienes necesidad de ser operada. ¡Levántate y vete enseguida a la iglesia a dar gracias a Dios!8 .

 

 

I nmediatamente, se sintió curada y se vistió para ir a la iglesia a dar las gracias como le había dicho la voz. Al día siguiente fue con el padre Naber al hospital de Waldsassen para que la viera el doctor Seidl, quien no podía entender los hechos, confirmando, como ella le había informado, que el pus había sido evacuado durante la noche por la vía natural del intestino. Sobre esta curación le escribió a un padre carmelita a fines de 1925 o principios de 1926: En noviembre tuve durante algunos días fuertes dolores abdominales. El 13 de noviembre se agravaron y llamaron al médico, quien dijo que había que operar a toda prisa y que a la mañana siguiente sería demasiado tarde.

 

 

Mis padres estaban muy asustados, especialmente mi madre, que se lamentaba pensando que estaba demasiado débil para soportar una operación y que podría morir en manos extrañas. Eso era durísimo para mi madre… Por orden del médico, mi padre se procuró un coche en que pudiese ir echada. El médico telefoneó a las hermanas de Waldsassen para que preparasen todo lo necesario para la operación. Ya estaba todo listo para la partida. Cuando le médico salió, le dije al párroco: “Pienso si debería decírselo a santa Teresa, que seguro me ayudaría, pero no sé si debo hacerlo y si está bien a los ojos del buen Dios; no por mí, sino por mi madre”. Él me dijo que podía hacerlo.

 

 

Después me pusieron sobre la parte dolorida la reliquia de la santa que llevo siempre al cuello e invocamos a santa Teresita. De repente, me encontré en el mismo estado que el 17 de mayo. Vi de nuevo la misma luz, una mano derecha y la voz querida que me dijo: “Me alegra tu entrega completa y tu alegría en el sufrimiento. Para que el mundo conozca que existe una  intervención superior, no necesitas operarte ahora, pero enseguida debes alabar y dar gracias al Señor”

La luz desapareció y me senté en la cama después de convencerme de que estaba curada. Me vestí y el señor párroco hizo abrir la iglesia después de haberle dicho que santa Teresita quería que yo fuese enseguida a la iglesia. Fuimos juntos. Yo me sentía completamente bien. Por la noche salió mucho pus a través del intestino. El sábado el párroco me acompañó al médico, que quedó sorprendido al examinarme y no encontrar rastro alguno de la enfermedad

 

LAS LLAGAS

 

En la noche del jueves al viernes, del 4 al 5 de marzo de 1926, vio Teresa a Cristo arrodillarse en el huerto de los Olivos y lo oyó orar. Jesús la miró fijamente y en ese momento ella sintió en la región del corazón un dolor tan vivo que creyó morir. Al mismo tiempo fluyó sangre caliente de esa zona que continuó saliendo hasta el mediodía del viernes. Ella había sentido como si una espada puntiaguda le hubiera atravesado el corazón

 

 

En la noche del Jueves santo al Viernes santo, del 1 al 2 de abril de ese año 1926, revivió la Pasión desde el huerto de los Olivos hasta la muerte de Jesús en la cruz. Ese día aparecieron por primera vez las llagas de las manos y los pies, pero en la parte externa. Sus padres las vieron y se asustaron, llamando al padre Naber, que también quedó impresionado. El día de Pascua, Teresa estaba radiante de felicidad, viendo a Jesús resucitado

 

 

El 15 de abril de 1927, las llagas se hicieron visibles también en la parte interna de manos y pies. Los médicos intentaron con todos los medios posibles tratar de curarlas, pero todo fue inútil. Cuanto más el doctor Seidl le ponía ungüentos y vendas, más dolor sentía y se le hinchaban más las manos y pies; de modo que terminaron por dejarla tranquila, pues, sin curaciones, las llagas no se hinchaban ni supuraban. Para evitar la curiosidad de la gente, se puso unos mitones o medio guantes para ocultar las llagas que tenían forma cuadrada. Estas llagas persistieron en ella hasta el fin de su vida y pudieron verse en su lecho de muerte

 

 

A lo largo de 1927 recibió en distintas ocasiones las llagas de la corona de espinas alrededor de su frente. Durante la Cuaresma de 1928 recibió la llaga de la espalda derecha. El 29 de marzo de 1929 recibió por primera vez las llagas de la flagelación, que se reproducían cada año. A estas llagas hay que añadir las lágrimas de sangre que vertía en los éxtasis de los viernes; especialmente de Cuaresma. Los exámenes médicos no podían reconocer ninguna causa justificada para estas lágrimas de sangre, pues no había ninguna erosión en sus ojos.

 

 

Para ver sus llagas llegaban a su casa muchos médicos y eclesiásticos. Algunos llegaron a creer que eran producto de la histeria. En 1928 llegó a visitarla el padre Agostino Gemelli, franciscano, en calidad de enviado del Papa

 

 

Pío XI. Era profesor y rector de la universidad católica de Milán. Su informe fue positivo: He llevado a cabo mis investigaciones con todo cuidado y declaro del modo más firme que no hay rastro alguno de histeria y que esos estados no pueden explicarse científicamente de modo natural

 

 

El mismo padre Naber tuvo que salir al paso de algunas publicaciones negativas. En una oportunidad le escribió una carta abierta al doctor Joseph Eberle, redactor de la revista Schönere Zukunft de Viena, respondiendo a un artículo publicado, en el que se decía que todo era pura histeria. El padre Naber escribió: Sin dudar un solo instante estaría dispuesto a dar mi vida por la veracidad de los fenómenos extraordinarios de Teresa Neumann tal como yo lo he observado y en especial por la ausencia de alimentación1

 

 

Teresa vivió los dolores de la Pasión unas 700 veces en su vida. Muchos viernes desfilaban ante su lecho miles de personas. Algún Viernes santo llegaron hasta 10.000 personas. Pasaban de 10 en 10 y sólo durante uno o dos minutos para verla en éxtasis. Después de la segunda guerra mundial, muchos soldados norteamericanos, incluso no católicos, acudían a verla y muchos se convertían.

 

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