Flora Cantábrica

Matias Mayor

Frases del dia 26, 11. 17


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San Rafael Arnaiz

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A su tío Leopoldo, Duque de Maqueda, desde Oviedo (1)

 

Queridísimo tío Polín: Esperaba tu carta, pues sabía serías el primero en escribirme… Que Dios te pague el consuelo que recibí con ella. Ahora me dispongo, a mi vez a darte las noticias que me pides… No lo he hecho antes por imposibilidad material, pues veo muy mal y me canso mucho. Tengo que usar para todo las gafas de papá que son de vista cansada… Dice el médico que se me pasará en cuanto esté más fuerte. (2)

 

 

Lo que me pasa es muy sencillo, y es, en resumidas cuentas, que Dios me quiere mucho… Yo en la Trapa era feliz, me consideraba el más dichoso de los mortales, había conseguido desprenderme de las criaturas y no ambicionaba más que a Dios… Pero me quedaba una cosa: el amor a la Trapa, y Jesús, que es muy egoísta del cariño de sus hijos, también ha querido que me desprendiese de mi amado monasterio, aunque no fuese más que temporalmente.

 

Dura, muy dura, es la prueba que estoy pasando, pero ni tiemblo, ni me asusto, ni desconfío de Dios. Cada vez veo su mano en todo lo que me ocurre y me acontece, y te aseguro que es muy dulce abandonarse en manos de tan buen Padre. Cuántas cosas te diría si estuviera contigo. Hablas de mis penas, y yo te digo, feliz el que sufre por Cristo y desgraciado el que en la tierra ve cumplidos sus deseos.

 

La enhorabuena que tú me das me la dio con lágrimas en los ojos mi confesor allá en la Trapa (3). Si tú supieras lo que es aquello, tío Polín… He dejado algunos cariños tan profundos… Si vieses cómo nos queremos los trapenses en silencio… Nadie sabe lo que es llorar por un hermano que se va, a quien en cuatro meses, como a mí, no se le ha dirigido la palabra.

 

Bueno, cuando nos veamos hablaremos largo y tendido, no sabría expresarte por carta mis sentimientos; lo único que haré será explicarte detalladamente mi enfermedad.

 

En los cuatro meses de noviciado, ni un mal dolor de cabeza; una salud estupenda y encantado de la vida… Comienzan los trabajos de la «escarda». Los primeros días en el campo muy bien, alabando a Dios en medio de los trigos; un día me siento muy cansado; al día siguiente más; a otro ya no resisto y, mientras mis hermanos trabajan, yo me siento…, estoy agotado; hace dos o tres días que tengo una eliminación de orina tremenda, habiendo noches de levantarme seis veces… El Padre Maestro no me deja ir al campo; me quedo en casa lavando lechugas; al día siguiente después de Maitines de la Virgen, a las tres de la mañana no puedo estar más tiempo en el coro y subo a acostarme. Al día siguiente sube el reverendo Padre al noviciado y me manda unos días a la enfermería.

 

El Padre enfermero me analiza la orina y se queda asustado. Llega el médico y dice que tengo que ponerme en tratamiento inmediatamente y es imposible en el monasterio. Al día siguiente llega papá con el coche. A Oviedo llegué a la cuatro de la tarde, y a las seis me ponían la primera inyección de “insulina”, única cosa que dicen que lo cura.

 

Tengo mucha azúcar y tuve acetona; estoy a un plan de alimentación en que se me pesa todo lo que como por gramos; tengo un hambre terrible y una debilidad tal, que el leer me marea, el andar me cansa, apenas veo… Toda ha sido cuestión de seis o siete días, pero ha habido días que he adelgazado dos kilos.

 

Me hacen dos análisis diarios, y me ponen tres inyecciones también diarias… Una verdadera «juerga médica”; no tengo ningún dolor ni ninguna molestia; me estoy todo el día sentado sin hacer nada.

Me he traído el hábito, pero no me lo pongo.

 

Esta enfermedad es muy larga y no sé cuándo podré volver a mi monasterio, y no sé cuándo será, pero Dios me dice que yo moriré trapense; ahora lo único que tengo que hacer es ponerme en sus manos y te aseguro que lo estoy; más no puedo hacer, pues además sé que la Santísima Virgen no me abandona.

 

No te puedes figurar lo que siento lo de Pilar, pero no hay que preocuparse, Dios da la salud y Dios la quita… y Él sabe lo que hace. Yo he estado a punto de subirme al cielo (perdóname la presunción), pues el peligro ha sido cuestión de horas, y, sin embargo, Dios me ha dicho:

 

Espera…, y yo espero todo el tiempo que Dios quiera.

 

Espero verte cuando vengas a Covadonga, y entonces allí, a los pies de la Virgen, hablaremos de Dios… Ni tus penas ni las mías merecen comentarios, ¿qué más da salud que enfermedad, y qué más da riqueza que pobreza, cuando se tiene a Dios?

 

¡Ah, tío Polín, qué grande es el Señor! y qué pequeños somos los hombres.

 

He cambiado mucho en estos cuatro meses, Dios me ha mimado mucho y me ha hecho ver algunas cosas que antes no veía.

 

Bueno, te dejo por hoy. Otro día te escribiré más detalles, y no te preocupes por mi salud, que no merece la pena.

 

Da un abrazo muy fuerte a tía María y a los primos, y tú recíbelo todo de tu sobrino y hermano en Jesús y María

 

Rafael

 

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