Flora Cantábrica

Matias Mayor

Frases del dia 31,10 17


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Aparición Virgen de Fátima

 

 

 

El Milagro Del Sol

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El Relato del Dr. José Maria de Almeida Garrett, un Testigo Ocular y profesor de la Facultad de Ciencias de Coimbra, Portugal

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«Debió haber sido la 1:30 p.m. cuando se elevó, exactamente en el lugar en el que se encontraban los niños, una nube de humo, delgada, fina y azulada, que se extendía unos dos metros por encima de sus cabezas, donde se evaporaba. Este fenómeno, perfectamente visible a simple vista, duró unos pocos segundos. Debido a que no me di cuenta de cuánto tiempo duró este fenómeno, no sé si fue más o menos un minuto. El humo se disipó abruptamente y, después de un tiempo, volvió a aparecer, y luego una tercera vez.

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«El cielo, que había estado nublado todo el día, súbitamente se aclaró; la lluvia paró y parecía como si el sol estuviera a punto de llenar de luz el campo que la mañana invernal había vuelto tan lóbrego. Yo miraba el lugar de las apariciones en un estado sereno, aunque frío, en espera de que algo pasara, y mi curiosidad disminuía, pues ya había transcurrido bastante tiempo sin que pasara nada que llamara mi atención. Unos momentos antes, el sol se había abierto paso entre una capa gruesa de nubes que lo escondían y brillaba entonces clara e intensamente.

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«De repente escuché el clamor de miles de voces, y ví a la multitud desparramarse en aquel vasto espacio a mis pies … darle la espalda a aquel lugar, que hasta ese momento había sido el foco de sus expectativas, y mirar hacia el sol en la otra dirección. Yo también di la vuelta hacia el punto que atraía su atención y pude ver el sol, como un disco transparente, con su agudo margen, que brillaba sin lastimar la vista. No se podía confundir con el sol que se ve a través de una neblina (en ese momento no había neblina), pues no estaba velado ni opaco. En Fátima, el sol conservó su luz y calor, y se destacó claramente en el cielo, con un margen agudo, parecía una mesa de juego. Lo más sorprendente era que se podía mirar directamente al disco solar, sin que los ojos se lastimaran o se dañara la retina. [Durante ese tiempo], el disco del sol no permaneció inmóvil, se mantuvo en un movimiento vertiginoso, [pero] no como el titilar de una estrella con todo su brillo, pues el disco giraba alrededor de sí mismo en un furioso remolino.

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«Durante el fenómeno solar, el cual acabo de describir, ocurrieron también cambios de color en la atmósfera. Al mirar al sol, noté que todo se estaba oscureciendo. Primero miré los objetos más cercanos y después extendí mi vista hacia el horizonte. Ví que todo había adquirido un color amatista. Los objetos a mi alrededor, el cielo y la atmósfera, eran del mismo color. Todo había cambiado, tanto lo cercano como lo lejano, adquiriendo el color amarillento del damasco viejo. Parecía como si la gente padeciera de ictericia y recuerdo haber tenido una sensación de diversión al ver lo fea y nada atractiva que se veía la gente. Mi propia mano era del mismo color.

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«Entonces, súbitamente, escuché un clamor, un grito de angustia de la gente. Fue como si el sol, en su girar enloquecido, se hubiera desprendido del firmamento y, rojo como la sangre, avanzara amenazadoramente sobre la tierra como si fuera a aplastarnos con su peso enorme y ardiente. La sensación durante esos momentos fue terrible.

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«Todos los fenómenos que he descrito yo los observé en un estado mental de calma y serenidad sin trastorno emocional. A otros les toca interpretarlos y explicarlos. Por último, debo declarar que nunca, ni antes ni después del 13 de octubre [1917], he observado ningún fenómeno, atmosférico o solar, similar.»

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El relato completo del Profesor Almeida Garrett se puede encontrar en Novos Documentos de Fatima (ediciones Loyola, San Paulo, 1984)

 

 

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