Flora Cantábrica

Matias Mayor

frases del dia 8 5 .17


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Aparición del Ángel a los pastores de Fátima

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. Apariciones del Ángel en 1916

 

Por este tiempo, Francisco y Jacinta pidieron y obtuvieron,

como ya conté a V. Excia. Rvma., permiso de sus padres para

comenzar a guardar sus rebaños. Dejé, pues, estas buenas compañeras

y las sustituí por mis primos: Francisco y Jacinta. Entonces

acordamos pastorear nuestros rebaños en las propiedades

de mis tíos y de mis padres, para no juntarnos en la sierra con los

otros pastores.

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Un bello día fuimos con nuestras ovejas a una propiedad de

mis padres, situada al fondo de dicho monte, mirando al saliente.

Esa propiedad se llama «Chousa Velha». Alrededor de media mañana

comenzó a caer una lluvia fina, algo más que orvallo. Subimos

la falda del monte seguidas por nuestras ovejas, buscando un

resguardo que nos sirviese de abrigo. Fue entonces cuando, por

primera vez, entramos en nuestra caverna bendita. Queda en medio

de un olivar que pertenece a mi padrino Anastasio. Desde allí

se ve la pequeña aldea donde nací, la casa de mis padres, los

lugares de Casa Velha y Eira da Pedra. El olivar, perteneciente a

varios dueños, continúa hasta confundirse con estos pequeños lugares.

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Allí pasamos el día, a pesar de que la lluvia había cesado y

el sol había aparecido, hermoso y claro. Comimos nuestra merienda,

rezamos nuestro Rosario, y no recuerdo si no fue uno de aquellos

Rosarios que solíamos rezar, cuando teníamos ganas de jugar,

como ya dije a V. Excia. Rvma., pasando las cuentas y diciendo

solamente las palabras: “Padre nuestro y Ave María”. Terminado

nuestro rezo, comenzamos a jugar a las chinas.

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Hacía poco tiempo que jugábamos, cuando un viento fuerte

sacudió los árboles y nos hizo levantar la vista para ver lo que

pasaba, pues el día estaba sereno. Vemos, entonces, que, desde

el olivar (11) se dirige hacia nosotros la figura de la que ya hablé.

Jacinta y Francisco aún no la habían visto, ni yo les había hablado

de ella. A medida que se aproximaba, ibamos divisando sus facciones:

un joven de unos 14 ó 15 años, más blanco que la nieve, el sol

lo hacía transparente, como si fuera de cristal, y de una gran belleza.

Al llegar junto a nosotros, dijo:.

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– ¡No temáis! Soy el Angel de la Paz. Rezad conmigo.

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Y arrodillándose en tierra, dobló la frente hasta el suelo y nos

hizo repetir por tres veces estas palabras:

– ¡Dios mío! Yo creo, adoro, espero y os amo. Os pido perdón

por los que no creen, no adoran, no esperan y no os aman.

Después, levantándose, dijo:

– Rezad así. Los Corazones de Jesús y de María están atentos

a la voz de vuestras súplicas.

Sus palabras se grabaron de tal forma en nuestras mentes,

que jamás se nos olvidaron. Y, desde entonces, pasábamos largos

ratos así, postrados, repitiéndolas muchas veces, hasta caer cansados.

Entonces, les recomendé que era preciso guardar silencio,

y esta vez, gracias a Dios, me hicieron caso.

 

Pasado bastante tiempo (12), en un día de verano, en que habíamos

ido a pasar el tiempo de siesta a casa, jugábamos al lado

de un pozo que tenía mi padre en la huerta, a la que llamábamos

“Arneiro’, (en el escrito sobre Jacinta, también hablé ya a V. Excia.

de este pozo). De repente vimos junto a nosotros la misma figura o

Ángel, como me parece que era, y dijo:

– ¿Qué hacéis? Rezad, rezad mucho. Los Santísimos Corazones

de Jesús y de María tienen sobre vosotros designios

de misericordia. Ofreced constantemente al Altísimo oraciones

y sacrificios.

………….

– ¿Cómo nos hemos de sacrificar? – le pregunté.

– En todo lo que podáis, ofreced a Dios un sacrificio como acto

de reparación por los pecados con que El es ofendido y como súplica

por la conversión de los pecadores. Atraed así sobre vuestra

Patria la paz. Yo soy el Angel de su guarda, el Angel de Portugal.

Sobre todo, aceptad y soportad, con sumisión, el sufrimiento que

el Señor os envie.

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Pasó bastante tiempo y fuimos a pastorear nuestros rebaños

a una propiedad de mis padres, que queda en la falda del mencionado

monte, un poco más arriba que los Valinhos. Es un olivar al

que llamábamos «Pregueira». Después de haber merendado acordamos

ir a rezar a la gruta que queda al otro lado del monte; para lo

cual, dimos una vuelta por la cuesta y tuvimos que subir un roquedal

que queda en lo alto de la «Pregueira». Las ovejas consiguieron

pasar con muchas dificultades.

 

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Después que llegamos, de rodillas, con los rostros en tierra,

comenzamos a repetir la oración del Ángel: ¡Dios mío! Yo creo,

adoro, espero y os amo, etc. No sé cuántas veces habíamos repetido

esta oración, cuando vimos que sobre nosotros brillaba una

luz desconocida. Nos levantamos para ver lo que pasaba y vimos

al Ángel (13), que tenía en la mano izquierda un Cáliz, sobre el cual

había suspendida una Hostia, de la que caían unas gotas de Sangre

dentro del Cáliz. En Ángel dejó suspendido en el aire el Cáliz,

se arrodilló junto a nosotros, y nos hizo repetir tres veces.

………….

 

– Santísima Trinidad, Padre, Hijo, Espíritu Santo, os ofrezco el

preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor

Jesucristo, presente en todos los Sagrarios de la tierra, en reparación

de los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con que El mismo es

ofendido. Y por los méritos infinitos de su Santísimo Corazón y del

Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres

pecadores.

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Después se levanta, toma en sus manos el Cáliz y la Hostia.

Me da la Sagrada Hostia a mí y la Sangre del Cáliz la divide entre

Jacinta y Francisco (14), diciendo al mismo tiempo:

– Tomad y bebed el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, horriblemente

ultrajado por los hombres ingratos. Reparad sus crimenes

y consolad a vuestro Dios.

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Y, postrándose de nuevo en tierra, repitió con nosotros otras

tres veces la misma oración: «Santisima Trinidad… etc.», y desapareció.

Nosotros permanecimos en la misma actitud, repitiendo

siempre las mismas palabras; y cuando nos levantamos, vimos que

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