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Guiso de lentejas.(Cristalería fina)
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GUISO DE LENTEJAS
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Por Margarita Fernández
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Al vivir solo Gregorio, tuvo que aprender entre otras cosas, a cocinar.
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Decir que había aprendido a cocinar es mucho decir, pero hay que expresarlo de alguna manera.
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Los lunes ponía lentejas. Ya cerca del verano y como hacía buen día se planteó cocinar otra cosa, pero, tras unos minutos de duda, se decidió por las lentejas, entre otras cosas porque las había dejado a remojo y no sabía si era malo ó bueno guardarlas un par de días en la nevera; cogió una olla del armario de la cocina, una olla normal y corriente porque no sabía usar la exprés .
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Escurrió las lentejas y las puso en la olla, añadió seis zanahorias peladas y enteras y cuatro patatas medianas enteras. Dos dientes de ajos, una cucharada de pimentón picante y un chorro de aceite de oliva y algo de sal. Nadie le había dado la receta y las hacía así porque recordaba ver a Loli “cacharreando” en la cocina, algo a lo que nunca le dio valor.
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No se fijó en que las zanahorias se picaban en rodajas, y las patatas en cuadraditos. Como no sabía la cantidad de agua que era necesaria, llenaba la olla casi hasta el borde y se pasaba
toda la mañana cociendo el guiso hasta que espesaba…..unas cuatro horas…..podíamos decir
que Gregorio hacía “LENTEJAS CUATRO HORAS”
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Cuando terminó, apagó la cocina y cogió unas monedas para ir a comprar pan.
En el supermercado se encontró con sus vecinos Plácida y Juan. Jubilados con un hijo casado y con dos nietos .El hijo ya sin cobertura de paro, la nuera empleada de hogar, .Plácida y Juan después de pagar los gastos mínimos de su muy viejo piso, eso si, ya pagado, entregaban una cantidad mensual a su hijo para la hipoteca de este. No les quedaba nada para comer .Por suerte habían conseguido alquilar una habitación a un estudiante de medicina, un autentico cerebro pero cuya familia no le podía pagar un colegio mayor , ni el alquiler de un apartamento.
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Con lo que sacaban del alquiler de aquella habitación con derecho a cocina, ellos podían comer.
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Gregorio tuvo un impulso y los invitó a comer. Llevaba tiempo observando cierto aire de tristeza y nostalgia en sus semblantes y un caminar más lento de lo habitual.
Ellos aceptaron.
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Gregorio puso la mesa, de modo sencillo: mantel de papel de usar y tirar, platos hondos, cuchara tenedor y cuchillo, todo al mismo lado junto con la servilleta y una rebanada de pan para cada uno. Vasos para el agua y en el centro un salvamanteles rústico en el que colocó la olla de las lentejas.
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Sirvió primero a Plácida, después a Juan y luego a él mismo
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Poco a poco el sabor picantito de las lentejas les hizo reaccionar y comenzaron a charlar de como era el barrio cuando ellos llegaron, de como estaba ahora, de como habían evolucionado las cosas , de todo lo que se había avanzado en tres décadas y de como todo se había perdido de repente.
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Los tres veían nubarrones en el horizonte cercano, pero los tres convinieron en que era necesario sacar pecho y para empezar quedaron en comer una vez a la semana juntos,la próxima semana sería en casa de Plácida y Juan.
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Llegó la hora del postre y Gregorio puso el frutero con peras, después de haber retirado la olla de las lentejas y retirado platos y cubiertos. Puso tres platos de postre y tres cuchillos limpios.
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Ninguno de los tres se apuntó al café.
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Charlando y charlando se había pasado la hora del telediario y como Plácida y Juan querían ver la tele se despidieron cordialmente.
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De repente Gregorio decidió que para empezar prepararía un huerto en el pueblo al que iría los fines de semana.
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CONTINUARÁ………….
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