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Evolución de la diversidad biológica
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Evolución de la diversidad biológica
(ECONOMÍA DE LA BIODIVERSIDAD)
Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente
Vamos a la tertulia del University College
Interviene e moderador: En el análisis del programa de las Naciones Unidas sobre la biodiversidad, pone en evidencia los terribles abuso que la civilización industrial ha cometido sobre los ecosistemas del planeta tales como:la adición de volúmenes máximos de combustibles fósiles, adición de fertilizantes químicos, contaminación provocada por desechos tóxicos, extinción de miles d especies, y alteración en los ritmos de maduración de los ecosistemas
La civilización industrial se ha apoyado en los usos intensivos de combustibles fósiles, metales,
sustancias químicas y plásticas derivadas de los hidrocarburos. Cada uno de tales usos ha tenido una
inmensa gama de alteraciones ambientales. Bosques boreales, tundras, praderas templadas, bosques
caducifolios, sabanas, bosques tropicales, planicies costeras, sistemas acuáticos continentales, litorales
y marinos, todos muestran alteraciones en sus estructuras o en sus funciones: en sus flujos
energéticos, a través de la adición de volúmenes masivos de combustibles fósiles a sus flujos
naturales; en sus ciclos de nutrientes, a partir de la adición de fertilizantes químicos y otros desechos
domésticos e industriales; en su productividad biológica, al reducir drásticamente la productividad
de los ecosistemas por su sobreexplotación o por la contaminación provocada por desechos tóxicos;
en sus dinámicas poblaciones, reflejada en la extinción de miles de especies; en sus estados
sucesionales, al alterar los ritmos de maduración de los ecosistemas y finalmente, en sus diversidades
biológicas, al simplificar ecosistemas enteros sometiéndolos a las monoculturas.
Los síndromes de la insostenibilidad de la civilización industrial
Hoy la civilización industrial muestra claros síntomas de insostenibilidad (Ekins y Jacobs, 1995).
Sus peores síndromes: el uso irracional de los recursos naturales y la contaminación ambiental, operan
en contra de la diversidad genética, de las especies y los ecosistemas del planeta. Ella no puede
proyectarse hacia el futuro sin cambios substanciales en sus patrones de producción y consumo actuales.
Cambios que entran en contradicción insalvable con sus lógicas productivas y de consumo.
La civilización industrial, por ello, no constituye una meta ni un objetivo apropiado para la construcción
de una sociedad sobre bases sostenibles. A pesar de los usos elevados e irracionales de los recursos
naturales del planeta, los países industriales ricos no han sido capaces de satisfacer ni siquiera
las necesidades de la mayoría de sus poblaciones. Hoy los Estados Unidos de Norteamérica viven un
proceso de “tercermundización” por la proliferación de la pobreza y las desigualdades en el seno de
esta sociedad opulenta. Hoy la globalización de los modos de vida de los países industrializados
volvería al planeta insostenible.
Como lo muestra la Tabla 1, la gran mayoría de los contaminantes que ponen en peligro la biodiversidad
de la Tierra, son productos de la clase de desarrollo que promueve la civilización industrial.
Estos contaminantes industriales son el mayor peligro para el aire, el agua y el suelo que sostienen a
la biodiversidad. La degradación ambiental es claramente consecuencia de la producción industrial y
del crecimiento económico (Tinbergen y Hueting, 1992).
Los depósitos ácidos, producidos por las emisiones de gases tóxicos a la atmósfera, causan la acidificación
del agua y de los suelos, dañan los bosques y los cultivos y afectan gravemente a la salud
humana.
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Las estrategias del Norte para alcanzar la sustentabilidad
Las desigualdades extremas que caracterizan a la sociedad humana del fin del
milenio, tanto entre países ricos y pobres, como en el seno de los mismos, plantea el problema, imposible
de evadir, de la redistribución de la riqueza y de los recursos del mundo, como condición para
alcanzar lo que se ha dado en llamar desarrollo sostenible. Esta meta resulta impensable sin resolver
antes el problema de la redistribución (Sutcliffe, 1995). Una parte sustancial de los recursos naturales
y financieros, hoy en poder de una minoría de países ricos y de poderosos consorcios multinacionales,
deben transferirse a quienes han sido despojados de ellos por centurias, y que los requieren
para su sobrevivencia. Es imposible imaginar un desarrollo sostenible al nivel del planeta, sin destruir
el poder concentrador de los países ricos y eliminar la riqueza de esta minoría de países industrializados.
Pero el hecho es que los países del Norte no renunciarán voluntariamente a sus estilos de vida que se
sostienen a través de la explotación de los recursos del Sur. Al fin del milenio, no se observa señal
alguna que permita pensar que ellos se disponen a renunciar a sus privilegios en favor de las necesidades
presentes de la mayoría de la población mundial que vive en el Tercer Mundo y de ninguna
clase de solidaridad con las generaciones futuras. Antes bien, las tendencias que se observan son las
inversas: los países industriales del Norte, que monopolizan las riquezas del mundo a través de su poder económico, político y militar, se aprestan a usar todas sus poderosas fuerzas, para retener el
control sobre el destino humano y los recursos del mundo. Según su visión, la idea subyacente en el
desarrollo sostenible es que éste pueda darse sin una mayor reducción de los niveles de uso de los
recursos, ni de los estándares de vida de los países industrializados.
El otro lado del espejo: la emergencia de una vía alternativa
Hoy la lucha por la reapropiación de la biodiversidad, por el disfrute de sus beneficios, ha señalado
claramente las diferencias entre las necesidades de los pueblos del Sur y los intereses de las naciones
industriales del Norte.
En el mundo cerrado de la globalidad, de la racionalidad del mercado y del desarrollo sustentable, los
pueblos del Sur enfrentan hoy el reto de reapropiarse, mantener, incrementar y disfrutar de uno de sus
mayores bienes terrenales: su diversidad biológica y cultural. Entre ellos se cuentan unos 200 millones
de indígenas (el 5% de la población total de la Tierra) que viven y mantienen en sus territorios
niveles excepcionalmente altos de biodiversidad. Los espacios ecogeográficos ocupados por estos
pueblos están dotados, en efecto, de los más grandes acervos de material genético, de una enorme y
muy poco conocida diversidad de especies y de los ecosistemas más productivos de la Tierra. Estos
pueblos han sido los custodios de la diversidad biológica de la Tierra. Ellos han sabido conservarla
por espacio de miles de años, anteriores a la economía de mercado.
Actualmente, del 50 al 80 por ciento de la biodiversidad del planeta se localiza en no más de 12
países tropicales. Seis de éstos han emergido como los mayores poseedores de esta megadiversidad
biológica: Brasil, Colombia, México, Zaire, Madagascar e Indonesia
Este es el escenario ecológico y social donde hoy se libra una compleja y difícil batalla por la reapropiación
de la biodiversidad de la Tierra. Colombia, Brasil y México, tres países dotados de una proporción
importante de la megadiversidad de América Latina, ofrecen algunos ejemplos de movimientos
sociales que han colocado en el centro de sus luchas, el derecho de los pueblos del mundo a su
diversidad cultural y al disfrute de su diversidad biológica
Interviene uno de los contertulios: Es importante que el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente,ponga como condición para mantener la Biodiversidad que desaparezcan las desigualdades extremas que caracterizan a la sociedad humana del fin del milenio, tanto entre países ricos y pobres. Es muy deseable que los pueblos del Sur enfrenten hoy al reto de reapropiarse, mantener, incrementar y disfrutar de uno de sus mayores bienes terrenales: su diversidad biológica y cultural.
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Antyrrhinum graniticum. Flora de la siera de Aracena. Spain
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