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Obama después de la revolución Árabe debe, cambiar su estrategia con Israel
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Obama después de la revolución Árabe debe, cambiar su estrategia con Israel
EL moderador interviene: Aunque el movimiento revolucionario de los árabes en el Norte de África continua, está claro que Obama debe ir meditando la nueva situación mundial que se avecina. No se trata que sea o no elegido de nuevo Presidente de EE UU,nos jugamos mucho más. En los dos años de mandato que le quedan, debería poner a a los judíos firmes y y condenar su genocidio con el pueblo palestino. Moralmente se ve obligado como Premio Nobel de la Paz y si no lo hace debería tener la hombría de renunciar públicamente a ese premio
El primero nos dice: Sorprendente fue el fracaso de Mubarak al fingir en público que la interferencia de EE UU no es aceptable -incluso cuando a puerta cerrada escuchaba con sumisión y actuaba en consecuencia-. Esta interpretación teatral geopolítica del amo y su sirviente sugiere la persistencia de la mentalidad colonial por parte de ambos, del colonizador y de sus colaboradores nacionales.
Debe haber claridad sobre la relación entre este tipo de Estado post-colonial que sirve a los intereses regionales de EE.UU. –en cuanto al petróleo, Israel, la contención del Islam, evitar la proliferación no deseada de armas nucleares– a cambio del poder, los privilegios y la riqueza entregados a una pequeña y corrupta élite nacional que sacrifica el bienestar y la dignidad de la población nacional en el proceso.
Una estructura semejante en la era post-colonial, en la que la soberanía nacional y los derechos humanos se infiltran en la conciencia popular, sólo puede mantenerse mediante la construcción de altas barreras de miedo, reforzadas por el terrorismo de Estado, destinadas a intimidar a la población para que no persiga sus metas y valores.
Es notable que la mayoría de los manifestantes, cuando los medios de comunicación les preguntaron por sus razones para correr el riesgo de morir y sufrir la violencia por estar en las calles egipcias, respondieron con variaciones sobre las frases: «Queremos nuestros derechos» y «queremos la libertad y la dignidad«. Por supuesto el desempleo, la pobreza, la seguridad alimentaria y la rabia por la corrupción, los abusos y las pretensiones dinásticas del régimen de Mubarak, ofrecen una infraestructura comprensible para la ira que sin duda alimenta el fuego revolucionario. Pero son los “derechos” y la “dignidad” los que parecen flotar en la superficie de esta conciencia política que se ha despertado.
Una de las características más impresionantes de la revolución egipcia hasta el momento ha sido el extraordinario espíritu de no violencia y solidaridad mostrado por los manifestantes que se congregaron, incluso ante las reiteradas provocaciones sangrientas de los “baltagiyya” enviados por el régimen. Esta ética se negó a dejarse desviar por las provocaciones y sólo podemos esperar, contra toda esperanza, que cesen esas provocaciones y las mareas contrarrevolucionarias se desplomen al sentir la inutilidad de asaltar la historia o finalmente hagan implosión por la acumulación de los efectos corrosivos del largo abrazo a una ilegitimidad permanente
Interviene el segundo: Queda por ver en qué medida ha ocurrido una revolución. Marx y Lenin dirían que nada ha cambiado. La base material del antiguo orden sigue en su sitio: las elites, la policía, el ejército, la burocracia, la embajada de EE.UU. Además no ha aparecido ninguna vanguardia para conducir la revolución a su plenitud.
Tal vez lo que hemos presenciado en Egipto sea sólo la etapa inicial. Si los egipcios descubren que no ha cambiado gran cosa, estallarán de nuevo de una manera más decisiva, esta vez bajo dirigentes focalizados en sus objetivos. Si esta revolución es depuesta, el próximo paso podría ser la guerra civil.
EL tercero comenta: que hayan caído las férreas dictaduras de Túnez y Egipto en menos de un mes; que una ola de libertad y ansias de participación ciudadana estén recorriendo todo el mundo árabe; que solidariamente miles de ciudadanos en Túnez y otras ciudades del Magreb salieran a la calle para celebrar la renuncia de Hosni Mubarak… todas ellas son manifestaciones de los profundos y veloces cambios que están operando en el mundo árabe. Transformaciones fuera del pronóstico de los “analistas oficiales” de los poderes internacionales. Como tampoco fueron pronosticadas en su momento la caída de la URSS o la reciente crisis económica
En estos hechos se vuelve a mostrar una vez más, de manera muy nítida, la verdadera fuerza de los pueblos y su capacidad transformadora, que en muy poco tiempo pueden producir cambios impensables sin ejercer violencia, es decir utilizando la no-violencia. Si por el contrario se hubiera recurrido al antiguo grito de “el pueblo a las armas contra el dictador”, se habría entrando con toda seguridad en confrontaciones sangrientas con riesgo de derivar en guerras civiles. Esto habría reforzado y “dado argumentos” a los dictadores para una mayor represión y para perpetuarse en el poder, con graves costos para esos pueblos
Lo más importante de lo sucedido en estas semanas, no han sido las salidas de los presidentes Ben Ali y H. Mubarak, lo mas importante ha sido la unión de los pueblos en protestas sin violencia, lo más importante ha sido resistir a la violencia de los provocadores infiltrados, resistir a la violencia de las propias instituciones, resistir a la violencia de la policía
A los ejércitos egipcio y tunecino no se los venció con armas o la confrontación, sino con abrazos y manos abiertas. Los soldados, los mandos, son finalmente seres humanos y, por mucho armamento de que dispongan, en ningún lugar van a poder vencer por la violencia a un pueblo que se expone y se manifiesta firmemente exigiendo sus derechos de forma pacífica y con la metodología de la no-violencia. Podrían reprimirlo momentáneamente, pero eso desacreditaría aun mucho más a los represores y haría crecer aun más la altura moral del pueblo desarmado, que sería quien lograría la vitoria final.
Los poderes occidentales, con los EEUU a la cabeza, después de la caída de la URRS crearon un nuevo enemigo internacional, los árabes, o el islam, alertando sobre un posible choque de civilizaciones. El interés real era poder seguir justificando su irracional carrera de armamentos y hacernos creer en la necesidad de tener que contrarrestar ese “gran peligro” y de disponer una fuerza que nos protegiera de “ellos”, a nivel mundial. A ese nuevo enemigo se le confirieron los atributos de ser fanáticos, violentos, irracionales… y de alguna manera eso ha ido calando y se ha traducido en distintos campos (cine, TV, controles internacionales, restricciones para viajar, legislación para la intolerancia con los pueblos de origen árabe). Pero los acontecimientos de Túnez y Egipto, así como las movilizaciones que estamos viendo en otros países del entorno, nos muestras unas poblaciones muy distintas a ese estereotipo maniqueamente instalado: son gente pacífica, como cualquier ciudadano, con las mismas necesidades, aspiraciones, temores y ganas de libertad y democracia. Gentes que necesitan y piden poder tener una vida digna.
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Orobanche almeriensis Flora of the Spain
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