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Archivo del 10 diciembre, 2024
François-Xavier Nguyen Van Thuan
10 diciembre, 2024 Autor: adminNo temas decirle al Señor todo lo que tú quieres. Piensa en las palabras de Jesús: «Hasta ahora no habeís pedido nada en mi nombre; pedidlo y lo obtendreís» (Jn 16, 24). No tener temor significa amar como un niño ama a su padre.
Jesús no te enseña a amar a partir de tus emociones, en efecto te enseña a amar incluso a los enemigos. Amar a los otros significa desear sinceramente su bien y hacer cualquier cosa para asegurar su felicidad. Esto requiere que te olvides completamente de ti mismo
Seguir a Jesús es una aventura: hasta el confín de la tierra, sin coche, sin caballo, sin oro, sin medios, sin bastón; únicamente con la fe en Él.
Cada noche, antes de acostarte, tendrías que poder decir:»Hoy he amado todo el día».
Sólo el momento presente es importante. No sigas recordando lo que tu prójimo te hizo ayer, para criticarlo. No sigas recordando lo que te sucedió hoy para lamentarlo; ya forma parte del pasado. No seas pesimista ante el mañana; todavía forma parte del futuro. Confía el pasado a la misericordia de Dios, confía el futuro a su providencia y confía todo a su amor.
Decide hacer lo que hay que hacer sin miedo y sin titubeos. Sé valiente y lleno de esperanza; ¡Confía en Dios y en tu valentía!
Sí el Señor quiere que soportes alguna humillación a causa de tus obligaciones, ello, en realidad, te está invitando a condividir con Él la gloria de la Cruz.
Continua avanzando en el camino de la esperanza, despreocupándote de las incisivas protestas de los que están a tu lado, como dice San Pablo «Me esperan cadenas y tribulaciones», y como dice Jesús «Ahora debo ir a Jerusalén para sufrir»
Cuando la gente te alaba o te denigra, no te preocupes: más bien alégrate porque por una parte puedes perder algo, y por la otra puedes enriquecerte de algo. Hay una sola cosa que te puede dañar; el pecado. Hay una sola cosa que te puede enriquecer: la virtud
Viviendo el presente es como las cruces se vuelven soportables; viviendo el presente se pueden comprender las inspiraciones de Dios, los impulsos de su gracia; viviendo el presente podemos construir con provecho nuestra santidad.
Para ser santo es suficiente que tú cumplas, hasta el fondo, tus deberes del momento presente. El descubrimiento y la revelación de esta verdad traerá paz y fortaleza a tu alma.
La Iglesia ha nacido en la cruz. La Iglesia crece continuando la pasión de Jesús hasta el final de los tiempos. Si vuelves a poner tu seguridad en el dinero, en la diplomacia, en el poder, en la influencia o en la propaganda de cualquier tipo, te encontrarás tristemente desengañado.
El hombre fuerte sabe cuando tiene que callar. Muchas veces las palabras inútiles, dichas sin pensar en las consecuencias, difunden discordia. Las palabras inútiles son el instrumento del diablo para minar la caridad.
Los egoístas escapan a la responsabilidad, a las situaciones que implican un duro esfuerzo, y evitan los sacrificios. Querrían crear la propia felicidad y el propio paraíso en la tierra. Lamentablemente, perderán el paraíso por la eternidad
Si no permaneces estrechamente unido a la voluntad de Dios, momento a momento, experimentarás caídas a lo largo del camino de la esperanza. Esto sucederá porque tu deber te parecerá carente de novedad, demasiado inobservado y escondido y lleno de monotonía cotidiana. El problema es muy simple. Antes de hacer cualquier cosa tendrías que pensar: «Señor, ¿qué tengo que hacer?» (Hch 22, 10) ¡Haz la voluntad de Dios!
Si todos en su vida fueran fieles a sus obligaciones, el crecimiento de la santidad personal cambiaría sus corazones y renovaría, incluso, las familias y el mundo entero.
Tú estás dispuesto más bien a renunciar a la riqueza y a la posición social, a renunciar a la vida para salvaguardar tu honor y tu fe. No abandones nunca este comportamiento, porque eso significaría perderlo todo.
Quizá eres de aquellos que dicen «sí» a todo y están dispuestos a cualquier compromiso. Ahora bien ¿Qué camino quieres seguir?, ¿Decir «sí» a muchos dioses? ¿Adherirte a muchas religiones? ¿Acomodarte a las más variadas normas morales? ¿O tienes una conciencia elástica que sabe adaptarse a cualquier situación?
El Señor no es el Salvador que te obliga a amarlo y revivirlo, sino más bien áquel por quien tienes que dejarte amar sin reservas.
Tener valentía no supone: ni aventurarse en cosas sin sentido, ni hacer planteamientos temerarios. Si quieres llegar hasta el fondo en este camino de la esperanza, debes liberarte del miedo. ¿Cuántas personas permanecieron al lado de Jesús, al pie de la Cruz?.
El rechazo a aceptar falsos valores no es soberbia, ni siquiera obstinación: prueba más bien la total adhesión a tus ideales.
El Señor dice «Yo soy la verdad». No dice que el periódico o la televisión son la verdad. ¿Qué tipo de verdad quieres tu seguir?
Que tú seas rico o pobre, que la gente te alabe o te tome a risa, que tú seas noble o de humilde condición, todo esto no tiene ninguna importancia si has decidido recorrer el camino, esperando la alegre esperanza, la venida de nuestro Señor Jesucristo.
Si lo has abandonado todo, pero todavía no has renunciado a ti mismo, en realidad no has abandonado nada, porque poco a poco te aferráras a todas aquellas cosas que has dejado al inicio.
La costumbre de lamentarse es una epidemia contagiosa cuyos síntomas son el pesimismo, la pérdida de paz, la duda y la disminución de ese celo que proviene de estar unidos a Dios.
Ten el coraje de vivir la vida de fe cada día, como valientemente lo han hecho los mártires.
La fe es la aceptación incondicional de Jesucristo, y la decisión de vivir y morir con él
Evita la falsa humildad. Hay que ser «ambiciosos» en buscar lo verdadero, en querer actuar y aceptar los riesgos, pero todo esto por Dios y por su Iglesia.
El hábito de la crítica es uno de los obstáculos más grandes del crecimiento espiritual. El hablar mal de los otros no hace más que irritarlos y cultivar amargura en tu corazón
Tengo miedo de perder un segundo viviendo sin sentido.
Yo no esperaré. Vivo el momento presente colmándolo de amor.
En una peregrinación solemne en la que participan miles de personas, todos querrían llevar la cruz a la cabeza de la procesión. Pero, en la peregrinación de nuestras vidas cotidianas ¿cuántos están dispuestos a llevar la propia cruz? En verdad, es díficil ser héroes sin que los demás lo vean.
Crees que no tienes nada que sacrificar a Dios, pero él ve que rechazas muchas oportunidades. Por ejemplo, trata de ser alegre y jovial con alguien que te toma el pelo y que trata de hacerte enojar; calla ante acusaciones falsas e injustas; demuestra afecto a un amigo que te traiciona; no repliques con ira. A cada instante se te ofrece una ocasión de sacrificio.
Si el Señor quiere hacerte soportar alguna humillación a causa de tus deberes, él en realidad te está invitando a compartir con él la gloria de la cruz. Entonces que tu respuesta sea;»Señor, mi deber es tu Calvario y yo soy el holocausto».
Los laicos piensan que la santidad consiste en fervientes plegarias, en hacer sermones, o en apartarse del mundo; ellos se inspiran en la figura del religioso o sacerdote de los tiempos pasados. Los sacerdotes y religiosos entienden la santidad en términos de actividad social o política. Deberían competir con los laicos. ¡He aquí cómo se ha caído en el reino del caos!.
Si tú partes para ir a un sitio, a miles de kilómetros y llevas todos tus defectos y al hombre viejo ¿de qué te sirve?
Antes de decidir qué acción hay que hacer, para cualquier cosa, haz una oración. Después, compórtate como haría Jesús en una circunstancia semejante
Un examen de tus acciones y de tus reacciones bastará para ver si la tuya es una fe que encuentra eco en la vida. ¿O acaso tu fe es sólo una etiqueta?
No digas: «Yo estoy hecho así; es imposible cambiar». No, se trata de tus defectos y de tus errores. Tienes que ser maduro, tienes que llegar a ser un verdadero hijo de Dios; continuar con estos errores y defectos va en contra de que llegues a serlo.
Usar de la gente para sus propios intereses no es digno de un lider. Serás un digno responsable si no te sientes distante de la gente, si te mezclas con ellos y pones en juego tu vida para salvarlos.
Todos pueden comenzar, pero sólo los santos logran recorrer el camino hasta el final.
Nuestra vida está compuesta de millones de minutos. Para hacer una hermosa línea recta hay que hacer miles de puntos, y si hacemos bien cada punto tenemos una hermosa línea recta. Nuestra vida está formada por millones de minutos; si vivimos bien cada minuto tenemos una vida santa.
El amor auténtico no razona, no pone límites, no calcula, no recuerda el bien que ha hecho ni las ofensas que ha recibido, nunca pone condiciones. Si hay condiciones, ya no hay amor.