Flora Cantábrica

Matias Mayor

Archivo del 14 septiembre, 2024

FRANÇOIS XAVIER NGUYEN VAN THUAN

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Me viene a la mente una historia, la del viejo Jim. Cada día, a las 12, Jim entraba a la Iglesia por no más de dos minutos y luego salía. El sacristán, que era muy curioso, un día detuvo a Jim y le preguntó:

— ¿A qué vienes cada día?

 

— Vengo a orar

 

— ¡Imposible! ¿Qué oracion puedes decir en dos minutos?

— Soy un viejo ignorante, oro a Dios a mi manera.

— Pero ¿qué dices?

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— Digo: Jesús, aquí estoy, soy Jim. Y me voy.

 

Pasaron los años. Jim, cada vez más viejo, enfermo, ingresó al hospital, en la sección de los pobres. Cuando parecía que Jim iba a morir, el sacerdote y la religiosa enfermera estaban cerca de su lecho.

 

— Jim, dinos ¿por qué desde que tú entraste a esta sección todo ha mejorado y la gente se ha puesto más contenta, feliz y amigable?

 

— No lo sé. Cuando puedo caminar, voy por todas partes visitando a todos, los saludo, platico un poco; cuando estoy en cama llamo a todos, los hago reír a todos y hago felices a todos. Con Jim están siempre felices.

 

— Y tú, ¿por qué eres feliz?

 

— Ustedes, cuando reciben diario una visita, ¿no son felices?

 

— Claro. Pero ¿quién viene a visitarte? Nunca hemos visto a nadie.

 

— Cuando entré a esta

 

sección les pedí dos sillas: una para ustedes, y otra reservada para mi huésped, ¿no ven?

— ¿Quién es tu huésped?

 

— Es Jesús. Antes iba a la Iglesia a visitarlo ahora ya no puedo hacerlo; entonces, a las 12, Jesús viene.
— Y, ¿ qué te dice Jesús?

 

— Dice: ¡Jim, aquí estoy, soy Jesús!…

Antes de morir lo vimos sonreír y hacer un gesto con su mano hacia la silla cercana a su cama, invitando a alguien a sentarse… sonrió de nuevo y cerró los ojos.

 

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