Flora Cantábrica

Matias Mayor

Archivo del 11 enero, 2024

III. ENFERMAD Y MUERTE DE JACINTA

 

  1. Jacinta, víctima de la gripe epidémica

 

Pasaban así los días de Jacinta, cuando nuestro Señor le

mandó la neumonía que la postró en cama, con su hermano (21).

En las vísperas de la enfermedad decía:

– ¡Me duele tanto la cabeza y tengo tanta sed! Pero no quiero

beber para sufrir por los pecadores.

Todo el tiempo que me quedaba libre de la escuela y de alguna

otra cosa que me mandasen hacer, iba junto a ellos. Un día,

cuando pasaba hacia la escuela, me dijo Jacinta:

– Oye, dile a Jesús escondido que le recuerdo mucho y le amo

mucho.

Otras veces decía:

– Dile a Jesús que le mando muchos saludos.

Cuando iba primero a su cuarto, me decía:

– Vete a ver a Francisco; yo hago el sacrificio de quedarme

aquí sola.

Un día su madre le llevó una taza de leche y le dijo que la

tomara.

– No quiero, madre mía – respondió, apartando la taza con las

manos.

Mi tía insistió un poco, y después se retiró diciendo:

– No sé cómo hacerle tomar alguna cosa con tan poco apetito.

Después que quedamos solas, le pregunté:

– ¿Por qué desobedeces a tu madre y no ofreces este sacrificio

al Señor?

Dejando caer algunas lágrimas, que tuve la dicha de limpiar,

dijo:

– ¡Ahora no me acordé!

Llamó a su madre y, pidiéndole perdón, le dijo que tomaría

todo cuanto ella quisiera. La madre le trajo la taza de leche y la

tomó sin mostrar la más leve repugnancia. Después me dijo:

– ¡Si tú supieses cuánto me cuesta tomarla!

En otra ocasión me dijo:

(

– Cada vez me cuesta más trabajo tomar la leche y los caldos;

pero lo hago sin decir nada, por amor a Nuestro Señor y al Inmaculado

Corazón de María, nuestra Madrecita del Cielo.

– ¿Estás mejor?, Ie pregunté un día.

– Ya sabes que no mejoro.

Y añadió: – ¡Tengo tantos dolores en el pecho!, pero no digo

nada; sufro por la conversión de los pecadores.

Cuando un día llegué junto a ella me preguntó:

– ¿Has hecho hoy muchos sacrificios? Yo he hecho muchos.

Mi madre ha salido, y yo quise ir muchas veces a visitar a Francisco

y no fui.

 

  1. Visitas de Nuestra Señora

 

Por entonces, se recuperó un poco; y a veces se levantaba y

se sentaba en la cama de su hermano. Un dia me mandó llamar,

para que fuese junto a ella deprisa. Allí fui corriendo, y me dijo:

– Nuestra Señora. ha venido a vernos, y ha dicho que muy

pronto vendrá a buscar a Francisco para llevárselo al Cielo. A mí

me preguntó si todavía quería convertir más pecadores. Le dije

que sí. Y me contestó que iría a un hospital, y que allí sufriría mucho,

por la conversión de los pecadores y en reparación de los

pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María y por

amor a Jesús. Le pregunté si tú vendrías conmigo. Dijo que no.

Esto es lo que más me cuesta. Dijo que iría mi madre a llevarme y

después quedaría allí solita.

Quedó un rato pensativa y añadió:

– ¡Si tú fueses conmigo! Lo que más me cuesta es ir sin ti. Tal

vez, el hospital es una casa muy oscura donde no se ve nada y yo

estaré alli, sufriendo sola. Pero no importa; sufro por amor al Señor,

para reparar al Inmaculado Corazón de María, por la conversión

de los pecadores y por el Santo Padre.

Cuando llegó el momento de partir para el Cielo su hermanito

(22), ella le hizo sus recomendaciones:

– Da muchos saludos míos a Nuestro Señor y Nuestra Señora;

y diles que sufriré todo lo que ellos quieran para convertir a los

pecadores y para reparar al Inmaculado Corazón de María.

(22) Francisco muere santamente, después de confesarse y recibir el Santísimo

Sufrió mucho con la muerte de su hermano. Quedaba mucho

tiempo pensativa y, si se le preguntaba en qué estaba pensando,

respondía:

– En Francisco. ¡Quién me diera verlo!

Y los ojos se le llenaban de lágrimas.

Un día le dije:

– A ti ya te queda poco para ir al Cielo, pero ¿yo?

– ¡Pobrecita!, no llores; allí he de pedir mucho por ti. Nuestra

Señora lo quiere así. Si me escogiese a mí, quedaría contenta,

para sufrir más por los pecadores.

 

  1. En el Hospital de Ourém

 

Llegó el día de ir al hospital (23), donde de verdad tuvo que

sufrir mucho. Cuando su madre fue a visitarla, le preguntó si quería

alguna cosa; le dijo que quería verme. Mi tía, a pesar de los muchos

sacrificios, me llevó. En cuanto me vió, me abrazó con alegría

y pidió a su madre que me dejase con ella y se fuese a hacer

algunas compras.

Le pregunté si sufría mucho.

– Sufro, sí, pero lo ofrezco todo por los pecadores y para reparar

al Inmaculado Corazón de María.

Después habló entusiasmada de Nuestro Señor y de Nuestra

Señora. Y decía:

– ¡Me agrada tanto sufrir por su amor, para darles gusto! A

ellos les agradan mucho los que sufren por la conversión de los

pecadores.

El tiempo dedicado a las visitas pasó rápido; y mi tía había

llegado ya para recogerme. Preguntó a Jacinta si quería alguna

cosa; sólo le pidió que me volviese a traer en la próxima visita, y mi

buena tía, que quería dar gusto a su hija, me volvió a llevar otra

vez. La encontré con la misma alegría por poder sufrir por amor a

nuestro buen Dios, para reparar el Inmaculado Corazón de María,

por los pecadores y por el Santo Padre. Todo esto era su ideal, era

de lo que hablaba.

(23) Se trata del primer hospital donde estuvo internada un mes: el de Vila Nova

de Ourém.

 

  1. 4. Regreso a Aljustrel

 

Volvió aún por algún tiempo a casa de sus padres. Tenía una

gran herida abierta en el pecho, cuyas curas diarias sufría sin una

queja, sin mostrar las menores señales de enfado.

Lo que más le costaba eran las frecuentes visitas e interrogatorios

de las personas que la buscaban, de las que ahora no

podía esconderse.

– Ofrezco también este sacrificio por los pecadores –decía

con resignación: ¡Quién pudiera ir otra vez al Cabezo para poder

rezar un Rosario en nuestra gruta! Pero ya no soy capaz. Cuando

vayas a Cova de Iría, reza por mí. Ciertamente nunca más volveré

allí –decía llorando.

Un dia me dijo mi tía:

– Pregunta a Jacinta qué es lo que piensa cuando está tanto

tiempo con las manos en la cara, sin moverse; yo ya se lo he preguntado,

pero sonríe y no responde.

Le hice la pregunta.

– Pienso en Nuestro Señor, en Nuestra Señora, en los pecadores

y en… (nombró algunas cosas del secreto); me agrada mucho

pensar.

Mi tia me preguntó por la respuesta de su hijita; con una sonrisa

lo tenía todo dicho. Entonces dijo mi tía a mi madre:

– No lo entiendo; la vida de estos niños es un enigma.

Y mi madre añadía:

– Cuando están solas, hablan por los codos, sin que la gente

sea capaz de entenderles una palabra, por más que escuchen; y

cuando llega alguien, bajan la cabeza y no dicen nada. ¡No puedo

comprender este misterio!

 

  1. Nuevas visitas de la Virgen

 

De nuevo la Santisima Virgen visitó a Jacinta para anunciarle

nuevas cruces y sacrificios. Me dio la noticia y me dijo:

– Nuestra Señora me ha dicho que voy a ir a Lisboa, a otro

hospital, que no volveré a verte, ni a mis padres; que después de

sufrir mucho, moriré sola; pero que no tenga miedo: Ella me irá a

buscar para llevarme al Cielo. – Y abrazándome, decía llorando:

– Nunca más volveré a verte; tú no irás a visitarme allí. ¡Oye!

reza mucho por mí, que moriré solita.

Hasta que llegó el día de ir a Lisboa sufrió enormemente; se

abrazaba a mí y decía llorando:

– Nunca volveré a verte, ni a mi madre, ni a mis hermanos, ni

a mi padre. Nunca más os volveré a ver; después, he de morir sola!

– No pienses en eso – le dije un día.

– Déjame pensar, porque cuanto más pienso, sufro más. Y yo

quiero sufrir por amor a Nuestro Señor y por los pecadores. Y, además,

no me importa; Nuestra Señora me irá a buscar allí para llevarme

al Cielo.

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