Flora Cantábrica

Matias Mayor

Archivo del enero, 2024

Santa Sor Faustina

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Contemplación de la Misericordia en lo cotidiano

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La contemplación de la Misericordia en lo cotidiano es el rasgo característico de la escuela de espiritualidad de Santa Sor Faustina. La contemplación adquirida – según dice Tanquerey – es la oración afectiva de simplicidad, acto de simple mirada a Dios junto con sentimiento de admiración y amor. Las almas que llegan al estado de contemplación no necesitan largas meditaciones ni análisis mentales, conocen a Dios más bien naturalmente, sin deducir, en cierto modo están cara a cara con el Señor y aman a Dios con amor intuitivo, como el niño ama a su buena madre. A estas almas les es difícil comprender cómo es posible no amar a Dios, vivir sin Él.

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Santa Sor Faustina nos enseña a contemplar a Dios en lo cotidiano, es decir, a descubrirlo en el alma y vivir con Él toda la vida. No busco la felicidad fuera de mi interior donde mora Dios – confesó en el Diario – Gozo de Dios en mi interior, aquí vivo continuamente con Él, aquí existe mi relación más íntima con Él, aquí vivo con Él segura, aquí no llega la mirada humana. La Santísima Virgen me anima a relacionarme así con Él (Diario 454; cfr. Diario 1793).

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Hay una simple práctica que sirve para contemplar a Dios en lo cotidiano. Cuando Sor Faustina quiso cambiarla, Jesús se lo prohibió, porque es una práctica que da grandes beneficios espirituales. Esta práctica consiste en unirse a Jesús que mora en el alma, por ejemplo a través de una jaculatoria (una breve invocación orante). El uso consecuente de esta práctica trae abundantes frutos para la vida espiritual: desarrolla el vínculo personal de amor con Dios y lleva a la participación cada vez más perfecta en la vida y misión de Jesús. Permite vivir la vida, en todas sus dimensiones, junto con Él. Con Él voy al trabajo – escribió Sor Faustina – con Él voy al recreo, con Él sufro, con Él gozo, vivo en Él y Él en mí. No estoy nuca sola, ya que Él es mi compañero permanente. Siento su presencia en cada momento (Diario 318). La contemplación de la Misericordia en lo cotidiano, así practicada, no exige aislarse del mundo ni estar en el convento; puede aplicarse en cualquier vocación. En el tiempo de grandes temores, de la falta de seguridad y de amor, a través de la vida de Santa Sor Faustina, Dios ha recordado la verdad de que mora en el alma humana (la verdad de la cual San Juan escribió en su Evangelio) y ha llamado a cada uno de nosotros a permanecer con Él en la profundidad de nuestro ser.

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La vida contemplativa se asocia, muchas veces, con el aislamiento, la soledad y la oración. Estos elementos favorecen la contemplación, sin embargo la contemplación no depende de ellos. La vida de Sor Faustina, aunque transcurrida detrás de las murallas del convento, demuestra que la contemplación es posible en cualquier sitio; no solamente en la capilla y durante la oración, sino también en el trabajo y en todas las circunstancias de la vida cotidiana, porque su esencia no es aislarse del mundo, sino tratar conscientemente con Dios. Antes de comprender esta verdad, Sor Faustina deseaba realizar su deseo de la vida contemplativa en un convento de clausura. Tres semanas después de entrar en la Congregación de las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia quiso trasladarse a un convento de regla más estricta (Diario 18). Sin embargo el Señor Jesús no le permitió abandonar la Congregación ni en el postulado ni durante la profesión perpetua, cuando empujada por el deseo de cumplir la voluntad de Dios quiso fundar un convento contemplativo para proclamar e impetrar la misericordia Divina para el mundo. Jesús hizo que hasta la muerte se quedó en la Congregación a la que la había llamado para mostrar, entre otras cosas, que es posible alcanzar las cumbres de la vida contemplativa en cada vocación, en todas las circunstancias, en lo cotidiano de la gris vida humana, cumpliendo los deber más prosaicos. Sin embargo, hay que cumplir antes determinadas condiciones, es decir, llevar una vida ascética y cuidar del espíritu de oración. Tal camino, recorrido por miles de santos, lo recorrió también Sor Faustina, dejándonos un ejemplo de la vida contemplativa en lo cotidiano.

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En su Diario hay muchas descripciones de las oraciones que se transformaban en contemplaciones. Jesús, Amor mío – escribió – hoy me hizo comprender cuánto me ama, aunque hay un abismo tan grande entre nosotros: el Creador y la criatura, pero en cierto modo es como si hubiera igualdad, el amor nivela este abismo. Él mismo se humilla hacia mí y me hace capaz de tratar con Él. Me he sumergido en Él anonadándome casi completamente y, sin embargo, bajo su mirada amorosa mi alma adquiere fortaleza y fuerza y la conciencia de que ama y es amada muy especialmente; sabe que el Todopoderoso la defiende (Diario 815). Cuando meditaba el misterio de la misericordia de Dios, consideraba los beneficios que Dios concede a los hombres y entonces – según confesó – empezaba esa meditación y no la terminaba, porque su espíritu se sumergía en Dios totalmente (Diario 1523). No termino de asombrarme cuando conozco y experimento el amor sin límites de Dios, con el que Dios me ama. ¿Quién es Dios y quién soy yo? No puedo continuar reflexionando. Solamente el amor entiende el encuentro y la unión entre estos dos espíritus, es decir Dios Espíritu y el alma de la criatura. Cuanto más lo conozco, tanto más me sumerjo en Él con todo el poder de mi ser (Diario 729).

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El conocimiento racional, meditativo del misterio de la misericordia Divina, se transformaba en actos de contemplación, es decir, en una simple visión, una mirada a Dios, a veces un breve vistazo unido al sentimiento de admiración y amor. Cada acto de contemplación dejó en su alma un conocimiento más profundo de Dios, la conciencia de su misericordia y también un más profundo conocimiento de sí misma. En aquellos momentos conozco la grandeza de Dios y mi propia miseria (Diario 289). Sin embargo, tal conocimiento – confesó Sor Faustina – no me desalienta ni aleja del Señor, sino que más bien despierta en mi alma un mayor amor y una confianza ilimitada y el arrepentimiento de mi corazón está unido al amor (Diario 852). Estos actos de contemplación, aunque a veces muy breves, dejaron en el alma de Sor Faustina un conocimiento más perfecto de Dios, de sus atributos y, especialmente, de su misericordia, así como una mayor sensiblilidad a la presencia de Dios; incendiaban también el amor a Dios y a las almas y la disposición a cumplir toda la voluntad de Dios.

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En la vida de Sor Faustina la contemplación no se limitó al tiempo de la oración, sino que se extendió a toda su vida. El conocimiento del misterio de la misericordia Divina le permitió descubrir a Dios en su alma, por lo tanto no lo buscaba lejos, no necesitaba estar ante el sagrario para encontrarse con Él; trataba con Él en lo profundo de su ser, independientemente del lugar en que estaba. El interior de mi alma – escribió – es como un mundo grande y magnífico en el que vivimos Dios y yo. Fuera de Dios nadie más tiene acceso a él. (Diario 582, cfr. Diario 193, 1385, 1021). En las páginas del Diario, muchas veces, aparece el tema de la presencia de Dios viviente en el alma. Siento que moras en mí con el Padre y el Espíritu Santo o más bien siento que yo vivo en ti, oh Dios inimaginable (…). Oh Dios mío, te he conocido dentro de mi corazón y te he amado por encima de cualquier cosa que exista en la tierra o en el cielo (Diario 478). Comparaba su alma al tabernáculo en el que se conserva la Hostia viva (Diario 1302) y en lo profundo de su ser se unía al Señor.

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El Señor Jesús mismo le enseñaba a Sor Faustina este modo de relacionarse con Dios en lo profundo del alma: le explicaba que siempre estaba presente en su alma, también en los momentos en los que ella no lo percibía y que solamente el pecado grave lo expulsa del alma (Diario 1181); le comunicaba que le diría muchas cosas en lo profundo del corazón, donde nadie podía impedir Su actuar (Diario 581); le explicaba el mérito que tiene un solo acto de amor puro hacia Él (Diario 576) y la animaba a que se uniera a Él constantemente a través del amor (Diario 576), y que uniera sus plegarias, ayuno, mortificaciones, fatigas y todos los sufrimientos a la oración, al ayuno, a la mortificación, a la fatiga, y al sufrimiento de Él (Diario 531). Sor Faustina ponía en práctica todos los consejos de Jesús y de la Madre de Dios, por eso el trato con Dios en el interior de su alma, se hizo para ella la vida misma. Siento – escribió – que Dios está en mi corazón. Y el hecho de sentir a Dios en el alma, no me impide en absoluto cumplir mis tareas; aún cuando realizo los más importantes asuntos que requieren atención, no pierdo la presencia de Dios en el alma y quedo estrechamente unida a Él (Diario 318).

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Sor Faustina apoyaba la contemplación de Dios viviente en su alma con una permanente práctica de unirse con Cristo Misericordioso (Diario 743, 790, 861, 905,1105, 1778 y otros). Durante años enteros hacía un examen de conciencia particular con el propósito de unirse a Cristo Misericordioso. Este ejercicio – apuntó – me da una fuerza misteriosa, el corazón está siempre unido a Aquel que desea, y las acciones reguladas por la misericordia que brota del amor (Diario 703). Con Él, en Él y por Él doy gloria a Dios (Diario 1177). Cuando quiso cambiar esta práctica, el Señor Jesús no se lo permitió, y le encomendó unirse continuamente con Él, presente en su alma (Diario 1544). Los deberes que tenía no le impedían unirse a Jesús, porque no se dejaba llevar por el frenesí del trabajo ni por otras cosas exteriores (Diario 226, 582). Todos los momentos libres los pasaba con el Huésped Divino dentro del alma (Diario 504); de Él recogía luz y fuerzas para luchar contra todas las dificultades y contrariedades (Diario 193) que no le faltaban.

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La conciencia de la presencia de Jesús en el alma y la contemplación de Jesús, aumentaban la sensibilidad de Sor Faustina a las demás muestras de la presencia del Señor y a sus deseos. Lo veía en todas partes. Todo lo que me rodea – escribió – está colmado de Dios y sobre todo mi alma adornada de la gracia de Dios (Diario 887). Sabía encontrar a Dios en otras personas, en distintas circunstancias de la vida cotidiana e incluso – según escribió – en las cosas más insignificantes (Diario 148). En todas partes veía su bondad, también en las circunstancias que normalmente es difícil aceptar. El trato con el Amado en el fondo del alma, la hacía sensible a cada muestra de su voluntad, también a las más silenciosas inspiraciones espirituales que emprendía por amor aunque, muchas veces, las tuvo que pagar con fatiga y sufrimiento. La presencia de Dios en su alma, la posibilidad de unirse con Jesús tan sencillamente, de vivir con Él, en Él y para Él cada día y en cada momento, y la revelación de la voluntad de Jesús, todo esto lo acogía como un inconcebible don de la misericordia Divina. Escribió más de una vez, que no dejaba de asombrarse contemplando este misterio de nuestra fe (Diario 1523), porque: todo tiene comienzo en tu misericordia y todo termina en tu misericordia (Diario 1506).

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Tras experimentar las noches pasivas de los sentimientos y del espíritu, Sor Faustina experimentaba a menudo también los estados de la contemplación infusa. Dios tomaba su alma en una posesión absoluta y en tales momentos ella trataba con Él, sin esfuerzo, de modo sencillo y amoroso. Más a menudo trato con el Señor de manera más profunda – escribió en el Diario – Los sentidos quedan dormidos, pero, aunque inadvertidamente, cada cosa llega a ser para mí más real y más clara que como si la viera con los ojos. El intelecto conoce más en un momento que durante largos años de profundas reflexiones y meditaciones, tanto en lo referente a la esencia de Dios, como respecto a las verdades reveladas y también al conocimiento de su propia miseria (Diario 882).

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Sor Faustina, sin tener la formación teológica, dejó las sumamente bellas descripciones de la contemplación infusa, en las cuales expresó acertadamente y con un lenguaje sencillo, la esencia de esta contemplación, sus consecuencias y el cómo su alma vivió esos estados. Actualmente mi relación con el Señor – apuntó en el Diario – es plenamente espiritual; mi alma está tocada por Dios y se sumerge entera en Él, hasta olvidarse de sí misma. Embebida de Dios totalmente, se hunde en su belleza, se hunde toda en Él. No sé describirlo, porque escribiendo uso los sentidos y allí, en aquella unión, los sentidos no funcionan; hay una fusión de Dios y del alma, hay una vida tan grande en Dios a la que el alma es admitida que es imposible expresarla con palabras. Cuando el alma vuelve a la vida normal, entonces ve que esta vida es una oscuridad, una niebla, una somñolienta confusión, unas fajas que envuelven a un niño pequeño. En tales momentos el alma recibe únicamente de Dios, porque ella de sí misma no hace nada, no hace el menor esfuerzo, Dios hace todo en ella (Diario 767).

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Los actos de contemplación infusa aparecían en la vida de Sor Faustina primero esporádicamente y antes todavía de entrar en el convento (Diario 1404, 770). Sin embargo luego se hicieron más frecuentes, especialmente después de las noches pasivas del espíritu que capacitan para esta relación con Dios. A veces, los actos de contemplación infusa se prolongaban y duraban días enteros. El día entero – escribió – viví sumergida en Dios, sin ningún intervalo. Por la noche, entré en una especie de desmayo, y en una extraña forma de agonía; mi amor deseaba ser igual al amor de aquel Soberano; estaba atraída hacia Él tan violentamente que, sin una gracia especial de Dios, era imposible soportar en esta vida tanta inmensidad de la gracia. Pero veo claramente que Jesús mismo me sostiene y me fortifica y me hace capaz de relacionarme con Él (Diario 708, cfr.Diario 1246).

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Según los apuntes de Sor Faustina, la gracia de la contemplación infusa le fue obtenida por la Madre de Dios que en muchas ocasiones la instruía cómo llevar la vida interior. Procura ser mansa y humilde – dijo – para que Jesús que vive continuamente en tu corazón pueda descansar. Adóralo en tu corazón, no salgas de tu interior (…). Te obtendré la gracia de este tipo de la vida interior que, sin abandonar tu interior, cumplas por fuera todos tus deberes con mayor aplicación (Diario 785). Esta nota del Diario de Sor Faustina confirma la opinión de aquellos teólogos que dicen que la contemplación infusa es un don de Dios y el hombre no puede alacanzarlo con su propio esfuerzo psicológico, con una cooperación ordinaria con la gracia de Dios. La gracia de la contemplación infusa es concedida por Dios a las almas que son capaces de acogerla, es decir, a las almas que han pasado las sumamente dolorosas purificaciones de las noches pasivas.

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Sin embargo, según la mayoría de los teólogos, cada cristiano puede alcanzar el estado de contemplación adquirida. Es un proceso de descubrir a Dios en su propia alma y de experimentar el poder de Dios. Este proceso está dentro de las posibilidades del espíritu humano cooperante con la gracia de Dios. Sor Faustina enseña cómo buscar este inconcebible don que Dios depositó en el alma humana y este don es Él mismo; enseña cómo hacerse una persona conteplativa en obrar. Dice que hay que decidirse a llevar su vida interior intensiva y muy sólidamente, porque para entrar en el fascinante mundo de la fe, es necesario purificar el alma tanto del pecado como de lo que traen los sentidos y el mundo del intelecto creador. Cuanto más purificada es el alma, tanto más capacidad tiene para descubrir a Dios vivo en su alma, para desarrollar una relación personal con Él, para los actos de contemplarlo, independientemente de si vive en el convento o en el mundo. Tal alma podrá decir como Sor Faustina: Mi espíritu está con Dios, mis entrañas están llenas de Dios, por eso no lo busco fuera de mí. Él, el Señor, penetra mi alma como un rayo de luz el cristal puro. A mi madre natural, estando encerrada en su seno, no estaba tan unida a ella como a mi Dios; allá estaba la inconsciencia mientras aquí está la plenitud de la realidad y la conciencia de la unión (Diario 883).

Hna. M.Elżbieta Siepak ZMBM

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