Flora Cantábrica

Matias Mayor

Archivo del febrero, 2023

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Santa TERESITA DEL NIÑO JESUS

 

No creas que estoy nadando entre consuelos (3). No, mi consuelo es no tenerlo en la tierra. Sin mostrarse, sin hacerme oír su voz, Jesús me instruye en secreto; no lo hace sirviéndose de libros, pues no entiendo lo que leo. Pero a veces viene a consolarme una frase como la que he encontrado al final de la oración (después de haber aguantado en el silencio y en la sequedad): “Este es el maestro que te doy, él te enseñará todo lo que debes hacer. Quiero hacerte leer en el libro de la vida, donde está contenida la ciencia del amor”.

 

 

¡La ciencia del amor! ¡Sí, estas palabras resuenan dulcemente en los oídos de mi alma! No deseo otra ciencia. Después de haber dado por ella todas mis riquezas, me parece, como a la esposa del Cantar de los Cantares, que no he dado nada todavía… Comprendo tan bien que, fuera del amor, no hay nada que pueda hacernos gratos a Dios, que ese amor es el único bien que ambiciono.

 

 

Jesús se complace en mostrarme el único camino que conduce a esa hoguera divina . Ese camino es el abandono del niñito (4) que se duerme sin miedo en brazos de su padre… “El que sea pequeñito, que venga a mí”, dijo el Espíritu Santo por boca de Salomón. Y ese mismo Espíritu de amor dijo también que “a los pequeños se les compadece y perdona”. Y, en su nombre, el profeta Isaías nos revela que en el último día “el Señor apacentará como un pastor a su rebaño, reunirá a los corderitos y los estrechará contra su pecho”. Y como si todas esas promesas no bastaran, el mismo profeta, cuya mirada inspirada se hundía ya en las profundidades de la eternidad, exclama en nombre del Señor: “Como una madre acaricia a su hijo, así os consolaré yo, os llevaré en brazos y sobre las rodillas os acariciaré”.

 

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