Flora Cantábrica

Matias Mayor

Archivo del enero, 2023

Santa Gema Galgani

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LAS LLAGAS DE CRISTO

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El 8 de junio de 1899, en la comunión, Jesús le avisó que por la tarde iba a recibir una gracia grandísima. Ella lo relata así: Llegó la tarde. De repente, más pronto que de ordinario, me sentí presa de un dolor interno muy fuerte de mis pecados; tan fuerte como jamás lo he sentido. Dolor que estuvo a punto de hacerme morir allí mismo. Después de esto, me sentí recogida en todas las potencias del alma…

 

 

Al recogimiento interior sucedió bien pronto la pérdida de los sentidos y me hallé en presencia de mi mamá celestial que tenía a su derecha al ángel de mi guarda, quien lo primero que me dijo fue que hiciera el acto de contrición. Una vez hecho, la mamá me dijo estas palabras: “Hija, en nombre de Jesús, te sean perdonados todos tus pecados”. Luego, añadió: “Mi hijo Jesús te ama mucho y quiere hacerte una gracia muy grande. ¿Sabrás tú hacerte digna de ella?”.

 

 

Mi miseria no sabía qué responder. Siguió diciendo: “Yo seré para ti madre, ¿sabrás tú mostrarte verdadera hija?”. Extendió su manto y me cubrió con él. En ese instante, apareció Jesús con todas las llagas abiertas, pero de las llagas no salía sangre, salían llamas de fuego, que en un momento vinieron a cebarse en mis manos, pies y costado.

 

 

Creí morir y habría caído en tierra, si la mamá celestial no me hubiera sostenido, teniéndome siempre cubierta con su manto. Por espacio de varias horas tuve que mantener esa postura. Después, mi mamá me besó en la frente, desapareció todo y me hallé de rodillas en tierra, pero seguía sintiendo un dolor fuerte en las manos, pies y costado.

 

 

Me levanté para meterme en la cama, pero noté que, de aquellas partes que me dolían, salía sangre. Las tapé lo mejor que pude y luego, ayudada por el ángel, pude acostarme en la cama. Y estos dolores y estas llagas, en vez de afligirme, me llenaban de una paz perfecta. Por la mañana, a duras penas, pude ir a comulgar, y me puse unos guantes en las manos para que nada se viera.

 

 

No podía tenerme de pie; a cada momento me creía morir. Aquellos dolores me duraron hasta las tres del viernes, fiesta solemne del Corazón de Jesús

 

 

 

El padre Germán, su director, afirma: Desde aquel día en adelante, se repetía periódicamente todas las semanas, desde la noche del jueves, poco más o menos a las ocho, hasta las tres de la tarde del viernes… Una vez terminado el éxtasis del viernes, cesaba de salir sangre tanto del costado como de las manos y los pies.

 

La carne viva se secaba poco a poco, los tejidos lacerados se unían, y se cicatrizaban y, al día siguiente o a más tardar el domingo, no quedaba el menor vestigio de aquellas profundas rasgaduras en el centro ni en la periferia; la piel las cubría uniformemente como en las partes sanas…

 

Hasta que fue prohibido por los directores de Gema, el fenómeno de la aparición de las llagas se realizó de una manera regular y constante todas las semanas en los días jueves y viernes sin que se manifestasen en ningún otro día por memorable que fuese, ni aun en los casos en que los éxtasis se repetían en forma extraordinaria46 .

 

 

 

Sor Julia de san José certifica: Yo he visto las llagas de Gema… Vi la mano derecha de Gema con un agujero que traspasaba toda la mano del dorso a la palma. La carne, al principio, esto es, por la parte de arriba de la mano y al extremo del agujero debajo de la misma, la carne estaba como en relieve y sanguinolenta igual que acaece cuando un clavo grueso traspasa una mano. Lo que yo vi y como yo la vi en esta ocasión, lo vieron también otras dos religiosas: sor María Magdalena y sor Hija de María. Esto sucedió un viernes; al día siguiente sábado, no se veía ni rastro en la mano de Gema . La señora Cecilia dice:

 

He visto muchas veces los estigmas en las manos y en los pies de Gema y dos veces la herida del costado .

 

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